En el globo de ensayo filtrado a la opinión pública recientemente sobre posibles escenarios para una reforma fiscal, aparecen los potenciales incrementos de impuestos a las bebidas alcohólicas. Aunque estos productos en todas partes del mundo tienen altos gravámenes por sus connotaciones negativas, en la República Dominicana alcanzan niveles que provocan distorsiones preocupantes, somos el país de la región con el impuesto selectivo más alto.
Aunque el ron dominicano es reconocido internacionalmente por su calidad, este producto ha venido enfrentando una altísima carga tributaria que le dificulta competir con bebidas extranjeras; además de enfrentar una desleal competencia de productores informales, que poniendo en riesgo la salud de los consumidores, venden una serie de productos adulterados, con un precio que llega hasta al 60 por ciento por debajo del precio real del mercado. Todo esto debido a la evasión fiscal y a métodos de producción que no cumplen los más mínimos estándares de higiene y seguridad.
Los altos gravámenes incentivan estas actuaciones, por la enorme rentabilidad que obtienen quienes utilizan estas prácticas. Contrario a lo que podría pensarse, el aumento a los impuestos a las bebidas alcohólicas, en lugar de provocar un incremento de las recaudaciones, las disminuyó, e incentivó el desarrollo de un mercado informal que ha erosionado los ingresos del Estado al sus integrantes no pagar los impuestos correspondientes.
Otra consecuencia de esta situación, es la proliferación de bebidas preparadas con materias primas nocivas para la salud, que han ocasionado cientos de muertes, ya que consumidores atraídos por los bajos precios a que son ofrecidas, las compran y mueren al tomar un producto no apto para el consumo humano.
Es importante señalar que después del último incremento de impuestos a las bebidas realizado en el año 2012, el mercado formal del ron se redujo en un 30 por ciento, demorándose seis años para que las cifras de recaudación igualaran las del 2011. Hoy en día los niveles de producción todavía no han alcanzado los de años anteriores.
Actualmente, por cada 100 pesos que se pagan por una botella de ron 70 corresponden a impuestos. Sin embargo, mientras la tasa efectiva de tributación del ron es del 66 por ciento, la de la cerveza es del 40 y la del whisky y el vino del 35, en un evidente perjuicio discriminatorio para un producto de fabricación nacional.
Opinamos que para corregir esta situación, y evitar continuar incentivando al mercado informal y provocar más muertes, el impuesto Ad-Valorem es una correcta alternativa para nivelar los tributos que afectan al sector.
Una opción más justa, sería mantener el Impuesto Selectivo a los niveles actuales e incrementar el Ad-Valorem al 15 por ciento. Este asunto no debe verse solamente como un problema fiscal, ya que es un importante caso de salud pública y de imagen a nivel nacional e internacional que afecta un producto que es parte de la marca país.
No puede continuarse incentivando a quienes conspiran contra la salud de nacionales y extranjeros y erosionan los ingresos públicos, ni colocar a productos importados en una situación de competencia privilegiada.