Si se menciona la incertidumbre reinante en círculos relacionados con la política, tanto local como nacional o internacional, nos referimos a algo que puede considerarse como permanente. Sin embargo, cada cierto tiempo tal parece como que el horizonte se oscurece más de lo que ya consideramos como normal. También existe el peligro de alarmar con temas que en cierta forma son continuación de pasadas situaciones o escenarios propicios a la repetición de lo mismo, aunque disfrazándolo para llamar la atención.

Aunque no se trate de algo totalmente nuevo, el ambiente de incertidumbre resalta en las noticias. En Nuestra América, como prefería José Martí referirse a Hispanoamérica, a la situación, muy compleja, de Venezuela se unen complicaciones que experimentan los gobiernos de Argentina, Brasil y otras naciones importantes. Y si mencionamos las elecciones en Ecuador, la noticia más reciente es la confirmación de una segunda vuelta electoral que nos señala que el estilo de gobierno encabezado por el actual gobernante, pudiera ser modificado si el candidato Lenin Moreno resulta derrotado. Se habla de una tendencia más bien hacia la derecha en la región después del auge de experimentos importantes y diferentes como el representado por el llamado socialismo del siglo vientiuno.

Los ensayos con proyectiles de cierto alcance por parte de Corea del Norte no son algo nuevo, pero constituyen un acontecimiento que renovó con alguna intensidad la preocupación para países como Japón y Estados Unidos. Curiosamente, o tal vez como algo que debía esperarse, la noticia se produjo en momentos en que se llevaba a cabo la visita del premier japonés al nuevo presidente estadounidense. Pues bien, en la esfera internacional ya tenemos hace mucho rato la crisis, en el Oriente Medio, situación a la que nos hemos acostumbrado, pero en la cual nadie sabe cómo estarán las cosas en los próximos meses. Ni siquiera está consolidado en sus detalles el entendimiento entre Estados Unidos y Rusia en la lucha con el Estado Islámico de Irak y el Levante o ELIL (en inglés ISIL).

Es muy posible hacer una larga lista en la cual no dejarían de ocupar un lugar importante los problemas de la economía china o sobre las intenciones de la Peiping de ocupar parte del espacio que hasta ahora ha controlado Washington en los asuntos de América Latina. Por otra parte, es imposible referirnos a cuestiones internacionales sin echar un vistazo a la incertidumbre sobre el futuro de Europa sin recordar las consecuencias del ya archifamoso BREXIT.

Para los que residimos en Estados Unidos, lo más incierto de todo, al menos por el momento, es el curso que seguirá la actual administración elegida el pasado noviembre mediante los viejos mecanismos de un colegio de compromisarios que no representó ni de cerca el verdadero veredicto de las urnas. Consiste, pues, en un equipo de gobierno que sólo cuenta actualmente con entre un 38 y un 43 por ciento de apoyo popular y que llegó a la Casa Blanca con tres millones de votos menos que su rival. Ahora bien, se trata de una administración legalmente instalada a pesar de cualquier diferencia de enfoque en cuanto a métodos de elección o las preferencias personales. La incertidumbre ya no es cuestión de quién triunfó en un proceso comicial, ni siquiera se trata de cuestiones de partido o ideología, sino de la novedosa actitud del nuevo gobernante ante cualquier asunto. Y no acudiremos a repetir aquellos comentarios de analistas que hablan de “una ridícula administración” pues debe mantenerse un mínimo de respeto y ecuanimidad en el discurso político.

Pero no debe ocultarse la existencia de un alto grado de incertidumbre en Estados Unidos, lo cual conduciría, de mantenerse indefinidamente, en un problema global. Por ejemplo, un incidente difundido por todo el planeta tiene relación con renovadas e intensificadas sospechas de un arreglo con el gobierno de Moscú para favorecer la candidatura republicana en los pasados comicios. Además de impedirnos olvidar la más extravagante campaña electoral realizada en los últimos tiempos, la noticia se suma a declaraciones confusas e hirientes del nuevo mandatario y a la sistemática oposición a su persona y decisiones por parte de casi la totalidad de la prensa más reconocida y aceptada del país, apoyada casi unánimemente por los medios de comunicación de casi todos los países.

Ni siquiera nos sentimos animados a compartir impresiones sobre la reciente conferencia de prensa del señor presidente. Sin tomar partido por algunas de las preguntas que se le formularon somos muchos los que nos atrevemos a señalar que aquello se convirtió en algo que ya resalta como un fenómeno constante, una verdadera guerra entre la Casa Blanca, casi toda la prensa y la mayoría de la población.

Quizás el nuevo presidente pueda navegar en estas procelosas aguas. Mutatis mutandis no sería necesariamente el primer caso. Esperemos que su actitud vaya tomando una forma algo más convencional y que no tengamos que vivir cada día esperando un nuevo “show” televisado dedicado a burlarse del primer magistrado del país. Aquí la palabra incertidumbre quiere decir el quizás fantasioso  muro en la frontera, las deportaciones masivas de indocumentados que se anuncian, la separación geográfica de familiares, los calificativos atroces lanzados contra los periodistas, las renuncias de funcionarios o de aspirantes incapaces de obtener aprobación congresional para ocupar los cargos y muchas otras cosas. Entre ellas el nuevo ejercicio intelelctual representado por las diferencias entre comentarios del presidente y de miembros de su administración. Ya todo eso representa un verdadero problema.

Sería incorrecto culpar de todo al jefe del Gobierno. Se debe respetar su derecho a seguir su propio camino. Es necesario concederle la oportunidad de demostrar que es un gobernante serio y bien intencionado, así como reconocer cualquier logro o medida que pueda atribuírse a su recién inaugurada gestión.  Debemos desear que su administración deje una huella favorable al país. Aclarar de vez en cuando que muchos problemas los heredó de sus predecesores. Y no se le puede exigir tener el mismo carácter y personalidad de un Franklin Roosevelt o un Dwight Eisenhower. No conviene intensificar la escalada de burlas que se centran en su persona y administración, pero no es ilógico ni tampoco irresponsable confesar que estamos rodeados de incertidumbre y confusión.

El entorno y la actualidad nos acercan bastante, salvando las olímpicas distancias, a aquello que nos dejó el filósofo Platón: “Sólo sé que no sé nada”.

Así las cosas, sin dejar de tener en cuenta el pasado, la historia, la tradición, los precedentes, reconocemos haber entrado en el campo de lo desconocido.  Felicitamos sinceramente a los que piensen lo contrario. Al menos dormirán con mayor tranquilidad.