“Eugenio María de Hostos (1839-1903), fuerte y original en todo, como pensador y como escritor, recoge su magisterio y va más lejos: se encarga de fundar y dirigir la Primera Escuela Normal (1880), a la vez que de enseñanza universitaria en el Instituto Profesional. Su obra de educador ha sido descrita muchas veces: aquí mismo lo hizo, no muchos años atrás, mi distinguido compatriota Tulio Manuel Cestero. La transformación de la vida intelectual del país fue total. Coincidía con el floreciente despertar de las energías mentales que se revelaba entonces en la literatura. Difundir la instrucción, fundada sobre bases de certidumbre racional: esas fueron las miras de Hostos, y realizó gran parte de ellas. En 1903, cuando muere en Santo Domingo, en momentos trágicos para el país, dejaba los surcos llenos de simientes que habían de germinar con la lozana profusión” (Véase “Pedro Henríquez Ureña: Dos momentos en la Historia cultural de Santo Domingo”, en Pedro Henríquez Ureña: Obra Dominicana, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 1988, pp. 524-525).
La cita que antecede forma parte de una doxa crítico-biográfica de Pedro Henríquez Ureña, a partir de una conferencia dictada el 6 de mayo de 1944 en su calidad de Miembro correspondiente en República Dominicana de la Academia Nacional de Historia, Buenos Aires, en el homenaje que con motivo de su centenario se le rindió a la República Dominicana. La misma se publicó en forma de ensayo en el Boletín de la Academia Nacional de Historia de Buenos Aires, (1945, Vol. XVIII, pp. 53-65).
Viviendo en New York, al momento de fallecer el gran educador de origen puertorriqueño, Henríquez Ureña escribe su ensayo titulado “Hostos”. (Ver Obras Completas UNPHU; Vol. 1, 1976, pp. 97-99). En el mismo ensayo nuestro autor anuncia y piensa la partida definitiva de quien fuera su maestro y orientador:
“Ahora que acaba de irse de la vida, casi sin muerte en uno como desvanecimiento del ser, el maestro de una generación, la más consciente del país dominicano, difícil es a sus admiradores tanto como a sus contrarios, juzgar con calma i precisión su obra de pensador i de pedagogo.” (Op. cit. p. 97)
La etopeya de Hostos que hace PHU, acentúa las características morales del maestro puertorriqueño. El acento que desde la escritura propicia nuestro filólogo y también educador, nos muestra el punto moral del orientador antillano y latinoamericano:
“De cerca todo hombre de cualidades extraordinarias tiene sus intransigencias, que acrecen el mal querer de los envidiosos, i sus caridades que le hacen sagrado para los que les toman por guía. Hostos fue combatiente del campo de las ideas tan lleno de rencores i dificultades éste como cualquiera otro campo en la América civilizada a medias, i aún resuenan muy próximos los ecos de los debates encarnizados de ayer para que en lo que se diga de él no pongan los escritores notas personales.” (Ibídem.)
Nuestro autor puntualiza la biografía de Eugenio María de Hostos a partir de sus hechos morales y educativos:
“Nacido en Puerto Rico, educado en España, pero intelectualmente en la avanzada de la civilización moderna, Hostos aunque enseñó en su país i en Chile realizó su obra más notable, por más difícil y regeneradora en Santo Domingo. Llevó allí su plan de escuelas, que el gobierno aceptó, i en 1880 fundó la Escuela Normal, en la cual fue alma, verbo i brazos, todo, hasta que le hicieron salir del país en 1888, el fanatismo de los ultramontanos i los manejos políticos del tirano Heureaux, a quienes repugnaba la racionalidad de su enseñanza.” (Ibídem.)
La travesía de Hostos en el país contó con opositores a su gestión educativa, pero también con seguidores de la misma. El entonces joven intelectual PHU se orientaba desde entonces a la crítica de las ideas institucionales, educativas, y morales. La formación moral e intelectual y de PHU entre 1901 y 1904, proyectaba una visión ética y democrática en la que el valor del conocimiento era indispensable para llevar a cabo cualquier proyecto cultural.
“Llegado Hostos, los más jóvenes del reducido grupo intelectual se le unieron y los más viejos asumieron una actitud de indiferencia o de oposición. Con aquellos el maestro se puso a la obra de educar una generación según los métodos modernos i formó un grupo de hombres sino necesariamente brillantes, conscientes, porque había desarrollado ordenadamente su razón.” (Vid. p. 98)
Henríquez Ureña escribió sobre Hostos en un momento ciertamente convulso y de crisis política, económica y moral. El asfixiante momento en el cual vivía la sociedad dominicana y el compromiso con la educación asumido por Hostos activó, sin embargo, un programa educativo basado en la escritura, la lectura y la moral social.
Según PHU:
“Al retornar Hostos a Santo Domingo, en época de libertades, encontró más viva y abierta oposición que antes y hoy los que ansían continuar su obra educacional habrán de luchar vigorosamente. Si la influencia decisiva de la labor pedagógica de Hostos no puede producirse, tampoco se puede juzgar, por imperfectamente conocida, su obra escrita, consistente casi toda en tratados i estudios de ciencias morales i sociales.” (Ibídem.)
Dos años más tarde, en 1905, PHU escribe su ya más acabado ensayo sobre “La sociología de Hostos”, donde explica los elementos de la misma y donde se refiere a “la ley fundamental de la sociología hostosiana” basada en el concepto Sociabilidad. El vocabulario del Tratado de Sociología (libro que adquirió valor en la serie de publicaciones póstumas), le atraía al joven PHU, sobre todo porque la estructura del mismo ofrece una explicación de las nociones que conformaron su visión de la sociedad de entonces.
Eugenio María de Hostos incluyó la Sociología como estudio académico-docente en la Escuela Normal, pero principalmente en la formación de maestros. En el país la sociología hostosiana creó un nivel de consciencia producto de su inserción en la escuela, bajo la cardinal de la educación social ligada a la acción ciudadana.
Según PHU:
“Hostos comienza el primer grupo de lecciones señalando el lugar que ocupa la sociología (el último) entre las ciencias, y la define como ciencia abstracta que abarca todo el orden superorgánico, después de establecer dos clasificaciones de los conocimientos: una, metodológica, que los divide en abstractos y concretos, siguiendo a Comte, con escasa diferencia en los enunciados y otra, ideológica, que los refiere a los tres órdenes de evolución deslindados por Spencer.” (Vid. “La Sociología de Hostos”, en Obras Completas, Vol. 1, Op. cit. pp. 114-115)