El British Medical Journal ha publicado una investigación realizada por un grupo de expertos de la Universidad de Oxford en donde se propone establecer un impuesto para gravar los alimentos menos saludables y con lo recaudado apoyar a través de subsidios a los alimentos que son más saludables para el bienestar del organismo. Dicho informe plantea que: “si los gravámenes sobre la comida menos sana se acompañan de incentivos a la más saludable (verduras y frutas), los más pobres reaccionarán al cambio de precio de los productos, lo que podría suponer una modificación hacia dietas más sanas”. Para que esta propuesta sea significativa y genere beneficios palpables dicho impuesto debería ser de al menos un 20%, según plantean los autores del informe.
La idea con el tema, que espera ser discutido en la Asamblea Mundial de la Salud que se celebra esta semana en Ginebra, es que las personas disminuyan el consumo de comida chatarra y se dispongan a llevar un dieta balanceada en nutrientes, ya que según datos de la Organización Mundial de la Salud, más de 500 millones de personas viven con obesidad en el mundo, y el exceso de peso causa tres millones de muertes cada año, por enfermedades vinculadas al sobrepeso como las cardiovasculares, diabetes y cáncer.
Dinamarca, Hungría, Finlandia y Francia son países que ya han tenido experiencia con este tipo de medidas que asignan una carga impositiva a productos como refrescos y comida grasosa. Obviamente es un tema delicado, y hay quienes se oponen a este planteamiento. Las grandes industrias productoras y comercializadoras de este tipo de comida rápida y otros grupos de interés hablan de que lo importante no es gravar dichos alimentos sino propiciar el abaratamiento de los alimentos que son más saludables, sobre todo porque la comida chatarra es generalmente más barata que la sana, por lo tanto, muchos de sus consumidores son personas de escasos recursos económicos. Se propone que simultáneamente con el gravamen se ponga en marcha también una especie de plan de subvención de los alimentos como las frutas, legumbres y otros productos.
El relator especial de las Naciones Unidas sobre Derecho a la Alimentación, Olivier De Schutter, autor del informe “El derecho a una alimentación adecuada: el nexo entre agricultura, alimentación y salud”, dice que otros países deberían seguir el ejemplo de los que ya han introducido impuestos a los alimentos poco saludables, y que las recaudaciones con dichas cargas impositivas sean utilizadas para subsidiar los alimentos que contribuyen a la mejor alimentación de las personas.
Pero este no es un tema reservado para países desarrollados o ubicados en el viejo continente. Perú, nación que ostenta una diversa gastronomía, ya ha iniciado hace varios meses la discusión sobre esto, y se empieza a debatir sobre cuáles son los criterios que se tomarán en cuenta para delimitar a los alimentos en el campo de lo saludable y lo no saludables, en todo caso tratando de evitar que se impongan medidas injustas y arbitrarias. El gobierno, el sector privado y la sociedad civil son los protagonistas del inicio de este capítulo histórico en la nación peruana.
Está claro que una alimentación inadecuada amenaza la esperanza y calidad de vida de las personas, sin embargo, asignar un impuesto a alimentos que deterioren la salud de los ciudadanos es simplemente un paso para enfrentar el problema pues la educación alimentaria es el verdadero punto de partida.