Como resultado de la antigua, creciente e histórica crisis económica y política del pueblo haitiano, la República Dominicana ha sufrido en carne propia los problemas de la Patria de Dessalines, pues recaen sobre este lado de la isla. Voy más lejos al afirmar lo que no debe ser secreto para nadie, que la vecindad de Haití con nosotros es una amenaza latente y constante sobre nuestra seguridad nacional, sobre nuestra nacionalidad, identidad, y nuestros intereses patrios.
La inmigración haitiana a la República Dominicana, mayormente ilegal; aupada por gran cantidad de organismos internacionales y ONGs de Europa, Canadá y Estados Unidos, apoyada por sectores que propugnan por la fusión de ambas naciones; y lo peor, no enfrentada por las autoridades dominicanas; es de gran complejidad y volumen (unos 2 millones en la actualidad), que viene creciendo en proporciones aceleradas.
Este fenómeno ha sido tipificado de diversas maneras; por ejemplo, la Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros en noviembre del 2005 afirmaba que: “Su tipología es en estos momentos múltiple y complicada; reclamada y espontánea; personal, familiar y masiva; económica, racial, social, y política; libre y manipulada por bandas de traficantes de personas; regular e irregular; honesta y corrupta; terrorista y contrabandista (de armas y de drogas); temporal y permanente; privada e institucional; recreativa, laboral y profesional.
Para todos es sabido que en la República Dominicana no existen condiciones económicas, sociales ni culturales que permitan darle albergue a la cantidad exorbitante y sin ningún tipo de control de nacionales haitianos, con la agravante de que la mayoría de ellos, además de ser ilegales, no cuentan con ningún tipo de documento que permita ser regularizados en el país. Tampoco es ignorado por nadie que los problemas de los dominicanos se agravan cuando hay que destinar gran parte de los ingresos del Estado a esta población cada día más creciente. Esto implica que una parte importante de lo que le corresponde recibir a la población dominicana, ya sea en servicios, en presupuesto de salud, de educación, etc., se vea aminorado, lo que representa una retranca, que se refleja en el Desarrollo humano de los dominicanos más pobres.
Pero una gran parte de la Comunidad Internacional (C.I.) entiende que la República Dominicana debe asumir el problema haitiano llegando a fusionarse las dos naciones, de manera que promueven, incentivan y muchas veces financian el éxodo haitiano hacia esta parte de la isla.
Cuando se hace un análisis concienzudo sobre los efectos de las ocupaciones e intervenciones extranjeras “en representación de la Comunidad Internacional” en Haití, nos damos cuenta que en vez de contribuir a la solución del problema haitiano, más bien han agravado y profundizado la situación, pues la Comunidad Internacional nunca ha entendido la problemática haitiana en sus contextos histórico, etnográfico, cultural, religioso, político, y social de Haití. Más aún, han ignorado históricamente las relaciones dominico-haitianas y sus confrontaciones, que han puesto de manifiesto los sentimientos patrióticos de ambos pueblos. De igual manera, las mediaciones diplomáticas lo que han logrado ha sido situaciones más problemáticas.
Ante la magnitud de la gravedad que ha alcanzado el problema de esta inmigración, cabe preguntarse cual sería la actitud de la Comunidad Internacional si el gran éxodo que hoy vemos, se convierte en una poblada hacia territorio dominicano. Pero también, ¿cuál sería el accionar de nuestras autoridades? Esta última interrogante reviste de gran importancia, pues un Estado, y de manera marcada cuando hace frontera con otro con el que mantiene relaciones históricas tirantes, debe contar con planes estratégicos de defensa y seguridad. Nuestras fuerzas de defensa los tienen, esperemos que estén adecuados a la situación actual.
Antes de la supresión del Ejército haitiano en el año 1995, era más fácil para la República Dominicana establecer y mantener planes de defensa, pues nuestras fuerzas armadas tenían identificadas unas probables fuerzas antagonistas. Pero en el caso actual, que Haití no cuenta con fuerzas militares organizadas, resultaría cuesta arriba enfrentar milicias a “gente hambrienta”. Véase como ha perjudicado a la República Dominicana la falta de una institución armada en Haití. ¿ Era parte esta supresión, de los planes de fusión?
La C.I. sólo ayuda a Haití con ocupación militar y alguna ayuda económica precaria, pues dentro de su entendimiento, considera que la solución a la problemática haitiana está en el lado Este del Rio Masacre. Siendo así, como pueblo debemos estar atentos y resueltos a defender nuestro territorio y nuestra soberanía.
Presionemos como Estado, y ayudemos a concienciar a los países poderosos sobre el auxilio que necesita Haití, y que la República Dominicana no puede sola con el mayúsculo problema.