Dice el refranero popular que lo más más difícil no es llegar sino mantenerse. Eso aplica hasta para la iniquidad. Si el actual orden de injusticias imperantes en República Dominicana se perpetúa sin grandes sobresaltos en su sociedad, lo más sofisticado y efectivo del dispositivo no es lo que lo produce, sino lo que opera y permite su reproducción, con la impunidad de las instituciones y el desconocimiento de la gente.

Las clases dominantes del país han logrado consolidar un régimen que es capaz de acumular excesivas riquezas en base a un sistema de privilegios,exhibiendo con opulencia sus yipetas, y al mismo tiempo silenciar el despojo masivo de los bienes comunes de la gente y de paso contener el vaho público de las indigencias. Es en los mecanismos y fuerzas de promoción y preservación del orden donde se esconden los detalles más efectivos de la paz cartaginesa que le han impuesto vivir actualmente al pueblo dominicano.

Uno de esos recursos para la inmovlización social es la resignación a la realidad como actitud, la cual las instituciones del Poder o afines a él, colocan en el discurso público, y distribuyen masivamente en la gente como si fueran tarjetas de solidaridad. A partir de naturalismos fatalistas e ilusionismos aspiracionistas se mantiene a la gente en pasivos soñadores, donde el imposibilismo objetivo de la mobilidad social actúa como cálculo inconsciente inculcado en el subjetivismo de la gente. Para romper con ese punto fijismo, y trascenderlo, es necesario preguntarse: ¿cómo el orden político mantiene como aceptable las calamidades sociales?

  1. El silencio político como procesode naturalización e ilusionismo

Lo que menos quieren los dominantes es que se conozca la historia de cómo llegaron a su posición dominante. Por eso, arman fábulas como la meritocracia y los casos de éxito, presentándolos como si fuesen la norma y no como la expresión de excepción que son en el sistema de logros sociales, que en el capitalismo funciona esencialmente por vía de herencias culturales y económicas, transmitidas intrafamiliarmente entre generaciones.

Por su parte, los humildes, en cada una de sus espacios de lucha, resisten como le permiten sus condiciones de vulnerabilidad. Pero esos lugares y actitudes de resistencias viven siendo debilitados cuando no silenciados por el orden dominante. La precaria capacidad de respuesta organizada de las mayorías a los procesos de dominación que el orden impone, obedece fundamentalmente a una serie de mecanismos de marginación primero social y económica, que van mermando las actitudes políticas de la gente. Primero son las condiciones indigentes de sobrevivencia, las cuales obligan al dominicano pobre a tener que consagrar la mayor parte de su tiempo en combatir la hostilidad que genera la incertidumbre en el existir, tanto como mero ser vivo y como desde el ser social que busca del reconocimiento legitimador de sus pares. Segundo, se opera desde el poder todo un mecanismo institucional de desmovilización que trabaja en la producción de docilidad y resignación de la gente a sus propias realidades. La escuela pública convencional dominicana, por ejemplo, es uno de los lugares en los que se le suele enseñar a los escolares una instrucción ignorante de sus propias realidades, desde la cual se vende un futuro de posiblidades infinitas, pero se omite explicarle la historia que lo limitará frente, por ejemplo, a un mercado laboral que los discrimina en base a las restricciones de origen social que lo cercan. De una muestra reciente tomada de 354 estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, más de un 81.2% respondían que sus profesores del bachillerato nunca o casi nunca les habían hablado de la pobreza y sus factores. Lo que dice mucho de la orientación política conservadora de la escuela dominicana. Lo que mundo social hace, puede deshacerlo, a condición, decía Bourdieu, de que la gente afectada conozca los mecanismos de hechura de sus desdichas, y mediante ese conocimiento general que suele suministrar el auto-conocimiento, reconozca entonces las posibilidades y oportunidades de cambio.

  1. La palabra como antídodo contra la resignación social y el silencio político

Los constantes abusos de las instituciones bancarias contra la gente indefensa; los perjuicios que padecen permanentemente vulnerables consumidores por parte de las compañías telefónicas; el sufrimiento en silencio de los pacientes del sistema público de atención médica o del arbitrario sistema de ARS, para solo citar unos pocos casos de la violencia estructural que ejercen los sectores dominantes sobre el resto de la población.El verdadero escándalo en el país es que no haya escándalo político mayor entorno a la miseria (material) de los de abajo y la miseria (moral) de los de arriba, como sugería el gran Victor Hugo.

Los que viven sobreviviendo no necesariamente poseen las posibilidades de conocer el por qué de sus condiciones de vida. Primero, por el extraordinario parque de distracciones con los cuales los sectores dominantes ocultan la caja negra que señala la responsabilidad de las injusticias sociales. Y segundo, porque el mero hecho de vivir una experiencia, más si esa experiencia se vive en condiciones extremas y traumáticas, no es suficiente para poder comprenderla de manera rigurosa en sus causales y consecuencias. Hay que sentarse a pensar en ella, compararla con otras realidades, mirar lo que los estudios anteriores dicen de ella, debatirla, ponerla a la ponderación y juicio crítico y metódico de otros, etc. Así como cuando el enfermo acude -a partir de síntomas- a donde el profesional de la medicina para encontrar el origen de su padecimiento, así mismo el agente social no necesariamente conoce lo que la sociología suele establecer desde una perspectiva profesional cuando estudia de manera rigurosa (y no espontanea o amateur) el mundo social.

Si Freire decía que el ser humano se hace en la palabra, no en los silencios, entonces nos queda romper los cercos del silencio en los que se consume la época, marcada por lo que suele convenir a cada época como verdad, como denunciaba Foucault. CuestArriba, como espacio de reflexión semanal, aspira a mirar desde abajo los hechos sociales y políticos actuales, siempre rescatando la historicidad de los mismos, siempre apuntando a la organización política de las sociedades como permanente explicación del orden social, sus prácticas y dinámicas.

Contrario a la sociodicea dominante, la cual desde tecnicismos pseudo-científicos enmascara presupuestos ideológicos para justificar el presente y domesticar a sus víctimas, cuestArriba apuesta por impugnar el presente, que sería impugnar las realidades socioeconómicas desde el análisis sociológico, pluralizando así el debate público de las ideas, en un país dominado esencialmente por élites políticas y económicas en disputa con el bien común y los intereses generales de los dominicanos.