“La nación enfrenta la posible instauración de una cleptocracia oligárquica al por mayor, de alcance nunca visto en nuestra historia.”– Norman Eisen
Uno de los retos más grandes que enfrenta la democracia estadounidense es cómo resolver el dilema de los evidentes conflictos de intereses de su conflictivo presidente electo, a pesar de que él niega que exista tal disyuntiva. Trump entiende que es solo un asunto de apariencias con fácil solución, que la ley le favorece y que si hace algo al respecto es por voluntad propia. Por tanto ha prometido disipar esa percepción (¿creada por la prensa adversa?) tomando algunas medidas paliativas antes de asumir el cargo de primer ejecutivo de la república, y que él anunciará en compañía de sus familiares el próximo 15 de diciembre.
La tradición en Estados Unidos es que los presidentes liquidan sus inversiones y entregan la gestión de su patrimonio a un fideicomiso ciego que no le permite saber nada sobre el destino y manejo de los fondos durante su mandato. Obama fue más lejos y vendió todas sus acciones y títulos corporativos e invirtió exclusivamente en bonos del tesoro estadounidense y un fondo de índice bursátil de amplio espectro, alineando su interés personal con el de la nación. Su cartera de activos era modesta, menor que muchos de sus antecesores y significativamente más sencilla que la de Trump, que incluye inversiones y negocios de licenciamiento de su marca inmobiliaria en muchos países, así como deudas con bancos extranjeros. Sin embargo, salvo que Trump salga con una impactante sorpresa y nos deje atónitos, el presidente electo no tiene la intención de seguir esta saludable tradición preventiva, como apunta el profesor de derecho constitucional en Boston University, Thomas Whalen:
“Va a ser casi imposible que Trump se aleje de sus innumerables conflictos de intereses. En vez de establecer sus negocios en un fideicomiso ciego -como los presidentes anteriores-, ha elegido imprudentemente confiarlos a su familia, que simultáneamente desempeñará papeles prominentes en su nueva administración".
Expertos en derecho constitucional aseguran que si Trump no elimina de raíz la fuente de esos muy fuertes conflictos (desligándose él y toda su familia tanto de la propiedad como de la administración de su emporio corporativo), no debe ni siquiera ser votado por los electores colegiados y mucho menos proclamado presidente por el congreso. Trump debe decidirse por seguir desarrollando su emporio o dedicarse a hacer grande la nación (¿de nuevo?). Si Trump es incapaz de resolver su dilema personal, entonces – argumentan los juristas constitucionalistas- precisamente para eso existen provisiones constitucionales muy claras sobre el funcionamiento del colegio electoral y el mandato que tienen los electores que deben votar por la candidatura presidencial y vice presidencial el 13 de diciembre. El otrora asesor legal en asuntos de ética de George W. Bush, Richard Painter, ha sido explícito al pronunciar que: “Yo no creo que el colegio electoral puede elegir a alguien presidente si desde el primer día esa persona va a violar la constitución y no ofrece garantías de que no seguirá en violación de sus principios”.
El eminente jurisconsulto de la universidad de Harvard, Laurence H. Tribe, remata al reafirmar que, “no hay manera de que Trump pueda evitar serios problemas constitucionales durante su mandato si no separa de manera clara y completa sus intereses comerciales de su papel de presidente".
¿Cómo se separa el primer ejecutivo del imperio norteamericano de su emporio, cuya marca cultivada durante décadas por Trump es uno de sus principales activos? Al hablar en días pasados con la presidenta de Taiwán, comprometiendo seriamente la política estadounidense hacia China, ¿lo hizo en parte motivado por su deseo de promover un hotel y condominio de su marca en el gran proyecto de “Aerotropolis”, contiguo al principal aeropuerto de Taiwán, Taoyan International, como especulan algunos comentaristas?
La oficina federal de ética gubernamental (United States Office of Government Ethics) le ha tuiteado al presidente electo que la única manera de evitar los conflictos de intereses es separándose totalmente de su patrimonio durante la duración de su mandato. Es muy probable que Trump rompa con la ejemplar tradición de los presidentes estadounidenses de evitar los conflictos de intereses, desligándose absolutamente de la vida profesional y empresarial anterior a su ascenso a la primera magistratura, poniendo así en serio peligro uno de los principios más venerados de la constitución estadounidense. Nadie sabe lo que puede significar para el futuro de la institucionalidad democrática en Estados Unidos, y las repercusiones en todo el mundo, si Trump opta por pisotear la constitución y seguir explotando su marca-emporio imperial, inaugurando una nueva era de “cleptocracia oligárquica al por mayor” con su gabinete cargado de empresarios. Ciertamente la “universidad” de Trump quedará como un vestigio remoto e insignificante de lo que es capaz el mercurial magnate en su afán de perseguir nuevos horizontes dorados, ahora con el inmenso poder del imperio a su favor.
Lecturas recomendadas:
http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=313609
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/12/04/estados_unidos/1480814858_721752.html
http://www.politico.com/story/2016/11/trump-companies-231982
http://www.politico.com/story/2016/12/trump-could-keep-dc-hotel-despite-conflict-of-interest-232144
https://thinkprogress.org/electoral-college-trump-top-lawyers-8a8b6e0ca916#.n5i5fawki
https://twitter.com/OfficeGovEthics
http://www.vox.com/policy-and-politics/2016/11/29/13763836/trump-disclosure-conflict-of-interest