En tema de los tributos están los expertos improvisados que uno se estremece. No sólo los ve en la Administración Tributaria que se gasta dinero en la formación de recursos humanos para luego echarlos y entonces hablar de educación y de escuela para los contribuyentes en un papel que no le compete, sino que también los expertos improvisados se ven en las academias donde cualquiera que tiene dos dedos de frente puede enseñar el tema de los tributos.

Se habla con frecuencia de la creación de una cultura tributaria o del cumplimiento como si el asunto de pagar o no los tributos fuera del orden cultural, donde hay países que son culturalmente superiores a otros sólo por el hecho de que sus ciudadanos son propensos a pagar los impuestos para evitar que se los lleven presos.

Los tributos se estudian en dos vertientes: una del derecho y otra de la economía, pero se dan sermones sobre las razones del cumplimiento tributario con una pobreza cultura que perturba, cuando del tema fiscal se trata reiterando a tono de papagayo palabras como déficit, gastos públicos, presión tributaria, evasión tributaria, impuesto, tributos, integral etc. en una escasez de conceptos que para saber lo que dicen cada día únicamente hay que grabarlo y repetirlos. No citan una novela decimonónica, ni del realismo o el romanticismo para hablar de los impuestos y del capitalismo en contra del cual se hicieron todas las revoluciones.

Ignoran la cultura que es capaz de conocer un inspector de las aduanas, sobre la calidad de la mercadería y de sus orígenes. Ignoran que Adams Smith lo fue; que el padre de la química fue recaudador de impuestos y lo mataron por eso; que Margaret Hilda Thatcher estudio derecho tributario; que James E, Buchanan, premio Nobel de economía, que quería ser abogado, estudió el tema de los tributos en Italia; que José Aznar fue inspector de Hacienda en España y que Salviano de Marsella en el 440 o 451 hablaba de lo indebido que era recaudar sin justicia y afectando sólo a los pobres.

Nadie piensa en la vida cotidiana y como los impuestos afectan a la gente ni se considera como enunciamos en la Constitución de la República la legalidad, la justicia, la equidad y la igualdad como conceptos vacíos, cuando la Administración tributaria como llave de la política fiscal diseña y  ejecuta políticas propias que tropellan los procesos que deben estar ordenado con las debidas garantías para el contribuyente de tal modo que la Administración tributaria sufra las consecuencias de sus actos y no pretenda recaudar cuando no puede por los límites que establecen las leyes, cuyo cumplimiento por las autoridades es el pilar de un estado de derecho cuando disponen lo que es justo.