El cine se originó con imágenes violentas. Un 90% de lo que se proyecta en pantalla ejerce violencia sobre el espectador. Los temas que se trabajan y proyectan en el cine generan cauces de terror, destrucción, violencia y horror. En las primeras décadas del siglo 20 el cine propiciado por la novela de aventura, de viajes al fondo del mar, viajes a la luna o guerras históricas  propició grandes éxitos comerciales, creando de esta manera un tipo estratégico de espectador y presencia espectacular; de tal manera que en 1919 cuando aparece el Gabinete del Doctor Caligari, la película causó extrañeza y horror.

Películas como Nosferatu, Juana de Arco, El acorazado Potemkin, La huelga, El nacimiento de una nación, Los Diez Mandamientos, Napoleón, Ciudadano Kane, Candilejas, y La Tierra tiembla, entre muchas otras, marcaron un sendero de violencia a través del arte cinematográfico; el concepto de cine de aventura implicó narrativas violentas, de corte criminal y de un rutario que exhibía sus fuerzas malignas y devastadoras, entre otros contenidos.

Géneros como el cine de misterio, el cine de horror, cine negro, el cine de persecución o venganza y aquel cine que inventa mecanismos, cuerpos artificiales o movimientos de cámara de variada velocidad o choque de planos y movimientos construyen realidades o meta- realidades propias de la violencia y el terror.

El llamado cine de guerra, de bombas de alto poder, de Napalm, de atentados terroristas surgió como consecuencia del cine inscripto en la guerra, en la historia y en la política. La imagen cinematográfica crea, en este sentido, su propia violencia y sus estados de ruptura en movimiento. (Véanse películas como: Terciopelo azul, dirigida por David Lynch; Satyricon dirigida por Federico Fellini; Río bravo dirigida por Howard Hawks; Objetivo: Birmania dirigida por Raoul Walsh, y otras.

Hacia finales de los años 50 y a comienzos y finales de los años 60, los guionistas y directores abrazaron las diversas concepciones que surgían de la relación cine-violencia, narrativa cinematográfica y terror, destrucción-horror; salud mental y destrucción criminal. Este tipo de versión de lo real logró por los años 80 y 90 varios escenarios en hospitales y en cárceles, donde el cuerpo y la mente eran puestos a prueba y tanto la violencia del enfermo como la violencia del encarcelado, creaban su inscripción, ambas unidas al cuerpo legal y destructor generando imágenes brutales que luego encontraron un marco de violencia cibernética más especializada  que las del cine análogo.

El ciberespacio es hoy por hoy la panacea y el lugar de la violencia administrada y tecnificada; la robotización del cine, la construcción de videojuegos, los fans, los blogs y las insistentes creaciones de monstruos cibernéticos, vampiros, transformers, aliens y otras maquinarias destructoras, abundan en más del 80% de los proyectos presentados en las salas comerciales del cine actual.

Esto no quita que la tendencia del cine que vemos en festivales internacionales no acoja las imágenes de terror, violencia y horror del llamado cine creado y proyectado para ejercer violencia, mostrando las diversas explosiones e implosiones más que las bombas de los sentidos creadores. Es el guion, la escritura, la fotografía, la actuación, el espacio cinematográfico mismo, la cámara y la edición lo que le permite a la violencia manifestarse como propuesta o como denuncia social.

La narrativa de la violencia proyectada y construida por el cine contemporáneo ha demarcado nuevos territorios, toda vez que los puntos fuertes de una película y las diversas poéticas autoritarias y desgarradoras del cine actual se sumergen en el inconsciente del espectador convirtiéndose en raíces de un paradigma apocalíptico vigente en el nuevo y el novísimo cine del siglo XX1.

Los usos técnicos y tecnológicos actuales propiciados por el cine presentifican y motivan la gran violencia del  arte cinematográfico actual, en el marco de una exploración psicológica del autor fílmico y del espectador; ambos sujetos con sus experiencias dialogan entre sí constituyendo modelos de interpretación y comprensión de la violencia impuesta por las nuevas aventuras digitales y multimedia. El concepto de campo expandido por las imágenes de terror y la violencia de las funciones imaginarias, ha permitido en el cine actual la violencia misma de la tecnología sobre el cinevidente, el televidente y el tiempo de la destrucción.