Miguel Collado es un investigador de la bibliografía dominicana con más de tres docenas de libros publicados, los cuales constituyen una valiosa ayuda para investigadores nacionales y extranjeros. Uno de sus trabajos lo publicó en el 2013 para el bicentenario del natalicio de Juan Pablo Duarte con el título Visión de Hostos sobre Duarte y diez años antes había dado a la estampa Bibliohemeroteca hostosiana de autores dominicanos (1876-2003) (2003). Su tercer trabajo sobre Eugenio María de Hostos: Tributo a Hostos (Textos en su memoria), publicado en 2014.
La figura de Duarte es en sí misma clave para la historia dominicana, más aún si se estudia bajo el prisma de Eugenio María de Hostos, quien, según José Gabriel García, debió ser el historiador dominicano. La obra de Collado integra opiniones de Hostos sobre Duarte, Sánchez, Mella y los padres de la patria en los que el Maestro incluye no sólo a la tríada conocida, sino también a cientos de patriotas anónimos. El texto presenta dos apéndices: un ensayo de Ercilia Pepín escrito en 1917 y otro de Raymundo González sobre el texto La asamblea del 27, escrito por Hostos en 1888, en el cual contiene los componentes claves de la visión del maestro puertorriqueño sobre nuestro país.
La antología o selección de textos es un arte y una labor tesonera. No sólo facilita el estudio de autores y temas, sino también lleva la impronta propia de quien la elaboró. De la antología hostosiana de Miguel Collado ponderamos tres aspectos históricos:
- Concepto dinámico de la historia como un conjunto de hechos e ideas en construcción permanente. Para Hostos las tres independencias del país (encabezadas por Núñez de Cáceres, Duarte y los restauradores) no se dieron de una vez y para siempre, sino constituyen un proceso continuo en el que cada generación realiza su aporte particular. La definición de patria como un ente social hecho de «materiales vivos» que sirven para un edificio que no se acaba de construir, tiene un matiz constructivista moderno. En los años en que Hostos escribió los ensayos de marras —1884, 1888 y 1892— se trajeron los restos de Duarte al país, murió Buenaventura Báez en Puerto Rico y se entabló la formidable polémica entre José Gabriel García y Manuel de Jesús Galván sobre cuál era la verdadera independencia y cuál era el verdadero padre de la patria. Sánchez llevaba la delantera porque había sido enterrado en la Catedral en el 1874, luego siguieron Duarte en 1888 y Mella en 1891. Hostos abogó por una fórmula integradora, razón por la cual incluyó a los tres patricios y agregó a otros próceres «iguales» que Duarte (Sánchez, Mella, Pina, Pérez, Imbert, Duvergé, Perdomo, Objío) y centenares de héroes y mártires sin nombre. No dejó fuera a Núñez de Cáceres, «el primero en la concepción de la idea de independencia», ni siquiera a Juan Sánchez Ramírez, quien separó el territorio del gobierno francés para incorporarlo a España.
- Crítica a los patriotas restauradores. Hostos consideró a la guerra de la Restauración en contra de España (1861-1865) como la verdadera y definitiva independencia de la República Dominicana. No obstante, criticó el comportamiento ingrato que muchos restauradores tuvieron con Duarte y consideró la muerte de éste en el exterior como producto de «la ambición o ingratitud de sus hermanos» y la incompatibilidad entre los nuevos (restauradores) y los viejos (febreristas). En 1884, cuando se exhumaron los restos de Duarte, eran pocos los febreristas vivos en comparación con los restauradores, uno de los cuales era el entonces presidente Ulises Heureaux, quien entró a la guerra en contra de España cuando tenía unos veinte años, bajo el mando de Gregorio Luperón. Una fórmula parecida la usó Ercilia Pepín cuando afirma que «matamos a Hostos con intemperancias de familia» refiriéndose a que muchos de sus discípulos no siguieron la moral hostosiana y se enfrentaron en la guerra civil de 1903, año en que Hostos murió.
- El Duarte de Hostos. Lo que más atrae y defiende Hostos de Duarte es su lucha permanente y el consabido dolor de morir en el exterior. Una lectura atenta del texto del Maestro indica que Hostos se vislumbra en la misma tesitura trágica de Duarte. Por eso, resalta como pocos «su tarea de educador» y su carácter de fundador en la idea y en la acción de la patria, al decir: «ningún otro antes que él había sido capaz de dar el alma que necesitaba un grupo de revolucionarios organizados para la acción». Lo peor de todo es que la patria lo había olvidado y sólo lo recuerda cuando era polvo. Hostos llamó a las generaciones nuevas a no olvidar la enseñanza de los patricios para no tener que ser como Duarte ni Sánchez, es decir, morir en el cadalso o en el destierro. El Maestro desdeñaba los rituales patrióticos formales y hasta se oponía a que los gobiernos hicieran discursos sobre sus actos administrativos durante las efemérides patrias porque podrían usarlas para esconder intereses espurios. De ahí el señalamiento crítico de «esos alborozos premeditados con que los pueblos compran la indulgencia de la Historia». Hostos no quiere el Duarte remozado como lo presentan pintores y escultores que siguieron un modelo caucásico con el que calcaron su imagen, sino el olvidado, el hambriento, el solitario, el que murió en indigencia completa.
Como puede verse, del texto Visión de Hostos sobre Duarte de Miguel Collado se pueden extraer temas presentes y urgentes que ameritan ser discutidos. Dicha obra logra su segunda edición —ahora bajo el título de Visión de Hostos sobre Juan Pablo Duarte y editado por el Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas, Inc. (CEDIBIL)—, lo que ha de ser un hecho memorable y festivo en un país donde, según el epígrafe El Dominicano, impreso en 1844-1845, la gente no escribe porque no se lee y no se lee porque no se escribe. La obra de Miguel Collado refuta tal aserto.
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*Prólogo del libro Visión de Hostos sobre Juan Pablo Duarte (2.a edición, 2021), de Miguel Collado