Un acelerado desarrollo económico de Haiti debe ser materia de nuestro más alto interés nacional. Por ser un país hermano que comparte con nosotros la isla, nos interesa que su población disfrute del mayor nivel de bienestar posible y que deje de ser el país más pobre de America. De más directo interés es que se reduzca la migración ilegal y que Haiti pueda importar más productos dominicanos. Estas dos últimas metas se tornan cada vez más difíciles por los abismos que nos separan. Sin embargo, existe una manera de catapultar el desarrollo de ese país si arrimamos el hombro para que el sector turístico haitiano despegue en grande.
Hace años que se ha ponderado la posibilidad de hacerlo a través de una promoción internacional conjunta. La idea ha sido siempre rechazada por una parte de los hoteleros alegando que dañaría nuestra imagen. Por otro lado, los intentos de armar paquetes multidestino no han dado fruto por los obstáculos que se presentan, incluyendo la falta de seguridad publica en Haiti. Y las inversiones extranjeras en turismo no fluyen hacia Haiti por la inseguridad jurídica. El resultado es que Haiti, otrora “la perla de las Antillas”, registra un escaso desarrollo turístico –con solo 1,814 habitaciones hoteleras y 134,640 turistas en el 2018— aun estando al lado nuestro, el principal destino turístico del Caribe (con 80,372 habitaciones y 6,568,888 turistas). ¿Qué hacer para que esto cambie?
Lo primero es reconocer que un desarrollo turístico en Haiti, lejos de perjudicarnos, beneficiaria al nuestro mediante la diversificación del producto turístico isleño. Por ende, detonar en grande ese desarrollo califica como una meta dominicana de desarrollo. Una manera practica y factible es la de ayudar a que en Haiti se desarrollen dos grandes hoteles playeros todo incluido de 1,00 habitaciones cada uno. Uno podría enclavarse en Bahía Chou Chou, una playa de 1.5 kilómetros en las cercanías de Cabo Haitiano. El otro se construiría en la playa de 26 kilómetros Cotes-de-Fer en la costa sur. (En un reportaje de CNN sobre las mejores 100 playas del mundo, Haiti figura con una (Abaka, en Ile-de-Vache) y la RD con otra (Cayo Paraíso). Los aeropuertos de Cabo Haitiano y Jacmel ya pueden recibir aviones grandes.
Como este tipo de infraestructura hotelera no ha podido atraer inversionistas privados, los dos gobiernos se abocarían a tomar un préstamo del BID por US$500 millones para desarrollarla. Dos mil habitaciones a US$200,000 c/u requeriría US$400 millones, con los fondos restantes para otra infraestructura (acueducto, carretera, líneas de transmisión, etc.). El BID proveería estos recursos de su Fondo para Operaciones Especiales, el cual está destinado para préstamos concesionarios, y cada gobierno sería responsable por la mitad de la deuda. Para calificar en esta ventanilla de crédito ambos países lo solicitarían formalmente a la Asamblea Anual del BID, ya que actualmente no figuran entre los países elegibles. Un fideicomiso binacional constituido por representantes de los gobiernos y bancos privados de ambos países manejaría la operación crediticia y los proyectos.
El propuesto financiamiento permitiría que los gobiernos hagan la mayor inversión sin tener que desembolsar recursos propios. De ser necesario los dos estados podrían suscribir un tratado –similar a los suscritos en el 1874 y el 1929– para garantizar el aval estatal. Pero la operación de los dos establecimientos seria concesionada a cadenas hoteleras multinacionales que tengan operaciones vigentes en nuestro país. Los beneficios de la operación hotelera entonces repagarían el préstamo. Para satisfacción del BID, los abogados redactarían la documentación necesaria para que los concesionarios figuren también como corresponsables del pago, especificando las condiciones mediante las cuales aceptarían la obligación correspondiente.
Es deseable que los concesionarios tengan la primera opción de compra de los hoteles en caso de que, una vez iniciada su operación, comprueben el buen negocio y deseen adquirirlos antes de que se termine de amortizar la deuda. (Esa opción permitiría el repago anticipado del préstamo del BID.) Para garantizar la inversión en este caso se requeriría de provisiones especiales que generen la confianza de los adquirientes. Después de explorar la posibilidad de que tales garantías provengan del Organismo Multilateral de garantía de Inversiones (MIGA) del Banco Mundial, también podría explorarse la posibilidad de un aval soberano de los dos estados para el caso de que haya perdidas inesperadas. Es decir, en ese caso la obligación de repago recaería nuevamente sobre los dos estados.
En vista de que los hoteles propuestos requerirían de servicios de tour operación y transporte aéreo para garantizar la afluencia de clientes, lo ideal seria que los arrendatarios fueran grandes cadenas hoteleras con presencia comercial en suelo dominicano (p. ej. Barceló, Anex Tour, Meliá, Riu, Fosun Group, etc.). En la licitación internacional inclusive podría privilegiarse a cadenas que estén verticalmente integradas y posean subsidiarias que ofrezcan esos servicios. Sin embargo, las bases de la licitación podrían requerir de arreglos alternativos en caso de que un participante no posea esas facilidades. Lo importante es que el licitante ofrezca condiciones que garanticen el flujo de visitantes y la ocupación de los hoteles.
Otros aspectos para garantizar son la seguridad y la salud. Respecto al primero se puede presumir que, en vista de que los hoteles operarían bajo el modelo del todo incluido, la seguridad del huésped puede garantizarse con relativa facilidad con un cuerpo hotelero de seguridad bien entrenado. En caso de que los turistas se aventuren a visitar lugares fuera del perímetro del hotel se tendría que ofrecer servicios policiales especiales que los acompañen. Podría advertirse a los huéspedes que se aventuren fuera sin esa protección de que el hotel no se haría responsable de lo que pueda sucederle. Pero la oferta de servicios internos del hotel seria de tal naturaleza que desincentivara ese tipo de aventura.
En materia de la salud de los huéspedes, por supuesto, el hotel sería responsable de lo que suceda en su seno. Esto pasa por el desarrollo de estrictas medidas de seguridad alimentaria y de protocolos rígidos para impedir cualquier tipo de contaminación ambiental. (La prevención de la malaria figuraría entre las más importantes medidas.) Las visitas externas que hagan los huéspedes se tendrían que rodear de medidas de protección pertinentes para impedir cualquier contagio de enfermedades tropicales.
Los proyectos propuestos son factibles y manejables. Queda pendiente, sin embargo, encontrar la fórmula para la captación de los terrenos necesarios, lo cual requeriría de medidas especiales en vista de la inestabilidad política del país vecino y de la precaria institucionalidad. De ahí la sugerencia de que se blinden los proyectos con un tratado entre los dos países que seria refrendado por las cámaras legislativas respectivas. Y ya que la renuencia de los gobiernos a emprender iniciativas conjuntas impediría la materialización de esta iniciativa, se requerirá de entes de la sociedad civil de ambos países para llevar los gobiernos al compromiso de orquestarla y respaldarla. Las iglesias respectivas y la diáspora haitiana podrían jugar un rol determinante en este asunto.