Se vislumbra incierto y sombrío el futuro de Europa, que no encuentro la manera de resolver su crisis por más que lo intentan los "papaupas de esa matica", la señora Merkel y el señor Sarcozy, el duo "mercozy" como se les empieza a denominar.
Las medidas tomadas en la pasada cumbre, la que decían era la última oportunidad para salvar el euro y el gran proyecto de la nueva Europa, no han tranquilizado a los mercados, que es al parecer donde debe empezar toda solución a la crisis.
El Reino Unido se ha desmarcado del acuerdo y otros países se muestran reticentes a plegarse a la propuesta "mercozy", que dicen solo beneficia a Alemania. El candidato socialista francés, que tiene, según dicen las encuestas muchas posibilidades de apear a Sarcozy del Elíseo, ha dicho que si gana las elecciones lo primero que va a hacer es sacar a Francia de ese acuerdo firmado tras ocho horas de interminables negociaciones después de cenar una sencilla sopa de pecado.
Dos hechos han quedado en evidencia y son inocultables. Por un lado, la pérdida de la calidad democrática en los países europeos que han tomado decisiones políticas sin pasar por las urnas, y finiquito del estado del bienestar que llevó a los europeos a una vida agradable y cómoda, con altas niveles de consumo en los años previos a la criis, y que ha resultado tan efímero que muchos ciudadanos, justo cuando empezaban a disfrutarlo, se han quedo con la miel en los labios.
A mí, que no soy economista ni experto en nada de estos asuntos, y que miro la realidad como un simple ciudadano, la lógico me lleva a pensar que, si hasta ahroa las medidas tomadas para reflotar Europa no están dando resultado, será porque no han sido las medidas correctas; digo yo.
En estos días leí un amplio reportaje sobre Islandia, ese pequeño y gélido país periférico del ártico europeo, de apenas trescientos mil y pico de habitantes. Fue el primero que entro en bancarrota y el primero, por tanto, que se tuvo que poner manos a la obra para salir de la crisis.
Hasta el 2008 Islandia era considerado el mejor lugar para vivir del mundo. Y sus habitantes, los más felices del planeta. Pero, arrasada por el terremoto de la crisis financiera, Islandia se convirtió en un país en bancarrota; los islandeses entraron en estado de shock. Todo el mundo miró para ese lado y se preguntaba si eso era señal de lo que se avecinana para todos.
Efectivamente así fue. Hoy, tres años después de aquello ese pequeño país de nuevo tiene en alto la cabeza, ha empezado una sólida recuperación económica con buenos niveles de crecimiento superiores al del resto de los países del continente. ¿Por qué entonces, los gobierno europeos y Estado Unidos y todos los que estamos en crisis permanente no hacen o que han hecho ellos?
Los islandeses acabaron con su gobierno corrupto y parásito. Encerraron a los responsables de la crisis financiera en la cárcel; se redacto una nueva Constitución hecha por ellos y para ellos, y hoy, gracias a la movilización, es de nuevo el país más próspero de un occidente sometido a la tenaz crisis de la deuda.
Curiosamente la revuelta ciudadana del 2008 en Islandia estuvo silenciada y de ella casi no hablaron los medios. Existía un claro temor al contagio de esas medidas en otras geografías.
Lograron, gracias a la fuerza de toda una nación que lo que empezó siendo crisis se convirtiera en una gran oportunidad de hacer algo nuevo con más sentido, más justo y con menos riesgo.
Islandia cerrará el 2011 con un crecimiento del 2,1 por ciento, ha vuelto a generar empleo y la deuda pública ha ido disminuyendo de forma palpable.
No cometió el error de rescatar a los bancos, los dejó caer y aplicó la justicia sobre los responsables de los desmanes financieros.
Para esos países europeos que danzan al ritmo que marca el duo "mercozy" la solución islandesa es una alternativa que sí ha funcionado. Pueden los pueblos comenzar a escribir su propio futuro, sin quedar a merced de lo que se decida en despachos alejados de la realidad ciudadana.