Abordar la problemática de la salud pública en el país es un tema complejo. Se la puede tratar desde diversos ángulos y perspectivas como, por ejemplo, el deficiente abastecimiento de medicamentos, de equipos, falta de formación profesional (médicos, enfermeras, paramédicos…); la necesidad de nuevos centros y la reconstrucción o ampliación de los ya existentes, algo que la actual administración del Presidente Medina está realizando.
Varios hospitales están siendo intervenidos, consecuentemente, con el objetivo de ampliar, remodelar y potenciar su cartera de servicios. Entre ellos está el Hospital Universitario José María Cabral & Báez de Santiago de los Caballeros, el cual es el centro de salud más grande de la Región del Cibao.
Pero remozar hospitales en la ciudad de Santo Domingo resulta una tarea más suave, pues siempre hay otros centros en donde alojar los pacientes mientras se ejecutan las mejoras. La tragedia es cuando le toca el turno a esos pueblos donde solo existe un solo hospital. Cuando se inician los trabajos de reconstrucción los internos pasan las de Caín.
Conforme a las autoridades de Salud Publica se están remodelando, además, los hospitales Regional Universitario Jaime Mota de Barahona, el municipal de Cabral y el Alejandro Cabral de San Juan de la Maguana. En total 111 centros de salud en toda la extensión del país están siendo intervenidos.
La filial de la Regional Norte del Colegio Médico Dominicano, sin embargo, sonó la alarma denunciando que la paralización de los trabajos en marcha en la mayoría de los hospitales del país están afectando la calidad en el servicio de los pacientes. Establecen que el acondicionamiento de los centros de salud lleva varios meses paralizado, situación que dificulta el trabajo del personal sanitario que presta servicios en dichos hospitales.
Las autoridades no desmienten la denuncia, sino que atribuyen las dificultades al hecho de que reconstruyen los 111 centros al mismo tiempo y que pese a ello mantienen los servicios.
El Cabral & Báez
Una visita en día normal al Hospital Regional Universitario José María Cabral y Báez dibuja en la imaginación un paisaje dantesco. Uno no acierta a precisar si se está en un hospital, el Hospedaje Yaque, o un centro de refugiados. Carpas y furgones en los parqueos; los pacientes deambulan de un lado al otro con sueros y yesos colgados de una percha; un paciente gotea sangre de una pierna amputada, como si el carnicero le empacara la carne en una “funda pichá”; heridas infectadas expuestas al aire igualmente infectado; pasillos abarrotados de pacientes y los familiares; vendedores ambulantes ofertando todo tipo de mercancías, desde un café caliente, hasta espaguetis guisados con guineos verdes “sancochados”. Y allá, en un rincón apartado, tertulian médicos y enfermeras en actitud discreta, como si evaluaran quien de los desdichados asciende al cielo y quien se queda en el infierno.
Genaro Rodríguez
Transcurría la tradicional fiesta de fin de año de la Fundación Solidaridad, el 30 de diciembre pasado, cuando el Dr. Genaro Rodríguez, director del Centro Regional Universitario de Santiago, (CURSA-UASD), asiduo comensal, hizo su entrada. Nos saludamos y le comenté de mi recién inaugurada columna sabatina “Cultura y Municipio” en Acento.com. A vuelo de águila le expliqué algunos de los primeros artículos publicados y otros proyectados. Mi objetivo estaba claro: solicitar al Doctor Rodríguez que dedicara unos minutos a la semana para que leyera mi columna.
Si, lo sé. Soy un atrevido, pero también soy un hombre honesto. Y no le puedo escamotear al lector la verdad.
El Dr. Rodríguez, célebre por su discurso que se balancea entre el lenguaje académico y el coloquial, entre el aula y el barrio, me miró. Luego dijo:
“Miguelón, el tema de la salud tiene muchas aristas por donde cortar, usted ha asumido una que, muy pocos o quizás nadie ha abordado aquí, ¿A dónde van los pacientes del Cabral & Báez? Ese es un problema que tenemos que afrontar”.
Hizo una pausa, la cual aprovechó para saludar a unos amigos recién llegados. Y prosiguió:
“De manera Miguelón que voy a leer los artículos publicados y daré seguimiento a los sucesivos para opinar sobre el particular”.
De esa conversación audaz nace la presente nota.
Entonces, ¿Algún analista del tema salud o fuera de él se ha preguntado a dónde van los pacientes cuando se reconstruye un hospital? ¿Qué pasa con ellos? ¿Cuáles son las cualidades del ambiente del refugio donde son alojados? ¿Cuáles son las condiciones de higiene? Lo dudo.
Reconozco que este enfoque resulta peliagudo. No faltará quien piense que soy contrario a la ampliación y reconstrucción de los centros hospitalarios. Nada más falso. Creo que el universo de los hospitales públicos deben ser intervenidos con esos fines. Pero, ¿a dónde van los pacientes?