Jean Mitry explica en su obra Estética y psicología del cine (Vols. 1 y 2, 1978), la visión de una dramaturgia basada en el posicionamiento psicológico de un guión, un marco o trabajo de dirección y fotografía, en relación con sus escenas, personajes, estructuras y funciones narrativas, orientadas por el montaje y motivadas por un actor que interpreta uno o varios personajes.

La intencionalidad del movimiento ocular se convierte en lo que la cámara-ojo registra desde el punto de vista de un espacio-tiempo, donde la captura del objeto representa una visión de lo cinematográfico reconocido por los estados significantes del movimiento ocular, tanto del director como del actor; esta situación es indicadora cuando se utiliza un dispositivo técnico, literario, estético, semiótico y productivo según se mire desde el guion, como desde la dirección y el montaje.

Las líneas variables que promete toda dramaturgia cinematográfica implica todo un juego asociativo y una historia asumida desde un enmarque organizado con suma de acciones, sentidos y orientaciones en el espacio-tiempo de la productividad fílmica, toda vez que la puesta en marcha de las acciones marcadas por el guion y por el director, el actor, y el fotógrafo tienden a visibilizar, en un determinado formato cinematográfico, el objeto de base de una historia fílmica y la unidad particular de un plano o una secuencia compleja; lo que es indicador de un trabajo dramatúrgico que cobra valor en lo concerniente a una propuesta determinada.

La relación necesaria entre dramaturgia y dirección conduce a una serie de propuestas de trabajo que se origina en el proceso mismo de producción de la obra cinematográfica o audiovisual, toda vez que los elementos incluidos en una experiencia de trabajo cinematográfico forman parte de lo que es la idea general y particular en aquello que se conoce como espectáculo cinematográfico, tanto de la tradición como de la ruptura.

Según Jean Mitry, en su citada obra, el cine contiene su historia, al tiempo que motiva y desarrolla otras historias complementarias marcadas por los elementos que se derivan muchas veces de la historia planteada como base de creación, producción, finalidad de realización y conocimiento. Tal como lo ha mostrado Bergman en su libro Imágenes, la acción cinematográfica y simbólica a través del cine promete siempre un proceso estético-creacional basado en intenciones como en símbolos, funciones, formas expresivas y otros productos imaginarios que convocan la tradición de las imágenes en movimiento.

El texto audiovisual y las imágenes que movilizan acciones producen un diálogo entre las esferas, ritmos composicionales, asociaciones estéticas funcionales, objetos orgánicos e inorgánicos, cuerpos y estructuras de representación, así como las mediaciones que se producen para lograr un acercamiento entre dramaturgia, dirección, fotografía, espacio cinematográfico, tiempo cinematográfico, efectos especiales, post-producción y contacto con el espectador.

Todo lo anterior se puede hacer legible en películas como El beso de la mujer araña, dirigida por Héctor Babenco (1985), Gabriela clavo y canela, dirigida por Bruno Barreto (1984), Pedro Páramo, dirigida por Carlos Velo (1967), El gallo de oro, dirigida por Roberto Gavaldón (1964), Misión imposible 1, 2 y 3, dirigida por Brian de Palma, La isla desierta, dirigida por Martin Scorsese (2010),  y otros filmes que representan una vinculación con las nuevas experiencias cinematográficas, televisivas y videográficas.