De la ciudad de Santiago y de todo el país, el Dr. Rafael Cantisano supo ganarse el afecto de quienes lo tuvimos cerca, lo tratamos como amigo, colega, familiar, allegado o paciente, Su humildad, su profesionalidad, su trato, su sensibilidad social y humana, su desprendimiento, su parsimonia, su sentido de escuchar, su bonhomía, su calidad humana, su ternura para con los demás y sobre todo, su vocación universalista, enciclopedista en los intereses del saber lo llevaron a la medicina y a transitar otros caminos de las ciencias sociales y humanística como la medicina social, la antropología, la sociología y el folklore en sentido general.

La comunidad del Mamey de Puerto Plata, acoge al joven profesional en su pasantía y desde ella se expande su bondad y contacto con los campesinos y pobladores de las comunidades de su entorno  construyendo un referente que hoy se valora y respete entre quienes tuvieron la dicha de ser tratado como paciente, como amigo o conocido por el Dr. Cantisano.

Su llegada a los pueblos puertoplateños, lo inclina por conocer su gente, sus formas culturales, socializando con ellos y creando amistada y hasta vínculos primarios como compadrazgo. Tal vez pocos antropólogos, entre otras excepciones la de June Rosenberg y Martha Ellen Davis, han tenido la oportunidad de sumergirse con tanta profundidad en los estilos de vida del dominicano común, de sus hábitos, tradiciones, divertimentos, y otras formas de vida que traducían una identidad rural profundamente espontánea y sencilla.

Luego de experimentar con los pueblos cercanos al Mamey, siguió extendiendo su área de influencia y contactos llegando a marcar poblados lejanos, hasta que finalmente llega a lo que hoy se conoce como Villa Isabela y la Isabela Histórica, donde pudo establecer un sitio, que más de veraneo, lo era de trabajo, de comunicación con sus gentes, de medicina social y de creación de vínculos que lo convirtieron en un hombre de bien, bondadosos, desprendido, entregado en su trabajo social, sensible ante la pobreza de muchas de sus gentes, colaborador con sus limitaciones, a tal punto que se hizo un colaborador de operativos médicos con sus amigos y colegas que lo apoyaron en su obra de gran calidad humana y le acompañaban algunos fines de semana en tareas médicas preventivas y de ayuda de medicamentos.

Por eso marcó tanto a los campesinos de la región y su nombre truena en los rincones más lejanos de los centros de poder y acomodados, escogiendo Cantisano, el camino de la medicina humanística y de contenido social. Con razón dicen sus antiguos pacientes que si tenían dinero bien, y si no tenía también. Hoy esa manera de ejercer la medicina resulta muy escasa, muy poco común entre las nuevas generaciones, porque las estrecheces y desatenciones siguen siendo las mismas, en su caso, asumió un compromiso del lado de los pobres y de la medicina comprometida, que le dejó una obra, un nombre, una impronta y un ejemplo. En su nombre se honra el Hospital recién inaugurada: Dr. Rafael Cantisano, bien ganado, es esa la resonancia de su obra y legitimidad que da uncamino recorrido a favor de una vida profesional junto a su pueblo.

Muchos le pagaban con animales: pollos, huevos, carne que casi siempre rechazaba. Quizás un buen café en una enramada le era suficiente en cualquiera de esos campos donde se traslada creando una red social afectiva o de pacientes, en los cuales era evidente que establecía más allá de su profesión, relaciones primarias, preocupándose por todo  y por todos.

Es como también en su trascendencia humanística, integra otros ejes en su vivencia, por esos alejados poblados, la cultura campesina, y el imaginario medico folklórico de sus gentes, escribiendo una obra necesaria para todo estudiante de medicina sobre la medicina folklórica dominicana, insumos seleccionados de su intenso trabajo de campo en sus comunidades y entre sus gentes, como lo fue finalmente su interés por el folklore y las tradiciones, que lo llevan a gestar un encuentro de cultura campesina llamado Festival de la Isabela, en el llamado Castillo de la Isabela, ciudad que por dejadez oficial se ha relegado, pero que no puede esconder su dimensión histórica por ser la Primer Villa de América, hoy Museo de la Isabela,

Ese pasado, conjugado con un ejercicio médico sano y humanística, al que luego se agrega un reconocimiento y respeto por la medicina tradicional de sus gentes desde la visión de un científico que no descartó otras miradas de curación y finalmente concluyendo con un  reconocimiento de la cultura de sus gentes a través del Festival de la Isabela, apoyado en sus iniciativas por sus portadores y sus pobladores, autoridades locales, colegas, prensa nacional e investigadores que le reconocieron la loable iniciativa y hoy pensada a distancia, se conjugan todos en una sola propuesta: una medicina hecha con humanismo, por un humanistas; el Dr. Rafael Cantisano. Paz a sus restos y valoración  y reconocimiento a su obra médica, social, cultural, y a su condición humanista.