Cada dieciocho y diecinueve de septiembre son celebradas con bombos y platillos las Fiestas Patrias en ese largo y angosto país,  al sur del Continente Americano llamado Chile.

Las festividades son programadas con “harto” tiempo. Todos preguntan ¿qué vas a hacer para el dieciocho? ¿a dónde te vas? Se hacen planes con los amigos. Y si usted no tiene planes, piense que es la persona más triste y solitaria que hay en el mundo.

En los parques se preparan las famosas “ramadas” que son tarimas para exhibir los principales bailes del país, incluyendo los de Isla de Pascua. Aunque con esto de la transculturación la cueca no es el atractivo principal, está la cumbia que se ha apropiado y venden este género musical como gran atractivo y la gente sale como loca a bailar a las pistas de baile. Pero, según me cuentan, actualmente el reggaetón se ha adueñado también de estas celebraciones.

En el Parque O’Higgins está la fonda principal o ramada en donde quedan formalmente inauguradas las fiestas con la participación  del presidente  de la república de turno quien hace gala de su dominio del baile con un pie de cueca, incorporándose luego todas las autoridades.

Cada comuna organiza sus propias celebraciones. Además del Parque O’Higgins en Santiago Centro, en el parque Inés de Suárez en Providencia, en el Parque Padre Hurtado de La Reina y en el Estadio Nacional de Ñuñoa, así como en toda la geografía a lo largo del país, desde Arica hasta Puerto Williams.

En Colina, que es una comuna al norte de la Región Metropolitana de Santiago y capital de la provincia de Chacabuco, se prepara la ramada más llamativa y que todos quieren ir a participar porque de que se baila, se baila, de que se come, se come y de que se goza, se goza.

Para las Fiestas Patrias hay una serie de comidas propias. Las famosas empanadas de pino que puede acompañar con “pebre” (la salsa más rica que he comido). Los anticuchos, que son pinchos o brochetas. Los mejores cortes de carne en el asado, los choripanes y las sopaipillas, (que son yaniqueques, pero con auyama). Algo que nunca falta es el pan amasao o la marraqueta.

En cuanto a bebidas, además de vino, se toma chicha (de manzana o de uva), terremoto que es vino blanco con helado de piña, piscola, cerveza y mote con huesillo. Me sentiría muy feliz si pudiera celebrar estas fiestas brindando con un pisco sour.

También se degustan los ricos dulces típicos chilenos: los pajaritos, chilenitos, empolvados, berlines, calzones rotos, alfajores y picarones.

En el mes de la patria un periódico local organiza un concurso de empanadas en Santiago, para elegir la mejor. Yo siempre tuve mis preferidas, aunque no entraban en concurso, las de camino a Valparaíso por la Ruta 68, en un lugar rural hechas en  horno de barro, y en la autopista de Los Libertadores camino al Santuario de Santa Teresita de los Andes, hechas también en horno de barro.

Otra de las atracciones es la celebración de rodeos, que son diferentes a las de cualquier parte del mundo y considerado el deporte nacional, así como exhibiciones de caballos de paso fino. También la “Gran Parada Militar” en el Parque O’Higgins cuyo ensayo es tan atractivo como la exhibición, la presentación  de los circos más llamativos y los concursos de vistosos volantines, que son las chichigüas.

En una oportunidad asistí a la celebración de las Fiestas Patrias aquí en nuestro país. Se sirvieron empanadas y hubo exhibición de cueca. Todos los representantes diplomáticos alrededor del mundo procuran juntar a sus coterráneos y personas que aman a Chile, de esa forma sentirse más cerca de su patria.

Siempre he buscado las famosas empanadas chilenas. Algunos sitios las venden, pero ¡qué va! ninguna con ese sabor tan rico como las de allá. Aunque sin querer “dármela” puedo asegurarles que las únicas empanadas ricas que he comido aquí son las que yo preparo.

En todo el mes de septiembre hay un despliegue nacional de azul, rojo y blanco aportando una contagiosa alegría. Las banderas ondean en todas las instituciones públicas y privadas, cada casa tiene un lugar donde izarla.

No es raro llegar a un restaurant y encontrarse con los mozos, que allí se les llama garzón, ataviados con el traje de huaso que es el traje típico chileno.

Despido esta reseña con el grito propio de los chilenos como demostración de alegría: ¡Viva Chile, mierda!