En los tiempos de la colonia existió un tipo de comercio conocido como el Ventorro. Estos eran espacios de expendios de bebidas, principalmente.
Conforme pasó el tiempo y evolucionó el número de habitantes y las intenciones de consumo también se acrecentó la demanda de productos y así surgieron una especie de ventorros más pequeños denominados ventorrillos con los fines de ofrecer mercancía que estaba estrictamente diseñada para artículos de consumo comestibles como carnes, verduras, etc.
Pareciera que era al revés, pero no, los ventorrillos fueron primero que los colmados. Esto último es una evolución del ventorrillo donde ahora se conjugaban en un mismo espacio la venta de bebidas alcohólicas con productos comestibles y de otra índole para el hogar.
Por último tenemos el colmadón. En el colmado, por lo general, las bebidas se ofertaban pero no para consumirlas en el mismo espacio, sino para que las personas la compraran y las ingieran en otro lugar que casi siempre era el hogar. El colmadón brinda ahora la oportunidad del espacio para el festejo, el consumo de las bebidas en el mismo establecimiento, espacios para bailar, y también para adquirir diferentes productos. El colmadón conjuga el gozo y el gasto en diferentes áreas.
En el caso de los colmados, en su gran mayoría, están ubicados en las zonas empobrecidas en especial los barrios capitalinos y en los campos. Los niveles de pobreza en que se vive obligan a los dueños a tener ciertas consideraciones con los clientes a quienes se les facilita la oportunidad de tomar los productos que necesite y pagarlos después, un acto conocido como el fiao.
En esta práctica entran mansos y cimarrones. Me refiero a los que pagan religiosamente sus deudas y a quienes presentan actitud morosa para saldar. Esta situación conlleva a que en muchos establecimientos suspendan el fiao. Para esto se han creado cantidades de expresiones creativas para comunicar que no se fía. Las hay desde notas luctuosas por el fallecimiento del fiao, hasta la que mejor me parece expresa la realidad de vivir el presente y es “hoy no fio, mañana sí”.
No sé si quien inventó esta manera tan llana de eliminar por completo la práctica del fiao era consciente de lo que había hecho, pero fue capaz de resumir en dos palabras el principal desafío de los seres humanos: dejar de preocuparse por el mañana y vivir el hoy.
Una de las cosas que mueve al ser humano es la pasión por la intriga, el qué vendrá. Esa tendencia a querer saberlo todo es lo que provoca que se visiten brujos, hechiceros, consultar el horóscopo, visitar a los videntes, etc.
En lo particular nunca he entendido el sentido de querer saber qué pasará con tu vida dentro de veinte o treinta años, cuando tenemos un presente hermoso por vivir, de ahí que deje de tener importancia el trabajo de los que se dedican al lucrativo oficio de adivinar.
Alguien dijo en algún momento que “el hoy es el mañana del ayer”. En esta breve sentencia se nos invita a vivir el hoy, esa pasión por lo que vendrá lo que hace es provocar ansiedad en la persona y vivir de cara a unas pseudo verdades como las de una prolija fortuna que casi siempre nos predicen todos los “profesionales” consultados.
En el “Hoy no fio, mañana sí” se expresa la solución a la ansiedad en que vivimos porque, resulta que el día siguiente siempre será hoy, el mañana existe como utopía, no como realidad.