Hay distintos enfoques desde los cuales acercarse al tema de la identidad cultural de una nación o a la identidad personal de los individuos. Suspendiendo estos distintos enfoques, en el análisis de la identidad podemos distinguir dos tipos de comprensión, a saber: la sustancialista o la narrativa.
Comprender la identidad de un modo sustancialista supone la unidad del yo; somos un todo homogéneo y como tal nos identificamos como algo que “hemos-sido” y “seguimos siendo” el mismo y lo mismo, a pesar de los cambios en los elementos accidentales. Estos últimos no afectan a este núcleo sustancial que identificamos con el yo.
El problema con esta mirada sustancial a la identidad es que se monta sobre una ilusión psicológica: la unidad de la conciencia. Freud se encargó, a juicio de Paul Ricoeur, de desmantelar esta ilusión de la misma forma en que Marx y Nietzsche lo hacen sobre lo social y lo cultural. Ellos son los maestros de la sospecha.
La comprensión de la identidad alterna al modelo sustancialista en el modelo de la identidad narrativa, formulado por Paul Ricoeur en varias de sus obras. Cronológicamente, la primera vez es en el tercer volumen de Tiempo y Narración (1985). Luego en la monumental obra Sí mismo como otro (1990) y, de forma breve, en un ensayo titulado precisamente “La identidad Narrativa” (1998).
El presupuesto de Ricoeur para hablar de identidad narrativa es que solo accedemos a la conciencia por mediación de los signos y símbolos inscritos en nuestra cultura. No hay ningún acceso inmediato a la conciencia, sino que este acceso es mediado por la cultura y el lenguaje. De rigor, esta convicción filosófica es una crítica frontal a la analítica del Dasein de Martín Heidegger y contra la ideología (en el mal sentido de la palabra) del texto absoluto de parte del estructuralismo. En Paul Ricoeur, siguiendo críticamente la tradición hermenéutica romántica, el lenguaje y la vida se interconectan de tal forma que es imposible pensar al ser humano y sus productos culturales, si no es desde una perspectiva lingüística. Según Gadamer, el lenguaje no es sólo un instrumento de comunicación entre individuos, es también la posibilidad para construir el mundo y para configurarse a sí mismo en relación con los demás.
En esta perspectiva lingüística es que se alza la propuesta ricoeuriana de la identidad narrativa como configuración de un sujeto capaz. ¿En qué consiste la identidad narrativa? En breves palabras del autor: “la identidad narrativa es la identidad que el sujeto alcanza mediante la función narrativa” (cf. “La identidad narrativa” en P. Ricoeur (1998). Historia y Narratividad Buenos Aires: Paidós).
La identidad narrativa no se entiende sin la función narrativa. Esta última es la dimensión antropológica que permite desglosar la configuración de sí y la autoidentificación reflexiva de un sujeto que sigue siendo el mismo (la identidad como mismidad) a pesar de los cambios en el tiempo (la identidad como ipseidad). La función narrativa es la manera en que nos comprendemos en el marco de la temporalidad, de nuestra existencia temporal entre el nacimiento y la muerte como acontecimientos que demarcan el curso vital del individuo. Como bien dice el propio Ricoeur “en el marco de toda una vida la experiencia humana relatada es la experiencia de la temporalidad…esta solo se dice si es narrada…” (Ibid.).
En el marco de la totalidad de una vida, en la medida en que podemos narrar nuestra existencia temporal, nuestra historicidad, podemos configurarnos narrativamente como el sujeto capaz que ha construido su propia trama desde la intencionalidad ética bajo el tamiz del imperativo moral.
La identidad narrativa es la identificación de un sí mismo reflexivo con sus productos más significativos, esto es, sus productos autoidentificadores desde el marco deliberativo de la praxis humana. Esta identificación del sí y la reflexividad práxica es posible por la construcción narrativa de una vida, es decir, relatándose a sí mismo por y en la mediación de la cultura.
La identidad narrativa no es solo la posibilidad individual de autoconfiguración, lo mismo se da en el ámbito colectivo de las naciones, incluso es más visible en este ámbito nacional. Los pueblos se narran y se autodescubren en sus narraciones fundantes.