Una vez que ha cesado la saturación del mes de la patria quiero reflexionar y compartir con ustedes algunas ideas en torno al tema de la identidad nacional. No lo hago como experto en el tema, sino como ciudadano inquieto que exorciza a través de la escritura aquello que le embarga en torno a la cultura, sobre todo, en lo relativo a lo que se ha llamado identidad dominicana.
El tema de la identidad es espinoso, sujeto a muchos malentendidos y enfoques contradictorios. Ello porque es un tema al que se recurre de modo interesado y sobre el cual pensamos que todos tenemos una opinión y que esta última, sin importar su sustento, es la válida. Basta con brindar un conjunto mas o menos coherente y sistemático de ideas para sostener la última verdad sobre la identidad, bien sea nacional o colectiva o bien sea personal o individual.
Como he realizado una distinción entre la identidad colectiva o cultural y la identidad individual o personal creo pertinente establecer un presupuesto y unas reflexiones extraídas de la hermenéutica de Paul Ricoeur. El presupuesto sería este: de la identidad colectiva, cultural o nacional solo se habla por analogía con la identidad personal. Sucede aquí lo que sucede con la llamada “memoria colectiva”, se habla de ella por analogía con la memoria individual en tanto que facultad humana. A partir de este presupuesto se puede establecer una serie de corolarios para el diálogo sobre qué hablamos cuando decimos “identidad”.
Un primer corolario es pensar la identidad como un constructo mental que surge de la reflexión y el análisis y no como una realidad de facto, como un hecho dado de forma permanente. La identidad está en el orden de la representación que hacemos de nosotros mismos, más que de un conjunto de elementos sustanciales sobre el carácter de una supuesta alma nacional, expresados en una narrativa fundacional común o en lo que consideramos como autóctono y que nos diferencia de otros grupos humanos. Aquí están las dos tendencias más frecuentes en la comprensión común de la identidad: la patriótica y la folklorista.
La tendencia patriótica enlaza la identidad colectiva al pasado, a lo sido y la institucionalidad heredada a través del tiempo. La identidad nacional resulta ser lo que ha permanecido del pasado y que, de alguna manera, nos condiciona en el presente y establece el modo en que pensamos el futuro. La tendencia patriótica mira el pasado como un escollo que imposibilita la construcción de lo nacional y marca lo nacional en la permanencia de unos rasgos ligados a la cultura y a la vida social. Los símbolos patrios, para esta tendencia, adquieren cierto fetichismo en vista de que se proyecta en la materialidad de estos el vínculo afectivo con la nación.
La tendencia folklorista piensa la identidad nacional como valoración y apropiación de la cultura. Reducida esta a unos componentes culinarios, costumbristas y paisajistas del tipo “soy x porque tengo y” o bien “soy x porque y”. El elemento “y” es un distintivo estereotipado de la colectividad. Esta es la reducción de la identidad a la mera cultura en su dimensión lúdica. Es cierto que en la identidad colectiva hay un componente cultural, pero no podemos reducirla a este.
Un segundo corolario, ligado al anterior, es pensar la identidad mediada por el lenguaje y centrada en la respuesta por el quién. Así se estaría en un concepto de identidad que se renueva, que asume la permanencia (lo instituido socialmente y que nos vienes del pasado heredado) y el cambio en el tiempo.
La identidad como permanencia y cambio garantiza la conexión entre lo dado y la novedad de la creatividad de la acción. No solo se mira al pasado, sino que se asume el presente para forjar el futuro imaginado como la concretización de una vida ética. La identidad es una respuesta auténtica que se da a la pregunta por el quién somos. La autenticidad de la respuesta está en el compromiso ético por la vida buena en instituciones justas.
La identidad nacional, por analogía con la identidad personal, es la respuesta ética de quien asume su existencia de cara al mundo, a los demás y a sí mismo.