IV.- La discriminación y los homosexuales en nuestro país

De todo corazón lo digo: quisiera estar con vida el día que en nuestro país la preferencia sexual sea un tema de contenido político abierto, para que todos los dominicanos y dominicanas tengan la posibilidad de expresar públicamente su derecho a escoger la línea política y sexual que quiera.

La persona dominada por prejuicios carece de plena libertad para formarse una idea clara con relación a un hecho, comportamiento o fenómeno social, porque está mentalmente condicionada, opresionada, parcializada, recelosa; su mente la pone a funcionar con obcecación. En su análisis no puede existir imparcialidad ni mucho menos objetividad.

En los marcos de la discriminación es que hay que ver a los que aquí, y en cualquier otra sociedad, manifiestan u ocultan en el fondo de su alma actitudes discriminatorias contra aquellos que ejercen su derecho a una preferencia de sexo igual al suyo.

La discriminación contra los homosexuales busca aislarlos de los demás integrantes de la sociedad, colocarlos en estado solitario, de desterrado, abandonado, en condición de segregados en su mismo lar nativo, como un emigrante viviendo en su propio país.

En la discriminación contra los homosexuales se busca afincar en la conciencia nacional, con la perversidad aliada a la cizaña, sembrar discordia, hostilidad, disensión y desavenencia, que es la obra de los limitados mentales en su proceder de envenenadores, incapaces de cultivar y motivar la concordia y la sana comprensión para la convivencia civilizada, sin importar la preferencia sexual.

La discriminación inducida contra los homosexuales, en nuestro medio, busca que éstos acepten que su preferencia sexual no es el ejercicio de un derecho suyo, sino un lastre, una ofensa a la sociedad, una carga maldita, una rémora para sus compatriotas, que su condición de homosexual lo coloca como un estorbo social que no merece vivir.

El discriminador que respira odio hacia los homosexuales anda, mentalmente, armado con su lengua como un látigo para a la menor oportunidad azotar a aquel o aquella que ha decidido darle riendas sueltas a su voluntad y, en pleno ejercicio de su preferencia sexual, ha decidido amar a otro ser humano de su mismo sexo.

Aquellos que en el país discriminan a los homosexuales, deben recibir una respuesta de los integrantes de la sociedad que, en su condición de hombres y mujeres libres, no ven con buenos ojos ni con indiferencia que un amplio sector de nuestro pueblo, viva discriminado en su propio medio social.

V.- Prejuicio ideológico, político, religioso y familiar contra los homosexuales.

Es posible que algún hipócrita diga que no, que aquí no se discrimina a los homosexuales, pero la realidad práctica demuestra que sí, y que la discriminación tiene sustento ideológico, político, religioso y hasta familiar.

Es una lamentable verdad que hasta en el seno familiar se manifiesta cierta discriminación contra los homosexuales. Son tantos y tantos los epítetos hirientes que se lanzan contra los homosexuales, que muchas familias dominicanas ven como una afrenta social que un integrante del núcleo familiar sea gay o lesbiana.

La discriminación contra los homosexuales busca aislarlos de los demás integrantes de la sociedad, colocarlos en estado solitario, de desterrado, abandonado, en condición de segregados en su mismo lar nativo, como un emigrante viviendo en su propio país.

Particularmente yo, siempre he dicho que si uno cualquiera de mis hijos fuera homosexual, hubiera sido el más distinguido, más querido y hacia él mi especial solidaridad, porque se habría apoderado de mi su condición de ser humano, de hijo y víctima de la sociedad.

El politiquero que busca votos en las campañas electorales, quiere el voto de los homosexuales, pero no se refiere al tema de la libertad de sexo; lo ven, al igual que el aborto, un asunto espinoso, que hay que darle de lado; quieren los votos de los gays y lesbianas, pero guardando silencio, sin reunirse con ellos en público, como ocurrió aquí, en la ciudad capital, en el curso del pasado proceso electoral.

En lugar de un lenguaje de respeto hacia los homosexuales, muchos politiqueros utilizan términos despectivos, ponzoñosos, virulentos y dañinos.

