Y no busques en la amistad otra cosa que el profundizar en las cosas del espíritu….Khalil Gibran
Cuantas veces, cuando un amigo o un familiar parte, quedamos si no angustiados —después de todo, la muerte es parte de la vida—en un estado de sorprendida confusión ante su súbita ausencia. Ayer estaba aquí, hablábamos y reíamos y de pronto ya no está.
Kahlil Gibran escribió que cuando nos separamos de un amigo, no debemos afligirnos pues las cosas que más apreciamos en él pueden ser reveladas más claramente en su ausencia.
Sus palabras nunca son más ciertas que cuando tenemos la fortuna de encontrar un amigo que posee un extenso conocimiento, una inteligencia privilegiada, una rica experiencia y una visión iluminada de la vida. Unamos a esto un don por la palabra hablada y escrita capaz de abrir puertas al vasto, misterioso e inconquistado universo de conocimiento que nos rodea.
Todas las personas que cruzan nuestro camino, en una medida u otra, nos enseñan algo. Unas sobre perder y ganar, sufrir y ser felices, otras nos hacen crecer y otras traen dolor. Algunas bendecidas vienen a nosotros trayendo experiencias para el alma que van más allá de lo que podemos imaginar y somos increíblemente afortunados de ganar de su conocimiento y experiencias. Si todo esto lo envolvemos en una personalidad cálida, adornada con una amplia y brillante sonrisa, tenemos un maravilloso regalo. Gracias a mi padre, tuve el privilegio de recibir un regalo así.
Aquellos que conocieron a Leo recordarán su jocosidad, su amistoso acercamiento hacia todos los que conoció y como hizo tantos amigos debido a esa facilidad de acercarse a otros. Leo entraba en las relaciones con una apertura y una ingenuidad que, ciertamente, en ocasiones le causó problemas pero en la gran mayoría de los casos se tradujo en personas fantásticas que vinieron a su vida. Su mente estaba a años luz de cualquier tiempo que vivió en sus años como sacerdote y luego como pastor, filósofo, teólogo, y escritor. Su insaciable curiosidad lo llevó a explorar varios campos, desde el arte, la música y la religión, a la política de su país natal y el mundo, teorías conspiratorias, vida extraterrestre y la vida misma.
Su profundidad de pensamiento era iluminarte, desafiante, y siempre inspiradora. Poseía una magia en la palabra que usaba en escritos y sermones no tradicionales y que para algunos tocaban lo irreverente, pero siempre sermones prácticos y divertidos, sazonados con chistes y anécdotas de su propia vida, que constituían un absoluto placer escuchar y meditar.
Por encima de todo, Leo fue y sigue siendo un maestro. Y ese es su legado. Si hay un sólo sentimiento que deberíamos tener en su partida de este mundo es gratitud. Una gratitud inmensa por haberlo tenido en nuestras vidas, felicidad por haberlo conocido, y la conviccion de que, indudablemente, la vida se enriqueció porque él estuvo aquí.
Este no es un adiós. Es un tierno, dulce, hasta luego a un hermano en el alma. Hoy estamos en este mundo y cualquier día partiremos de el. Ojalá tengamos la fortuna de ser recordados como hoy recordamos a nuestro amigo Leo. Con gratitud.
Y mientras nos detenemos en el umbral de la vida y la muerte para recordarlo, tomamos sus palabras para decirle: Leo, desde las entrañas del sol te saludamos.
Nota de la dirección de Acento: Desde abril de 2014 hasta enero de 2017 Leo Beato mantuvo una columna de este diario. Lo recordamos con cariño, y lamentamos profundamente su partida.
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