El ser humano es un animal en constante evolución, con cierta capacidad de raciocinio, emotivo y gregario. El humano, sobre todo, como parte esencial de la naturaleza, está acostumbrado a un orden armónico, a que todo siga un curso rigurosamente establecido y a configurar prácticas que le den certidumbre y seguridad.

Fuera de ahí nos sentimos con miedos e inseguridades, sobre todo cuando ocurren fenómenos que nuestras capacidades -raciocinio- no alcanzan a comprender ni a solucionar rápidamente. Hoy, la covid-19, un invisible enemigo, ha puesto a gran parte del planeta y al propio ser humano a tener miedo, no sólo a morir por esta enfermedad, sino a sentir un gran temor ante lo que será su futuro.

Más de 82 millones de infectados y casi 2 millones de fallecidos alrededor del mundo han sido afectados por este virus, conforme las cifras más actuales. Esta pandemia, la crisis sanitaria y económica que a nivel global está provocando, ha puesto en evidencia los desacertados paradigmas sobre los cuales se ha sustentado el desarrollo de nuestro mundo y nuestra civilización durante las últimas décadas.

 

En este período de tiempo, hemos creado riquezas y bienes materiales de consumo de forma acelerada y en corto tiempo. La historia de la humanidad no registra etapa alguna, ni salto en materia científica, tecnológica o productiva tan grande como el que hemos vivido en los últimos 30 años. Por citar un ejemplo, China logró en tres décadas –en términos de desarrollo productivo–, lo que al capitalismo global le llevó más de cien años alcanzar.

Nunca se habían creado tantas riquezas en tan poco tiempo, pero nunca éstas se habían concentrado en tan pocas manos. Nunca habían existido en el mundo tantas desigualdades, sobre todo en nuestra región de Latinoamérica. A pesar de que el mundo tiene más alimentos y bienes de consumos disponibles, éstos aún continúan siendo “escasos”, para millones de seres humanos.

Esta misma cantidad de personas no tienen alimentos sobres sus mesas y mueren cada año de hambre. Esta es una de las grandes paradojas de este presunto mundo de la abundancia. La aceleración productiva de una parte del mundo ha traído consecuencias muy graves en materia medioambiental, afectando irremediablemente a nuestra “casa grande”, al punto de poner en peligro la vida tal cual hoy la conocemos, si este irresponsable ritmo continúa.

Los paradigmas políticos y económicos sobre los cuales se venía construyendo el mundo del siglo XXI se han venido abajo. El fundamentalismo neoliberal ha resultado ineficaz para dar respuesta a catástrofes como la que hoy vivimos. Hoy nadie duda de la importancia de tener Estados fuertes y reguladores, pero sobre todo impulsadores de la distribución de las riquezas y facilitadores de derechos y bienes públicos indispensables para la vida del ser humano como la salud, el acceso al agua, la educación, entre otros.

El globalismo, impulsado por los avances de las ciencias, la tecnología y la comunicación, solo han servido para que algunos países y sectores como el financiero, utilicen e instrumentalicen estos avances para hacerse más ricos y crear un mundo más desigual, menos fraternal y solidario, en donde el “Dios Mercado” lo representa todo. Básicamente, han intentado crear un sistema de pensamiento único, que legitime y esconda los grandes daños colaterales que esta visión del desarrollo -para algunos- ha traído a la inmensa mayoría de los seres humanos.

En fin, la pandemia y este invisible virus, nos ha servido para poner al desnudo el fracaso de la visión política sobre la cual se venía construyendo nuestro mundo y nuestra civilización, donde el ser humano y su hábitat en sentido general no contaban o importaban poco.

En el presente está todo cuestionado. El signo distintivo de este momento es la incertidumbre. Si algo nos queda claro es que la humanidad tiene dos grandes retos urgentes y prioritarios: producir y avanzar con sostenibilidad ambiental y distribuir y lograr un mundo más equitativo. Fuera de lo anterior vendría la nada, el colapso total.

Para los que somos optimistas y creemos en la capacidad del ser humano, de sobrevivir ante grandes desafíos, en su capacidad de reinventarse y unificarse, estamos convencidos que saldremos adelante y más fortalecidos, con una visión más colectiva, solidaria y equitativa; y con sociedades más cohesionadas   informadas y movilizadas en torno a sus derechos, pero sobre todo, más democráticas.

  • Pasado Presidente Asociación Nacional de Empresas e Industrias Herrera -ANEIH-. Actual Senador de la Prov. Santo Domingo.