En el orden religioso, hace tiempo que particularmente la Iglesia Católica, ha fijado su posición con relación a los homosexuales, y en ese sentido: “…coloca al homosexual como un elemento destructor del sistema…”; “Una persona que se comporta de manera homosexual obra inmoralmente”; “El concepto de desordenado implica que la comunidad católica observará al homosexual como algo negativo para la sociedad, pues cuando se indica que algo es desordenado se asocia con lo que no hay que hacer”.

VI.- La timidez de los homosexuales. Su deber de luchar contra la discriminación. Su unificación para el accionar político

En el país a los homosexuales les ha faltado cohesión y determinación para la defensa de su derecho a la preferencia sexual; han sido tímidos, timoratos; se han comportado con irresolución, indecisos; no han demostrado audacia e intrepidez; se han dejado acorralar como si su preferencia sexual fuera una aberración, un vicio o perversión social.

A la discriminación y marginalidad, los homosexuales deben responder unificándose, exigiendo respeto a su derecho de preferencia sexual, con un lenguaje claro, franco y sincero, en procura de la edificación de los sectores más sensatos del país, demostrando así que están en disposición de hacerse respetar sin abusar, renegar, y mucho menos renunciar ni abandonar su derecho a escoger como contrapartida el sexo que su voluntad decida.

De seguro que no les será fácil a los homosexuales, en nuestro país, salir del armario donde se han mantenido escondidos, ocultos. Deben abandonar su refugio, su guarida, las habitaciones de la parte de atrás de sus propias casas, donde han estado relegados, arrinconados, como desplazados en su propio hogar.

Ante la realidad de que sectores de la sociedad dominicana han querido mantener a los homosexuales discriminados y marginados, burlados y despreciados, deben ser las mismas víctimas, los homosexuales, los primeros en levantarse, elevar su voz de protesta y reclamar respeto a su derecho a escoger la preferencia sexual que mande su libérrima voluntad.

Si se deciden por luchar, de seguro que los homosexuales van a tener a su lado, codo a codo, a los hombres y mujeres del país amantes de la libertad, a todos los liberados de prejuicios sectarios discriminatorios, a los que aquí siempre han sido contrarios a toda marginalidad de la especie humana, sin importar que sea homosexual o heterosexual.

En nuestro medio social hay homosexuales que personalmente se han ganado el respeto y la consideración en las distintas áreas donde desarrollan sus actividades como empresarios, artistas, profesionales, dirigentes gremiales, dando demostración de que son hombres y mujeres de bien. Estos son los primeros que deben salirle al paso a la discriminación contra los homosexuales.

Poco importan los epitelios y calificativos que puedan salir desde lo más profundo de las gargantas de los que discriminan por el color de la piel, ideología o sexo. Se ha de imponer el sentido de justicia, la sensibilidad y cuantas virtudes adornan a la especie humana.

Debo hacer hincapié en que son los homosexuales los primeros que deben luchar defendiendo su derecho a ser homosexuales.

Los homosexuales deben actuar unidos alrededor de un organismo que responda a sus derechos, aspiraciones e intereses comunes en el orden económico, social y político.

Los homosexuales están en el deber, por respeto a su dignidad personal, ponerle precio a su sentir político, lo que entraña inclinarse hacia la organización partidista que exprese claramente sus intereses.

Para salir del anonimato, para borrar la discriminación en su contra, los homosexuales tienen que ocupar, real y efectivamente, un espacio en el quehacer político nacional, dirigido a estar presentes en las instituciones del Estado Dominicano.

Los homosexuales deben manifestarse con relación a los distintos asuntos de interés nacional, pero hacerlo no en forma oculta ni individual, sino pública y colectivamente, desde el órgano, movimiento o partido que los pueda conducir a la total liberación como seres humanos, para que puedan ser en sí dominicanos y dominicanas dueños de sus preferencias sexuales y de su propio destino. Y punto.

Santiago de los Caballeros,

15 de marzo de 2016.