ESCENA 1:

Actor 1: -“Cita a todos para las 2:00pm.

Actor 2: -¿Y cómo así, jefe? Si la reunión está prevista para las 4 de la tarde.

Actor 1: -¡Oooh! ¿Y es que no sabes que estamos citando en hora dominicana?! Si los cita para las 4, estaremos empezando a las 6.

ESCENA 2:

Actor 3: -¡Ay Dios! Ahora sí que esta gente se volvió loca, dizque citar pa’ una reunión a las 2 de la tarde. ¿Viste eso, Loco?

Actor 4:!No ombe, eso dice a las 2 pero to’ saben que e’ pa’ las 4 que va a empezar! Vámosnos al colmado a bebernos una Presidente. Y si te llaman, tú le dice que va saliendo y punto.

Actor 3: ¡Ta’ To’!”

Nuestra vida cotidiana es como una gran metáfora teatral, apoyándonos en esa teoría del gran sociólogo canadiense/americano, Erving Goffman,  el teatro es un modelo que nos permite entender mejor la vida social.

Cierto es que decimos dominicano, y nos referimos a hombres y mujeres eminentemente políticos, peloteros, bailadores, bebedores y fiesteros; decir  ser/sentirse dominicano, es decir, hombres caballerosos, mujeres elegantes, salidas de un Salón (peluquería) cada semana; decir dominicano es decir, ser sensible y solidario por naturaleza, presto a brindarte su ayuda, sin pensarlo dos veces pero… ser dominicano, también es decir, violadores de las leyes del tránsito, ser comparones (muchos tratan de aparentar un estatus social más alto que el real)  e impuntuales. Querámoslo o no, esos rasgos también nos caracterizan.

A los latinoamericanos se nos estigma como impuntuales, pero… ¿Por qué en República Dominicana se acentúa y generaliza la impuntualidad que hasta puede llegar a ser considerada identificador del ser social dominicano?

Considero que tiene que este fenómeno está más relacionado con la inoperancia de las instituciones que por un modo de comportamiento establecido o hábito. Está comprobado que el dominicano en New York no bebe manejando, respeta  las leyes; pero ese mismo dominicano cuando llega a Santo Domingo se libera de las normas legales que la sociedad legal-racional americana le impone y hace todo lo contrario y, ese dominicanyork, para su carro en un Colmadón y pide su Presidente jumbo para írsela bebiendo mientras maneja.

Y sí, hay contadísimas instituciones que respetan el tiempo del otro, por ejemplo, el  Teatro Nacional cierra sus puertas a la hora pautada, pase lo que pase y quédese afuera quien sea. ¿Por qué otras instituciones no hacen lo mismo? Esta institución cultural tiene en la población, buena “fama” de puntualidad. Ojalá otras instituciones reprodujeran este modelo.

Cada uno de nosotros, debiéramos contribuir a contrarrestar esta epidemia: la impuntualidad. Yo, por ejemplo, en las primeras clases, cerraba las puertas a la hora de inicio y no las abría hasta segundo turno. Nadie podía entrar. Era un proceso de domesticación. En la segunda semana casi nadie llegaba tarde. No podían correr el riesgo de ser Baja Académica. La institucionalidad regula el comportamiento de los hombres, los líderes debemos ser ejemplo.

Hay dominicanos y dominicanas de alta educación de familia que son paradigmas de puntualidad, pero los rasgos de una identidad cultural no se evalúan por los menos, sino por lo que prevalece e identifica a la mayoría.

La identidad cultural no solo está compuesta de valores, tradiciones, símbolos y creencias. Es, sobre todo, un complejísimo entramado de rasgos caracterizadores que distinguen a una persona o grupo humano, lo identifican y al mismo tiempo, lo diferencian de otros. La identidad no solo es lo positivo que nos define como pueblo. Está compuesto por los elementos positivos y negativos que nos signan como individuos, como pueblo-nación o como región etno-geográfica.

Finalmente, reitero que la impuntualidad dominicana más que un rasgo identitario es una deformación del comportamiento social, generado más por la desorganización social, la falta de eficiencia en el funcionamiento institucional, la falta de labor educativa de los medios de difusión y los bajos niveles de educación cualitativamente hablando, formación cívica, en valores y humanidades que como un componente per se de nuestra identidad cultural. Puede, en un periodo de tiempo, caracterizarnos, pero este rasgo negativo debiera desaparecer y convertirse en un signo positivo e incorporarse la puntualidad como un valor del pueblo dominicano, de respeto al otro, de organización,  si las condiciones que lo originan cambian, si la cultura organizacional de las instituciones privadas, públicas y de la sociedad civil actuaran en consecuencia para erradicar este flagelo social.