República Dominicana ha sido afectada parcialmente por dos fenómenos naturales importantes.  Los huracanes Irma y María atravesaron e impactaron con toda su fuerza  varias islas del Caribe, y en su trayecto, el norte del país sufrió el embate de los vientos y toda la carga de las aguas desatadas.

Los efectos de los huracanes Irma y María evidencian un elemento proclive a permanecer oculto, en la lógica de la actual racionalidad: Los huracanes tienden a ser  fenómenos sesgados en sus impactos.  Las personas que más sufren, los especialmente vulnerables, por vivir en zonas de alto riesgo o en viviendas con estructuras muy débiles, son los más pobres.

La primera vez que conocí la disociación entre pobreza y pobres, fue por el sacerdote jesuita Tomás Marrero, S.J. :“No se trata de pobreza, se trata de personas pobres, de en-pobres-sidos[1]” nos dijo hace muchos años a un grupo de adolescentes.  Hacia  la referencia a los pobres situándolos como sujetos, al reivindicar su condición humana, más que de objetos de “ayuda”.

El concepto Pobreza se ha vuelto aséptico, neutral, casi insípido, en ocasiones hasta descarnado.  Desde la actual racionalidad económica la pobreza es un dato, una cifra estadística y es  discutida en términos de clasificación social en función de la renta, el énfasis en la distribución de los ingresos.  Con esa perspectiva como base se construyen los indicadores monetarios.

En la construcción de indicadores orientados hacia un perfil más humanista, como los construidos para los Informes de Desarrollo Humano del Programa de la Naciones Unidas, el dominio de esa racionalidad se hace presente.  Esta última perspectiva, aun cuando integra elementos más estructurales, el tema de la pobreza es tratado recurriendo al concepto de exclusión, como lo que se opone a la inclusión dentro de la sociedad y con ella al mercado[2].

Ambas líneas de pensamiento permiten y justifican los programas de protección social, en donde el énfasis se centra en las características y formas de la “ayuda social focalizada” a través de programas de “reducción de la pobreza”.

En la mayoría de los casos los gobiernos “progresistas” de América Latina, han mostrado preocupación por disminuir la pobreza. Desde esta lógica de pensamiento se definen políticas sociales de las que pueden distinguirse algunos aspectos comunes:

  1. La focalización, que responde a la urgencia enfrentar problemas sociales amplios con fondos recortados, buscando el uso más “eficiente” de recursos escasos. Esto implica identificar, localizar, regular a las personas pobres.
  2. Lo asistencial, es decir, brindar “ayuda” a los grupos sociales más vulnerables en cuestiones apremiantes para la supervivencia.  En este contexto aparecen los programas de subsidio sociales gubernamentales, con énfasis en los paquetes de transferencias condicionadas o las “ayudas” municipales.  Con toda la carga de uso político-clientelar que esto puede significar.
  3. La Descentralización de la “política social” hacia gobiernos locales, instituciones, organizaciones sin fines de Lucro, iglesias, etc. En la misma lógica del uso” eficiente” de recursos, de focalización-asistencia aparecen programas de apoyo provinciales, barriales, etc.

La amplitud o estrechez de estas “políticas” en términos de los temas que aborda o su cobertura son los matices diferenciados que se discuten dentro de la racionalidad económica presente.

La limitación general y de fondo es que no se cuestionan de las estructuras que perpetúan la condición de pobreza ni relaciones sociales que la  reproducen, es decir.  Para comprender la pobreza, hay entonces que conocer el tipo de relaciones sociales existentes y sus mecanismos de reproducción, porque la pobreza se construye socialmente.

Con las cuestiones económicas, puede olvidarse que el ser humano es también un ser de relaciones.  Una persona pobre, (blanca o negra, hombre o mujer) sufre dos tipos de dolores: a) el dolor corporal del hambre y la necesidad radical de satisfacerla[3] ; y b) el dolor de la humillación por ser pobre, por el hecho de que su hambre no es reconocida como un problema importante porque él (sujeto) no es considerado una persona importante[4].

El dolor del hambre se olvida cuando se come, el dolor de la humillación permanece aun cuando el estómago está lleno, solamente es superado cuando la persona pobre es tratada como un ser humano, un ser reconocido como sujeto vivo.

Si perdemos de vista la parte humana la “lucha contra la pobreza” se vuelve instrumental, y la crítica se vuelve abstracta y no posibilita pensar y proponer un modelo concreto, se queda en la mera asistencia, que luego se convierte en botín clientelar

La base para la construcción efectiva de una propuesta para superar la pobreza pasa por el reconocimiento de los pobres como sujetos, entonces se transforma en lucha contra los mecanismos que reproducen esa condición.  Es superar la asistencia, es reconocer que hay que transformar junto a la base productiva, el tipo de relaciones intersubjetivas que se tejen y la propia concepción instrumental que convierte la persona en un dato.

Entonces el impacto de los huracanes, fenómenos naturales, se convierten en desastres y no pocas veces en tragedias humanas, para las personas que viven en zona de riesgo, nos hacen reconocer que son más que un dato o un indicador.

[1] Dice Tomas Marrero S.J. En pobres convertidos, no son pobres, fueron convertidos en pobre por un sistema que los fabrica.  Esa misma lógica afirma Jung Mo Sung. Teólogo y Economista brasileño de origen coreano: “Conceptos como solidaridad o comunidad son necesarios, pero no son suficientes cuando hablamos de relaciones sociales de producción, de sistemas de producción y distribución de riqueza.”.

[2] Sobre el concepto capital humano, se han desarrollado varios análisis la instrumentalización de la educación, la formación, la capacidad de trabajo y la salud del hombre, y aún de su propio ser, las cuales se considera quedan cosificadas al ser convertidas en mercancías para el mercado, definido un precio y no necesariamente como construcción de una vida digna, para una sociedad mejor.

[3] Seguin Agnes Heller.

[4] Jung Mo Sung.