La vida entera de Juan Bosch es una luminosa estela engendrada por el perfil de un hombre de verdad: los relieves de esta vida ejemplar nacen de su altura moral, su proporción se agiganta situándolo en las circunstancias malsanas y extraordinarias que le toco vivir, su espíritu cobra profundidad en el combate y en dolor.
El Don Juan es uno de los dominicanos que merece mayor reverencia en la historia de la Republica dominicana. Componentes personales y circunstancias históricas se conjugaron para conferirle un papel de primer orden en la institución como pueblo Dominicano y en la historia general del país durante la segunda mitad del siglo XX. Puso su aguda inteligencia al servicio de las causas que creía correctas, expuestas en una vasta producción de piezas oratorias, tanto obras literarias, como políticas, que lo elevaron a la condición del entendedor de la cultura dominicana por antonomasia.
Todo individuo que anida en su corazón y en todo su ser la intención de ser hombre social valoriza la educación como fuente poderosa que lo llevará a una meta concreta: el progreso y el bienestar de su patria.
El profesor Juan Bosch se siente hijo de un pueblo, miembro de una sociedad, se preocupa por llegar a adquirir una capacidad intelectual que le permita cooperar en las acciones progresistas de su patria y en la conquista liberadora por la cual el pueblo ha luchado toda la vida.
Para Don Juan, la educación integral tiene como finalidad llevar al individuo al servicio y al sacrificio por el bien de la humanidad, influyendo en el alma sensible de cada individuo. Tiene como importancia llevar al educando a los estudios de nuestra cultura como pueblo, formándole una idea de sus deberes respecto a su país. En la educación integral, es importante integrarse al servicio y al sacrificio por los demás.
Según Don Juan, el fin último de la educación es llevar a la moral más alta y al patriotismo verdadero. Para él, la civilización y moralización es lo mismo. Moralizar es formar hombres de su deber.
La ciencia social sigue nuevos rumbos, evoluciona, se transforma; pero en la época de de Don Juan, era una ciencia no desarrollada en su plenitud, poco más que un concepto y una palabra engendrados por pensadores. Y él supo desarrollar ese concepto y dar a las palabras un alcance definido, en momentos en que aún se andaba a pruebas en ese campo. Don Juan también incluyó la Sociología con su obra Composición Social.
Tanto han llamado a Don Juan el humanista dominicano, que debo considerar este aspecto suyo como cosa aparte de su idea sobre la política. Como humanista, se remonta más allá del continente americano. Estudia la cultura universal, y sobre todo la europea, como base a la nuestra en Santo Domingo. Por lo tanto, él fue primero un humanista, fundamentalmente dominicano y por último, debido a su universalidad, fue un humanista universal.
Don Juan fue un humanista real, no de abstracciones. Su máxima preocupación era el hombre como ente social concreto. Por eso podemos decir que sus ideas eran vivas y penetrantes, capaces de buscar en las aguas tranquilas de lo tradicional para sacar algo nuevo y eficaz. El humanismo social es una doctrina universal que Don Juan, el antillano que fue ciudadano de América, practicó con pasión esencial, preocupado por el rigor de la práctica política, basado en la integración de los Dominicanos.
Un aporte humanístico de Don Juan es el papel de la mujer en la sociedad, porque él aboga por una educación política para ella, ya que ésta es tan educable como el hombre, y ésta avanzará en sus conocimientos personales en la medida en que esté más educada su conciencia.
Para Don Juan, la sociedad y la moral no pueden tomar puntos diferentes, porque una sociedad sin moral es un grupo de personas, no una sociedad. Para que esta sea sociedad tiene que estar acorde con las leyes y principios que nos da la educación moral que hemos recibido de la sociedad, que es esencialmente moralizante, y si no es así, no se puede conseguir una verdadera sociedad.
Don Juan no fue comprendido en ese momento histórico, porque pretendía proponer un modelo político diferente. Las visiones científicas y éticas que quiso explicar fueron vistas sospechosas y no aplicables, como una aspiración ideal. Pero dos fuerzas disolventes operaban en la República Dominicana. Por un sector, la tradicional, la caudillista, y por el otro los intereses financiero y estratégico de sectores oscuros.