El Humanismo surgido como alternativa de enfoque y contrapeso al paradigma desarrollista. Una vez iniciada la Revolución Industrial, el Mundo Europeo se embarcaba hacia la modernidad y el desarrollo, acompañado del modo de producción capitalista y la burguesía como clase promisoria de los nuevos tiempos.
Junto al Humanismo surgieron otros enfoques como el Liberalismo, que daba primacía al libre comercio, el Enciclopedismo afanado en una visión global y total del saber y por supuesto, el más descollante de estos enfoques; el Racionalismo, que pensaba con la frialdad de los números y la insensibilidad de los resultados, muchas veces, sin importarles el costo humano y social de sus iniciativas.
Se podría afirmar que gracias al éxito alcanzado por el racionalismo, el capitalismo logró los avances tecnológicos, urbanos, industriales y científicos que hemos tenidos en los últimos tres siglos.
No obstante, es visible la fragilidad sobre la cual se monta este desarrollo y progreso social. Para advertir de los desaciertos, para sensibilizar la razón y para producir el equilibrio necesario, el humanismo interviene solo con el propósito de que fuere tomado en cuenta al ser humano, que los avances y el progreso, no lo avasallaran.
Pensadores del calibre de Juan Bosch, humanista y agudo, pero también hombre de acción, se ven, en muchos casos, presos del militantismo político-partidario, desfigurando la trascendencia de su pensamiento al ser instrumentalizado por parcelas sociales interesadas en un uso conveniente de sus ideas, no así de su obra, que va más allá del estatismo partidario o ideológico
Hoy en medio de la avalancha de sinsabores producidos por el pensamiento social y los fallidos intentos de construir un mundo mejor, sociedades más equitativas, resultados más evidentes para todos o un conjunto mayor de personas; el humanismo se ve relegado, ante la embestida histórica que ha recibido del racionalismo, pues la mayoría de las ideas hegemónicas en la planificación social vienen o se relacionan a este: el positivismo, el marxismo, el liberalismo, y otras que procuran avances, en algunos casos, a un costo humano, social y medioambiental, alto.
Tal vez en nuestro país traducimos esta reflexión viendo cómo ha sido relegado el humanismo que antaño caracterizaba a muchos de nuestros pensadores e intelectuales modernos, sustituido hoy por un inmediatismo y practicismo distante de lo sensible, lo humano y lo lógico.
Aquí podría decirse sin pecar de exagerado, que ha triunfado un instrumentalismo racionalistas fallido, qué decimos con eso? Un esfuerzo por justiciarlo todo, aun sabiendo lo inhumano del mismo, lo insensible que resultaría su aplicación y lo lejano a toda justicia social y humana.
Sin embargo, leemos muy pocas plumas en defensa de ese humanismo fundamental en toda sociedad que progresa, pues sin el ser humano, no puede medirse ningún resultado de progreso ya que es él quien debe ser impactado en lo inmediato con sus resultados.
Ideas y juicios racionalistas se hacen acompañar de argumentos baladíes para justificar iniciativas, acciones y desaciertos en la conducción social donde lo humano o el medioambiente se sacrifica, en función de unos resultados numéricos, matemáticos, pero poco efectivos en cuanto al mejoramiento de la calidad de vida de la gente. Veamos pues como ejemplo, los números de la macro y la micro economía, que si bien responden a comportamientos de la economía, su manipulación desdice de su impacto social y en la calidad de vida de la gente. Racionalismo puro que se ve en cuadros y modelos matemáticos, no así en resultados efectivos en la gente.
Otros temas podrían revelar cuán frágil se encuentra el humanismo hoy a tal punto que los pensadores terminan acomodando el discurso a la conveniencia del poder y tuercen en algunos casos, resultados e interpretaciones en provecho de conveniencias particulares, políticas o económicas…humanismo sería reflexionar sobre cada una de ellas a partir de su impacto en la gente.
Pensadores del calibre de Juan Bosch, humanista y agudo, pero también hombre de acción, se ven, en muchos casos, presos del militantismo político-partidario, desfigurando la trascendencia de su pensamiento al ser instrumentalizado por parcelas sociales interesadas en un uso conveniente de sus ideas, no así de su obra, que va más allá del estatismo partidario o ideológico.
La carencia de una corriente fuerte de pensadores humanistas en el país, abre espacio a la pobreza de espíritu intelectual, que al justificar el modelo desarrollista nuestro, olvida el compromiso con el ser humano, es cuando hablamos de la fragilidad del humanismo dominicano hoy. Humanismo no quiere decir, oposición al desarrollo, sino un desarrollo con rostro humano, un contrapunto crítico al desarrollo, valga la aclaración.