Nuestro gobierno, con recursos del BID, gasta millones de dólares para mejorar los aspectos físicos de nuestra ciudad (no zona) colonial. Se nos han ocurrido cuatro ideas bien baratas y prácticas que harían que la misma fuese más atractiva a los turistas extranjeros que la visitan:
- Auspiciar, como se hace en La Habana y Cartagena de Indias, la presencia de marchantas, con sus tradicionales canastas con frutas en la cabeza y trajes a la antigua. Aunque, al principio, nuestro eficiente alcalde David Collado tendría que pagarle algo a estas marchantas, pronto descubrirían que posando para los turistas recibirían propinas que excederían por mucho los pequeños sueldos recibidos.
- En un viaje a Croacia ubiqué una de las tantas antiguas iglesias católicas que ya no funcionan como tales, pues ya no están consagradas. En ella persiste la costumbre, enfatizada, por supuesto, por los guías turísticos, de jalar una larga soga que conecta a una campana ubicada en el techo para que esta doble, es decir suene. La tradición es que la pareja que lo haga y que no ha tenido hijos, los tendrá, las que están embarazadas tendrán hijos sanos, el que bajo ella declare su amor a su pareja vivirá feliz, etc. No hay turista que deje de jalar la soga y se fotografíe haciéndolo. En nuestra ciudad (reitero, no zona) colonial existe la vieja Capilla de Los Remedios en la calle Las Damas esquina Mercedes. Hoy día tan solo se utiliza para actos culturales. Al momento de entrar, si el lector mira hacia arriba, verá el lugar donde antes estaba una de sus campanas. ¿Cuánto cuesta una campana y una soga, pagadas por nuestro ministro de Turismo?
- Hablando de campanas, sugerimos que el arzobispo de nuestra ciudad autorice a que cada hora, a partir de las 7:00 AM y hasta los oficios de las vísperas (el anochecer, “después de nona y antes de completas”) se toquen las campanas de las siete (7?) iglesias de nuestra ciudad colonial. Ojalá con timbres diferentes. Eso conmovería hasta al más desalmado. Pero no es cuestión de obligar a infelices niños monaguillos a treparse al campanario, ni de que el almuédano en ayunas se suba al minarete de la mezquita. Hoy día las llamadas a la oración se hacen usando cintas pregrabadas, a través de altoparlantes y con computadoras. Lo mismo sabemos que ya se hace con relación a las campanas de iglesias en algunas ciudades europeas.
- No es verdad que el almirante de la mar oceana, de cuyo apellido provienen las tristes palabras “colonia” y “colonialismo” (no escribo su apellido por temor al “fukú”), estuvo preso y con grilletes en la Torre del Homenaje, donde sí sufrieron muchos políticos y patriotas dominicanos. En aquella época la ciudad aún estaba en la zona oriental, hoy Villa Duarte. Hará unos 20 años que arqueólogos dominicanos, después de estudiar los textos de la época, ubicaron al profundo foso donde estuvo el almirante. Fue excavado, pero por falta de recursos para adecuar el lugar, fue de nuevo tapado. Está a orillas del río Ozama, entre Molinos Dominicanos y la Capilla del Rosario. Es cuestión de re excavarlo de nuevo, ponerle algún tipo de techo y unos peldaños para obtener buen acceso al mismo desde la parte llana. Los turistas indudablemente quedarían impresionados al contrastar el imponente faro que está no muy lejos de allí con el foso donde permaneció el almirante hasta que llegó la carabela que lo transportó a España. Además, muchos turistas están llegando en barco por esa margen oriental, a través de la terminal de Sans Soucí, por lo que le queda cerca.
Ya más caro sería un son et lumiere en el patio de la Fortaleza, donde se contaría la historia de la ciudad (no zona) primada. Con suerte la boletería cubriría el costo.