Entre los juegos tradicionales que la era de la modernidad líquida (Bauman), de la posverdad, el relativismo, las fake news, el lawfare y la pos y la ciberdemocracia ha abandonado, está el “amagar y no dar”, en el cual uno de los jugadores levantaba la mano como para dar a otro un golpe, tratando de no llegar a dárselo, porque de lo contrario perdía, como parte de “un pellizquito y mandarse a huir”.
El de la información liquida es un fenómeno caracterizado por circunstancias en las que más vale el cómo y no el qué, los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que la apelación a las emociones y creencias personales.
De poco sirve la información sólida, verificada, documentada y razonada, con la consecuente manipulación de la opinión pública para propósitos políticos y sociales coyunturales, particulares e interesados. Lo objetivo y racional ceden el paso a lo emocional y a las “verdades” personales, no verificadas en los hechos.
El auge y fortalecimiento de los medios alternativos como el internet y las redes sociales digitales, van dejando atrás los medios tradicionales de comunicación. Los blogs personales, Whatsapp, Telegram, WeChat y las redes sociales como Facebook, Youtube, Instagram, Twitter, LinkedIn, Skype, Snapchat y Pinterest movilizan masas y generan resultados hasta hace poco inimaginables.
Las noticias falsas vulgarizan la mentira y relativizan la verdad, lo que reduce la credibilidad de los medios de comunicación frente a las opiniones personales. Se construye una verdad según los intereses e ideologías particulares en lugar de comunicar lo verdaderamente ocurrido.
Tomarse en serio la institucionalidad es no banalizar los procesos judiciales y sus precedentes investigaciones para que no sean simples e irresponsables instrumentos políticos de distracción, para tapar verdaderos corruptos y mancillar nombres, llevándose de encuentro todo el debido proceso y empleando estrategias de medios que hagan ver la mentira como verdad.
Estamos ahítos de fuegos artificiales judiciales. Atrás deben quedar el amague, el topaito y el pellizquito. Espero que haya llegado la hora de los tanques de guerra, que puedan terminar con el principal enemigo de nuestro desarrollo: la corrupción.