La travesía hostosiana indujo a Pedro Henríquez Ureña a pensar la educación en sociedad y en acción cultural. La escuela que propuso y activó Hostos en República Dominicana, concretizó la docencia como formación humana y social, en un momento de crisis económica, moral, institucional y política. Descalabrado el país, el trabajo del maestro puertorriqueño fue arduo y sus propuestas, aunque con algunas resistencias, fueron aceptadas por cierta elite que miraba el presente como paso hacia adelante y movimiento de necesidad.
El instituto de Señoritas y la Escuela Normal fueron centros de educación social y cultural. De allí salieron figuras, nombres, orientaciones que pusieron de pie la enseñanza y el aprendizaje en el país. El trabajo de educadoras y educadores concentró fuerzas intelectuales representadas por maestros de gran peso moral. Pero la política volvió a estrangular la cultura y las llamadas fuerzas del mal vencieron, aunque no pudieron ganar trofeos.
Aquel “Ciudadano de América” que fue Eugenio María de Hostos, sembró valores y puso también frutos espirituales. Eugenio María de Hostos (1839-1903) programó una escuela que aun dentro de la tradición, pudo dar lugar a una escuela con sorpresas y resultados congruentes y verdaderos.
Como muy bien pone de relieve Pedro Henríquez Ureña sobre el maestro puertorriqueño:
“Todo para este pensador tiene sentido ético. Su concepción del mundo, su optimismo metafórico, como lo llama Francisco García Calderón, está impregnado de ética. La armonía universal es, a sus ojos, lección de bien. Pero su ética es racional: cree que el conocimiento del bien lleva a la práctica del bien; el mal es error (“en el todo de este caos no hay más que ignorancia”). Está dentro de la tradición de Sócrates, fuera de la corriente de Kant; pero Kant, no influye en su rigurosa devoción del deber.” (Vid. Op. cit. p 455)
Cuando en sus escritos morales, sociológicos y educativos plantea el desarrollo del individuo, lo hace mirando el horizonte de valores que implica la moral en el comportamiento social. La razón es la base para que el argumento se establezca como deber social orientado a la experiencia.
Según Henríquez Ureña:
“Como la razón es el fundamento de su moral, difundirá el culto de la razón y de su fruto maduro en los tiempos modernos, las ciencias de la naturaleza. Por eso, soñando con el bien humano, exalta la fe en la persecución y la adquisición de la verdad. Sólo lo asombra, a ratos, “la eternidad de esfuerzos que ha costado el sencillo propósito de hacer racional al único habitante de la tierra que está dotado de razón.” (Ver “Ciudadano de América”, Ibídem.)
Algo que respeta y toma muy en cuenta PHU en el trabajo humano, moral y social de Hostos es su sacrificio ante los fines y valores de la vida intelectual:
“¡Y por eso, sus singulares dones de artista, de escritor, los sacrifica, los esclaviza a los fines humanitarios. Como Martí, para quien fue uno de los pocos maestros (leyendo el Plácido de Hostos -1872- se reconoce el magisterio). Hostos sospecha conflictos entre belleza y bien: resueltamente destierra de su república interior a los poetas si no se avienen a servir y construir, a levantar corazones.” (Ibídem.)
En el caso del arte y la literatura, el maestro antillano cultivó la música, el teatro, la novela, la crítica, la filosofía social. Algo que destaca como logro PHU sobre Hostos es que:
“Hizo música, versos, teatro, para su intimidad personal y familiar; de sus novelas, la única conocida, La peregrinación de Bayoán (1863), es la alegoría de su pasión: la justicia y la libertad en América. Pero el artista que en sí mismo desdeñaba sobrevivía en la extraña fuerza de su estilo, sobreponiéndose a los hábitos didácticos, con su manía simétrica, de que lo contagiaron krausistas y positivistas. Hasta sus cartas salen escritas con espontánea perfección luminosa. Y como gran apasionado, conserva el don oratorio.” (Vid. pp. 455-456)
Algo en lo que no se insiste de manera suficiente es en el Hostos escritor. Regularmente se le refiere como el educador, el filósofo social, el moralista, el sociólogo. Sin embargo pocos libros se escriben en la perspectiva del Hostos creador, escritor; las ventanas escriturarias y ensayísticas de este maestro antillano, poco afloran en el ámbito de la tratadística, la crítica y el ensayismo crítico-cultural.
