Ante las manifestaciones de violencia que viene presentando nuestra sociedad y las soluciones planteadas por nuestras autoridades, una podría pensar que se trata de un problema sencillo, que basta con sensibilizar a los hombres mediante campañas, para que no sean machistas, ni violentos… Lamentablemente, la violencia hacia las mujeres tiene muchas manifestaciones que no son sólo la física; lo que hace de esto un problema social grave que afecta muchas sociedades.

Existen algunas sociedades donde los hombres no son ni  violentos, ni celosos, ni autoritarios. En ellas, se construye la identidad masculina a partir de rituales y patrones muy diferentes a las sociedades occidentales, donde se les exige a los varones la reafirmación del rol masculino, permanentemente.

Algunos especialistas de Men’s Studies han concluido que no existe un modelo de masculinidad universal,  ya que la masculinidad no constituye una esencia, sino una ideología, que tiende a justificar la dominación masculina. Sus formas cambian en el tiempo y en el espacio, y sólo subsiste el poder que el hombre ejerce sobre la mujer desde la estructura patriarcal.

Existe una diversidad de modelos masculinos de acuerdo a cada sociedad, y se ha podido observar  que la masculinidad ha cambiado según la época, la clase social, la edad y  la pertenencia a determinados grupos étnicos.

Pensamos que el caso de República Dominicana la violencia hacia la mujer pasa, además, por la construcción de  una identidad masculinidad accidentada, donde en su proceso de construcción, los varones  desde su nacimiento hasta la edad adulta, van registrando una serie de mensajes que disminuyen el valor de lo femenino. Es así como se ha generado una serie de conductas disfuncionales en los hombres que repercuten  en sus relaciones sociales.

Durante la construcción de la identidad masculina, la relación de las madres con los hijos es determinante, ya que cuanto más pesa una madre sobre los hijos, tanto más estos temerán a las mujeres, rehuyéndolas u oprimiéndolas. La interiorización de comportamientos maternales positivos le permitirán al niño construir las premisas de la autoestima, de acuerdo a Dierichs & Mitscherlich ([1]).

Partiendo del hecho de que la masculinidad se aprende y se construye, la sociedad generará condiciones de dominación y reproducción acordes con las características socio culturales, de esta realidad.

Creemos que la masculinidad generada por nuestra sociedad refuerza ciertas patologías en los hombres y refleja lo que está aconteciendo actualmente, a nivel del deterioro social y la pérdida de valores familiares. Esto conduce a los hombres a ser extremadamente  frágiles, inseguros y violentos, pero además a reproducir las condiciones patriarcales de dominación históricamente establecidas en las sociedades.

En el caso de República Dominicana la violencia hacia la mujer pasa, además, por la construcción de  una identidad masculinidad accidentada, donde en su proceso de construcción, los varones  desde su nacimiento hasta la edad adulta, van registrando una serie de mensajes que disminuyen el valor de lo femenino

Estos hombres, en su mayoría criados en familias mono parentales, de  mujeres solas, abandonadas rechazadas y maltratadas a su vez por padres no asumidos, son las que educan a estos hombres que terminan en el mejor de los casos abandonados por la madre que los envía a casa de la abuela o de otro familiar cercano.

También las madres se ven obligadas a ausentarse para poder enviar dinero a la persona que cuida del niño. Son madres ausentes que desean proteger los hijos carentes de toda protección. Muchos son los individuos de nuestra sociedad que han sido criados bajo este esquema de necesidad abandono y desamor; en hogares de mujeres solas y desesperadas, sin referentes masculinos y sin el apoyo de las instituciones estatales responsables y competentes.

La construcción de la identidad masculina en el niño pasa por la desvinculación con la madre, donde el niño pueda construir su identidad masculina, que parece más una reacción que una adhesión – ya que la no identificación de la madre (que debe darse a partir de los 3 años) se puede presentar mucho antes o nunca dadas las características socio económicas de las madres.

Se establece entonces una simbiosis prolongada  que deja secuelas en los individuos, ya que el fracaso de la separación con la madre engendra trastornos de la personalidad que van desde la transexualidad, psicosis, trastornos de identidad, desprecio hacia las mujeres, agresividad incontrolada y hambre del padre inexistente.

El individuo exigirá unas características especificas para ser hombre, para construir sus referentes masculinos en base a denigrar a la mujer y desarrollar conductas que refuercen su virilidad: se es rudo, ruidoso y beligerante, se toma, se fuma, hay que tener varias mujeres; todo esto dentro de un discurso, “sé fuerte como un hombre”, “las mujeres no sirven”, “los hombres no lloran”, “aquí no queremos maricones”, “no seas pendejo”…

Mientras que a las mujeres se les prepara para atender a los hombres y aceptar que ellos tengan mejores sueldos y privilegios generalizados, ya que para algunos “ser hombre” es una profesión.

Se construye así algo parecido a la relación ideológica entre el esclavo y el esclavista, la mujer  reproduce las relaciones de dominación que el sistema patriarcal ha diseñado para ella, en todos estos siglos de dominación.

Mientras el hombre, hoy día, está desarticulado en su masculinidad por una serie de transformaciones de lo femenino. Se enfrenta con una mujer cada vez más activa, preparada e independiente, que le aumenta sus frustraciones de  socialización, pues no ha sido formado para asumir sus deficiencias y debilidades.

Por otra parte, las mujeres que crían solas, suelen sobreproteger sus críos en un intento de compensar las carencias de los padres inexistentes e irresponsables. Y cuando no existe una fuente de identificación personal con los hombres, los hijos de padres ausentes en la sociedad contemporánea elaboraran su ideal masculino basado en identificarse con las imágenes culturales de la sociedad misma, como lo constata Nancy Chodorow ([2]), escogiendo hombres célebres como modelos masculinos.

En nuestra sociedad, al asumir la realidad de las madres más desfavorecidas, observamos que los varones tienden a identificarse con cantantes de géneros populares, boxeadores, peloteros o el violento Robin Hood del narco, que surge en nuestros barrios como una figura salvadora.

Sin lugar a dudas, nuestra violencia hacia la mujer es parte de esa violencia generalizada que nos arropa en las diferentes manifestaciones de nuestra cotidianidad – ya que se trata de un problema de nuestra sociedad,  pero sobre todo, de un problema político, como destaca Lily Muñoz ([3]). Ello no puede ser erradicado sin antes desmantelar y transformar este sistema que construye seres violentos desde una perspectiva económica, política y cultural enrarecida. En esta medida, el problema de la violencia hacia la mujer en nuestra sociedad debe trabajarse con rigor y seriedad, quedando claro que no se solucionará con campañas.


[1] Helga Dierichs y Margarete Mitscherlich. Des Hommes, Édition des Femmes, 1983.

[2] Nancy Chodorow, The Reprodution of Mothering, Psychoanalysis and the Sociology of Gender

1978 University of California Press

[3] La Violencia contra la Mujer es un problema Politico, ALAI AMLatina 25/11/11.