Para entender el momento histórico que se vive en el siglo XXI tenemos que manejar cinco ideologías o cosmovisiones de fe.
En primer lugar, debemos conocer la ESCOLÁSTICA, ideología que dominó Europa desde Tomas de Aquino hasta Martín Lutero, y que los autores clásicos relacionan con el “antiguo régimen” de la monarquía. La escolástica vino como respuesta al cesaro-papismo de los primeros siglos, con una iglesia que, después de perseguida, llegó al palacio del Emperador, y se embriagó con sus vinos y sus fornicaciones. Los escolásticos quisieron dar a la iglesia una base doctrinal, y se apoyaron en el pensamiento griego, y en la tradición eclesiástica, construyendo una ideología monárquica, dualista, y arropada por las supersticiones.
La segunda ideología que debemos conocer es la REFORMA RADICAL, paralela a la Reforma de Lutero, pero con claras líneas divisorias, pues Lutero enfrentó el clero y la escolástica, pero no la monarquía, lo que sí hizo la reforma radical, por ejemplo, en la rebelión campesina de Munstchen, cuando los anabaptistas tomaron la ciudad y establecieron un gobierno bajo el modelo del reino de Dios. Radicales fueron los menonitas,con sus comunidades para el bien común, aunque voluntarias y pacificas, lo mismo que los moravianos. Radicales fueron también los puritanos,quienes tomaron el poder con Oliverio Cromwell, y lanzaron en Inglaterra la Revolución Gloriosa de 1688, arrancando el poder a la monarquía,y entregándolo al parlamento, y estableciendo por primera vez el imperio de la ley. Radical fue Wesley, con su llamado al arrepentimiento y su denuncia de la explotación de los obreros, y su reclamo de justicia y solidaridad. Luego vendría Max Weber a vincular Revolución Industrial con el hombre protestante, pero, realmente debió referirse a esta Reforma Radical.
La tercera ideología es el FUNDAMENTALISMO, a principios del siglo XX, y es el momento cuando el evangelicalismo deviene en religión ultraconservadora, con su lista de reglas (no tabaco, no alcohol, no baile, no cine, no cosméticos, etc.); con iglesias para blancos e iglesias para negros; con restricciones al rol femenino, y con su anticomunismo militante y apoyo a la guerra de Vietnam, todo lo cual implicó un retroceso, desde la Reforma Radical, hacia un evangelicalismo conservador. De aquí es que viene la palabra ‘fundamentalista’, y que se aplica luego a otras religiones como el Islam, pero su origen proviene realmente del evangelicalismo en Estados Unidos, y es la cosmovisión que luego traen los misioneros a América Latina.
La cuarta ideología es el MOVIMIENTO HIPPIEcon sus consignas de “amor libre”, “mariguana”, “sí al amor y no a la guerra”, LSD, música rock, y esoterismo. Bajo esas consignas dos millones de adolescentes y jóvenes abandonaron sus casas para vivir en comunas, hasta que el escándalo con el asesinato de la actriz Sharon Tate, por la comuna de Charles Manson (1969), comenzó a crear una sombra de dudas, y el movimiento comenzó a decrecer, hasta desaparecer casi por completo. Lo importante es observar que los hippies respondieron al evangelicalismo fundamentalista, y se fueron justo al extremo opuesto, y en lugar de reglas, rompieron reglas; en lugar de apoyo a Vietnam, sacaron flores para enfrentarla guerra; en lugar de racismo o machismo formaron comunas inclusivas con respeto a la diversidad racial, sexual y cultural.
La última ideología para entender este siglo XXI es el POSTMODERNISMO, y surge sobre las cenizas del movimiento hippie, por intelectuales que recogen sus consignas, y las venden como progreso. El postmodernismo enfrenta los relatos del hombre moderno, marxismo o cristianismo, para construir un pensamiento relativista, inclusivo, subjetivista, y por el disfrute presente del placer. El postmodernismo es el alma del siglo XXI, y ha logrado destronar a las ideologías clásicas de la modernidad, algunas veces con críticas válidas, pero, casi siempre alrededor de tres tendencias principales: 1) relativismo ético, en contraste con el absolutismo de los viejos marxistas y con la reforma radical; 2) revolución sexual, con apertura a la homosexualidad y a las desviaciones sexuales en general, y 3)búsqueda de nuevas formas de religiosidad, sea esoterismo, Nueva Era, Islam o vudú, en fin, cualquier cosa que no sea el evangelicalismo.
El problema es que, después del movimiento hippie nada es igual, pues a fines del siglo pasado, de forma paralela al postmodernismo, se producen hechos que sugieren un viraje ideológico, por ejemplo: Vaticano II, en la iglesia católica (1965); Caída del Muro de Berlín (1989); la Perestroika (1986); movimiento de la Guerra Espiritual, en el evangelicalismo (1989), y, el Congreso de Beijing (1995).La cuestión es que hoy, con el papa Francisco, asistimos a un nuevo catolicismo; con Raúl Castro, a un nuevo marxismo; con la Guerra Espiritual (“demonios hasta en la sopa”), a un nuevo evangelicalismo, y a un nuevo feminismo, con las nuevas consignas de ‘derecho a decidir’, ‘ideología de genero’, y ‘agenda LGBT’.Lo malo es que se supone que todo sigue igual, y los marxistas no se dan cuenta de que la revolución del proletariado murió de obsolescencia; los católicos no se dan cuenta de que ya la iglesia no cree en el ‘agua bendita’; los evangélicos hoy pueden ser más supersticiosos que un católico medieval, y el feminismo ya no lucha por equidad, sino por privilegios de género.
Lo peor es que el postmodernismo, con su relativismo ético y sus sospechas de la familia nuclear, tiene precisamente las armas para desmontar el progreso que la modernidad había construido.
Pues, sin reglas de juego claras, y sin el predominio de la familia nuclear, es imposible construir la sociedad feliz.