“Dios ha muerto”, dijo Hegel, antes que Nietzsche, y yo creo que en esta época lo hemos matado. Vivimos en una sociedad narcisista, egoísta, solitaria, egocéntrica, y sobre todo, de culto desmesurado al tener, a la piel, y al cuanto tengo, con quien ando, para ser tomado en cuenta, pero sobre todo, con el menor esfuerzo posible.

El culto a la imagen, desmesurado, insólito, estúpido y continuo hasta el hartazgo, hace que el uso de las redes sociales sea ampuloso,  innecesario, e inútil, porque cada uno de nosotros nos creemos superestrellas, que queremos a cada segundo que se sepa que comemos (hasta con fotos incluidas), como nos sentimos, cual es mi estado civil, estado de ánimo, condición momentánea o búsqueda de satisfacciones momentáneas. He sido testigo, no sin asombro, y de manera continua, que hasta personas a quienes se supone un poco de criterio empresarial o profesional les interesa que se sepa que están rumbo a un sitio determinado, país u hotel, consignando en su estatus: OMW to TAHITI, por ejemplo.

Y con este culto insólito y absurdo a la imagen, reitero, que nos quedará en el futuro, pregunto? En este culto a la persona, al cómo te ves, sin criterio racional alguno, si cada uno, en nuestro interior piensa que se lo merece todo, y que es un dios redivivo en su propia persona, que es el universo mismo encerrado en sus genes y cromosomas, un Justin Bieber neonato, que se merece, el mejor trato, el mejor carro, la mejor mujer, y la mejor vida desde un punto de vista social y económico, y sobre todo, con el menor esfuerzo.

Los anuncios de suicidios mediante el uso de Facebook y Twiter irán en aumento, los anuncios de divorcios, de rupturas, de acontecimientos tristes y de tragedias personales, que querremos compartir, porque estos medios se han vuelto eso, se han convertido en plataformas a través de las cuales las personas sin criterio alguno o con un autoestima limitadísima se ponen en contacto con el mundo, de manera lejana y fría, lo que no pueden ni se atreven hacer personalmente. Instagram y otras plataformas similares me dan la razón en cuanto digo, ya que son el uso intensivo y abusivo de la imagen, realizada de manera cotidiana, continua y deliberada.

Soy partidario de la tecnología y usuario de ella. Entiendo que sin estos instrumentos el mundo seguiría siendo lejano y obscuro, en estos días, las noticias de Australia, América, Europa,  África y Asia, son conocidas más rápido a través de las redes sociales, que en los propios países o continentes donde estas noticias se producen. Los avances de acceso a libros, conferencias, trabajos on line, contacto a través de las redes, son un portento tecnológico que ha provocado un crecimiento exponencial del comercio electrónico, industrial y profesional, el mundo, a causa de la informática se ha vuelto más pequeño, pequeñísimo diría yo.

No obstante el CULTO A LA IMAGEN que estas facilidades nos han brindado, la satisfacción del narcisismo como ente que prevalece sobre todas las cosas, harán y serán la causa de que cada día nos encerremos en nosotros mismos, y creamos que somos los únicos pequeños dioses, y no nos importarán los demás, sino para obtener la satisfacción de nuestros deseos y apetitos y si rinden culto a esa imagen de pequeños ídolos.

Para contrarrestar esto debemos crear confianza en nuestros hijos, para que sepan que no son imagen, que no son adonde van, o lo que comen, y donde se lo comen, que son mucho más que eso, que son hijos legítimos de Dios, y que no necesitan más de ahí para ser importantes, y sobre todo, que para ser felices, deben hacer lo que les guste, y aquello con lo que se sientan bien, “bailar como si nadie los estuviera mirando”, gozar con lo que se tiene, y no sufrir por lo que no se tiene, y sobre todo ser felices por sí mismos, y no por lo que los demás piensen o vean en Facebook o Twiter.