Idioma de las Furias (Ed. Colección Letras de Molde, Santo Domingo, 2000), es un poemario de 226 páginas, cuyo nacimiento ocurre con secuencias de vida y forma, acto y voluntad, intuición y razón del poema reconocido como lengua-lenguaje de mundo y vida de las cosas. El poeta Adrián Javier ha creado un catálogo de entidades visibles, sentientes y fantásticas, justificado como fragmentarium ontològico y experiencias de sentido en la órbita de una memoria identitaria, en la que encontramos los apoyos de complementos presentes y ancestrales.
Los arcana mundi de este poemario dan cuenta de una historia poética de los elementos que aparentemente se contradicen en la travesía de sus determinaciones. Desaparece en este libro la noción de verso, para ser acogida más bien la noción de fluencia y de confluencia poético-verbal.
Desde el primer momento de su lectura, lo que activa el poeta en este libro es un orden estético del signo-cuerpo y el signo-cosa, toda vez que una estética de mundos y de elementos naturales reproduce el ciclo de una imago trascendental y de un espacio intimado y constituido por las cualidades de poetemas y ritmemasas, que en el proceso proyectan una juntura textual, en cuyas membraciones sintácticas o aparentemente dispersas, lo visible acoge a una codificación activadora de mundos en contacto, pero sobre todo de mundos en conflicto y en suspenso.
Se organiza de esta manera un listado o estado de comienzo o listado o estado de desarrollo y un listado o estado de cierre de la representación que reclama la visión de un conjunto y de una autoridad literaria. En tal sentido, Idioma de las Furias es la materia y expresión de una obra intimada por el poeta Adrián Javier.
Se podría pensar que el dinamismo organizador de esta obra es el sello propio de un texto que mantiene, en su trayectoria, el sentido de una historia natural y fantástica de la creación y de la intuición; historia natural y poética de las cosas. La misma orientación de este libro supone también nuevos trazados y nuevos niveles de lectura poética que ponen en crisis la noción de poema y a algunas conocidas figuras del parnaso dominicano. Lo que actualiza un juicio en este caso es la exclusión y lo exclusivo, así como la amenaza de aquello que demanda el prejuicio y el desborde justificados por medio, o, a través del ecosistema de poder cultural en una isla que revela espacios e imágenes que inciden en la obra individual de un creador de mundos verbales.
Todo un muestrario percibido como objetología, cuadraje, caja de resonancia, de formas y cuerpos provenientes del imaginario cultural dominicano y caribeño; el mismo se expresa en el mapa de este libro que abre y a la vez cierra el concepto de representación, a partir de una textualidad movilizadora de miembros, mecanismos, fórmulas y extensiones de lo visible y lo sensible.
Justo en la página 213, el poema titulado “Posición Anterior”, abre una cuenca del lenguaje, una boca profunda del poema y sus rizomas:
“Como quiera que te pongas podrías ver el mundo/podrías ver la mar caminándote las sienes y el incendio dormido en un lucero colocando tu estatura/habrás tenido alguna vez la memoria de un día encontrado/tras la leve dicha de un derrumbe y habrás pensado quizás que la gema que el esquizo ansía no es tu voz sino el sereno que tu cuerpo atrapa/ya lo sabes/como quiera que te pongas/tendrás un ojo aguado y una gota de mi crimen/rodará imberbe por tu pecho/transparentado el beso que nos ofrece su taga/haciendo herida el aire/imaginación al fuego/transparentado el beso que nos ofrece tu llaga/haciendo herida el aire/imaginación al fuego/que nombra espada al rayo que te toma/como quiera que te pongas/mi rumbo está en tu fiesta/mi bosque está en tu grupo/y tu seno de loco/loco amor/está en mi espalda/bordeando desnudo melodías y amapolas/somos una llamarada/una montaña en trance/un iceberg emergiendo llovido sollozando/somos una marea de prisa/perdida/acalambrada”.
Es “Posición anterior” una vuelta al infierno o al paraíso, lugares de un abismo figural que se explica en el orden vertical, circular, horizontal o frontal de un lenguaje originario, inagotable en esta fábula del mundo y en el cuerpo de la poesía.
Pero el poeta no transige y más bien acepta el contrato con las cosas, sobre todo con esa deuda contraída en el origen. Poblada su voz por signos irreales, misteriosos y proclives al relato de las cosas, sus diversas inscripciones propician el orden y el caos como sistema de correspondencias. Todo lo cual hace coherente un recorrido de fondos y repliegues en el islario mismo del poema.
¿Cómo se llama la entidad en la “cosa” del poema? ¿Cómo la “cosa” moviliza una experiencia en cada poema? ¿Qué es el signo en este mapa, en esta geografía del origen?
“Cuadro, página, árbol, casa, secreto, luz, automóvil, mañana, cuerpo, ventana, lápiz, ciudad, espejo, puerta, puente, jaula, signo, cama, caballo, silla, hombre, borra, ataúd, forman una legión fantástica de iconos y cuadrajes situados en aquel pacto verbal, en cuya fuerza observamos el acoso y el “tempo” variado del poema. Se trata de una sinfonía, de un polilogos que obliga a deshacer el tejido o la tejedura de las cosas del mundo poético.
Sin embargo, la galaxia de objetos-signos procrea una alteridad visible en los fondos y cuerpos de la imaginación poética. El “trandem” verbal que aprieta resortes y apariencias, motiva los apoyos textuales a partir de textemas, ecos lingüístico, formas estilísticas dispuestas en superficies y profundidades poéticas.
Pero no se trata sólo de elementos lúdicos, o de que el poeta acuda al juego poético-verbal, sino de un mundo construido por visiones especulares y perfiladas en marcos de objetos surgentes de un imaginario biosignográfico y espectral fundado en puentes míticos y legendarios.
Asumido el espacio orbital y percepto-objetual en un relato poético centrado en la visión del otro como tipo mágico y relación, el signo produce las formas que adquieren valor en un marco significante atravesado por miradas y cuerpos mediante los cuales asoma la alteridad; y allí encontramos también al poeta como testigo y agente mítico, dinamizado por las estructuras tempo-espaciales de un universo originario y fundacional.