Las huelgas en sus orígenes atacaban directamente a los grupos de poder donde les dolía. Las primeras huelgas conocidas en occidente fueron contra los abusos de las monarquías y sus emperadores. ”La primera huelga reconocida tácitamente tuvo lugar en el antiguo Egipto. Ocurrió  en el Valle de los Reyes, en el siglo XII a. C. Los obreros y artesanos que edificaban la tumba de Ramsés III soltaron las herramientas y fueron al templo donde se acopiaban las cosechas. Se les debía por cabeza, desde hacía tres semanas, cuatro sacos de trigo y uno y medio de cebada. Temerosos de un estallido popular, los sacerdotes entregaron el grano a los trabajadores sin rechistar y sin represalias posteriores, aun cuando esto metió a los religiosos en problemas con el poderoso gobernador de Tebas, el causante del retraso en la paga”. (historiayviajes.wordpress.com). En la antigua Roma también se experimentaron sucesivas huelgas contra las políticas fiscales impuestas por el imperio.

Sin embargo, las huelgas como las conocemos hoy día, es el método de lucha desarrollado por las clases trabajadoras en Europa durante el auge de la revolución industrial, de expansión de la clase obrera y del movimiento socialista. Las huelgas modernas en su definición y naturaleza social e ideológica son la confrontación entre el trabajo y el capital. Estas toman mayor profundidad cuando ya no sólo tocaban los conflictos entre el trabajador y el capital, sino que se convirtieron en un instrumento de defensa de los derechos humanos y ciudadanos, pasando del campo de la economía a lo político y social. Entre estos derechos por los cuales se han hecho huelgas en la historia han sido precisamente el derecho a la salud y la educación.

La sociedad dominicana desde hace décadas ha venido experimentando un absurdo histórico, lo cual revela la falta de creatividad y visión de una parte del liderazgo social. Son las huelgas de paralización de los servicios públicos de salud y educación. Las huelgas siempre se orientan a perjudicar los intereses del Estado y los patrones, no los derechos ciudadanos. Ninguna huelga es política ni éticamente aceptable si la misma va contra los derechos humanos. Paralizar los servicios públicos de salud y educación afectando a los pobres es negación de derechos.

Las huelgas son un método legítimo para defender los derechos ciudadanos o de un sector en particular. Son necesarias cuando estos derechos son negados. Las huelgas se centran en debilitar al Estado o los patrones, no son para arrebatarles los derechos vitales a los ciudadanos/as. Las clases medias y los ricos tienen sus hijos en colegios y reciben servicios de salud en centros privados. Son los pobres los que tienen sus hijos en las escuelas públicas. Son los pobres los que hacen uso de los servicios públicos de salud.

Mucho menos se pueden aceptar como válidas las huelgas que van en contra de los cambios y transformaciones del Estado, las que son para negar u oponerse a las reformas históricamente rezagadas en los sectores de la salud y la educación. Cuando esto sucede, el método se vuelve conservador y útil para reproducir los atrasos sociales y en su esencia funcional para el estatus quo. Cuando las huelgas atacan la educación paralizando las clases, su efecto es la profundización del atraso social y la ignorancia en la población. Harto sabido es que a mayor nivel de ignorancia de un pueblo más fácil se hace su dominio. En el caso de la salud, las paralizaciones aumentan el gasto del bolsillo de los pobres y su calidad de vida. La salud es un derecho humano y por ende no puede estar expuesta a las leyes del mercado y abierta a los grupos de intereses.

Estos tipos de huelgas responden a una visión corporativista de las luchas sociales. Están enfocadas en la defensa única y exclusiva de un sector sin la articulación con otros movimientos. La lucha por la salud y la educación debe ser parte de todo un movimiento coordinado con una visión global de defensa de derechos. Los gremios de la salud y del área educativa, para romper con su limitada visión corporativista deben coordinarse en sus luchas con los movimientos barriales, feministas, ecológicos, laborales, entre otros. Esta ruptura con el corporativismo se hace posible cuando detrás de las luchas sociales hay una perspectiva de país, de cambios y reformas estructurales que trascienden la inmediatez.