No pasa un día sin que se denuncie algún caso de hiriente impunidad en la sociedad dominicana. Es decir, algún hecho grave de corrupción política probada o evidente, cuyos responsables queden sin sanción, o de un caso de narcotrafico en el que solo aparecen los bultitos de coca sin dueños, caídos del cielo.
La impunidad que en esos casos se denuncia es la de tipo jurídico, la ausencia de sometimientos, juicio y condena; la crítica se dirige también hacia el entramado de complicidades que la protege.
Sobre eso se ha escrito y hablado mucho en nuestro país, especialmente en los últimos anos.
Ahora bien, para mí, la más grave variante de la impunidad es la de tipo social, que se expande y que podría generar consecuencias peores que las de la simple impunidad jurídica. Ambas impunidades se relacionan, entrecruzan, pero no son las mismas cosas necesariamente, ni reflejan las mismas falencias sociales.
En mi adolescencia, la peor condena para un ladrón era la social; el rechazo de su comunidad lo convertía en una especie de apestoso desagradable. Pasaban décadas y esa condena flotaba en su imagen como una coletilla negra, como una mancha indeleble.
Era impensable, por ejemplo, que el alcalde de San Francisco de Macorís, acusado de robar a mansalva más de 100 millones de pesos en perjuicio de su ayuntamiento, fuera recibido hace poco por las masas como un héroe patriótico.
Ahora bien, en estos días, el mayor ejemplo de impunidad social y jurídica lo han representado las acciones de "líderes" y consejeros políticos que ajetrean con Miguel Vargas: impunemente eliminaron, borraron , de su partido a casi un millón de militantes !y no pasa nada!
A veces pienso que los dominicanos hemos caído en un éxtasis de estupidez colectiva. Porque las altas cortes, por ejemplo, les cuestan un dineral al pueblo y hasta la fecha poco trigo han dado, si alguno ¿ Para qué ha servido el Tribunal Superior Electoral?.
Por suerte, Carlo M. Cipolla – el gran historiador económico italiano- murió sin conocer la Republica Dominicana de hoy, de lo contrario hubiera utilizado algunos casos locales para ilustrar sus famosas Cinco Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana (Allegro ma non troppo, 1996). Naturalmente, que con lo del PRD "institucional" hubiera tenido que añadir una sexta ley.