“De sus libros, -nos dice PHU-, el que mejor lo representa es la Moral social (1888). Demasiado lleno, Hostos de preocupaciones humanas y sociales para filósofo puro u hombre de ciencia abstracta, sus intentos teóricos son cimientos apresurados donde asentar su casa de prédica. Los dos breves tratados de Sociología (1883-1801) son esbozos para iniciar a estudiantes del magisterio en la consideración de los problemas de la sociedad humana: es ingeniosa su estructura, pero quedan fuera de los caminos actuales de la ciencia social, empeñada en acotar su campo y depurar sus datos antes de intentar de nuevo las construcciones teóricas a que ingenuamente se lanzó el siglo XIX; ofrece agudas observaciones concretas, especialmente las que tocan a nuestra América.” (Ibídem. Op. cit.)
La bibliografía hostosiana es inmensa, y cada vez crece más debido a su tectónica teórica, cultural y educativa. El libro y la cátedra fueron el movimiento que impulsó lo más importante de su obra moral, social y educativa. En su Moral social “poco interesa –según PHU- la exposición de las tesis sobre “relaciones y deberes”, contagiadas del naturalismo y del organicismo entonces en boga; su fuerza y su brillo aparecen cuando discurre sobre “las actividades de la vida –en particular sobre la política, las profesiones, la escuela, la industria-, hasta culminar en la discusión sobre el uso del tiempo: La civilización sólo será real cuando haya enseñado a todos los hombres a hacer buen uso del tiempo que les sobre.” (Véase p. 456)
¿Qué es lo que se revela en todo lo escrito por Hostos en su larga travesía de pensador educativo, ético y orientador social? Henríquez Ureña destaca en él su obra, su travesía y huella intelectual:
“Pero en todo, tratados, lecciones, discursos, cartas, artículos, con que en muchedumbre sirvió a nuestra América, desde la descripción de los puertos de Brasil hasta el homenaje a los poetas y el estudio de Hamlet, en que la observación psicológica se une a la reflexión moral, Hostos se revela siempre, en pensamiento y forma, lo que fue: uno de los espíritus originales y profundos de su tiempo.” (Ibídem.)
En el Homenaje a Pedro Henríquez Ureña que se le hiciera el 29 de junio de 1946 en la Universidad de Santo Domingo (op. cit), el filósofo Andrés Avelino presentó un ensayo donde resaltaba la estimación que tenía PHU a Eugenio María de Hostos y a su obra. Llama el filósofo a valorar la persona humanística del maestro e intelectual dominicano por su adhesión al pensamiento hostosiano:
“Valoramos la persona de Pedro Henríquez Ureña por la estimación que ha hecho de la persona altamente valiosa de Eugenio María de Hostos, por la admiración que profesó a ese sacerdote de la democracia, de la virtud ciudadana, de la cultura y de la libertad americanas. No importa que su tendencia laica de origen positivista lo llevase a apartar de la escuela dominicana el más alto de los valores espirituales, el valor de lo sagrado. Era aquel un rechazo meramente teórico y no ontológico ni vivencial del valor religioso. Su vida y su obra están ahí, como la de Pedro Henríquez Ureña para mostrar al mundo la galería de productos de la cultura que nos legó el cumplimiento de los valores perfectamente jerarquizados de los dos más grandes pensadores antillanos.” (cfr. Homenaje…, p. 90)
En tono comparativo Avelino destaca el valor intelectual, filosófico y educativo de ambos maestros de América, así como también su obra democrática armada de una axiología crítica basada en la ética del deber y los valores. El filósofo Avelino reprocha implícitamente a Hostos el carácter un tanto “utilitarista” de la moral social profesada por el intelectual y maestro puertorriqueño:
“No importa que su luminosa moral social, sea una moral utilitarista y una moral de los deberes y no una ética de los valores. No importa que fuese una ética de bienes y de fines y que recibiese la influencia de la ética formal kantiana del deber, del imperativo categórico de la suprema ley moral, exenta de todo contenido y que su teoría moral no aprehendiese la esencia de lo ético. Nos legó la estela luminosa de su obra y de su vida austera y noble inmolada en cumplimiento de los valores morales.” (Vid. pp. 90-91)
Sería importante profundizar aún más la influencia de Hostos en PHU, pues la misma generó un espacio de discusión y crítica marcada por debates contenidos en la obra colectiva compilada por Emilio Rodríguez Demorizi: Hostos en Santo Domingo ( 1939, Vols. 1-2). Gran parte del pensamiento humanístico de Hostos marcó a toda una generación de educadores y pensadores dominicanos y de toda la América continental. La tesis de Camila Henríquez Ureña titulada Las ideas pedagógicas de Hostos (1947), hace visible la influencia del maestro antillano en el núcleo familiar de la familia Henríquez Ureña.
En varios momentos de su obra PHU valora la figura y la obra de Hostos como punto de partida para establecer un concepto, una práctica de la educación, la moral intelectual y social a favor del necesario progreso de los pueblos antillanos y del resto de toda la América continental. Nuevas fuerzas y recursos educativos se han impuesto en el país luego de su muerte, acaecida en 1903.