Mi  escrito titulado Horror al vacío publicado la semana  pasada fue leído antes por una admirada amiga que es colaboradora de este periódico.

Quise saber su opinión. Ella  me dejó saber que había visto personalmente la obra sobre la que trata mi escrito El entierro del Conde de Orgaz, de El Greco. Dijo,  además, que al salir de la capilla en donde se expone adquirió una imagen litográfica de una fotografía de la pintura.

Con esa   afirmación ella   me puso a pensar en un aspecto del  desarrollo de la  impresión  en  la industria que llaman gráfica. Le he dado vueltas a los varios remates que pueden tener  estos hilvanes.

Me vino al pensamiento, por ejemplo, que si el ejemplar de la impresión tiene varios años de realizado, con la luz natural que recibe  pierde  la nitidez  e intensidad cromática.

Algunas litografías van perdiendo con el tiempo los rojos y los amarillos y al final quedan  azules y una tendencia a uniformarlo todo, quedando entonces  esa percepción negruzca.

Es fácil apreciar ahora este fenómeno en las fotografías que aparecen en los carteles que promueven a los candidatos de la campaña electoral, expuestos directamente a la luz solar.

Una,  la reproducción de El Estanque de Paul Cezanne.  Otra  sobre  El Cristo de Velázquez.  Ambas debían tener en los años sesenta  dos  décadas expuestas  en la sala del Maestro

Cuando veo una fotografía copiada en el sistema Offset, que desde luego,  no es el sistema de impresión con la calidad que se ha logrado en estos tiempos, me viene a la mente una pintura de El Greco, quizás  por la tendencia que posiblemente tuvo el pintor para integrar el pigmento negro a sus mezclas cromáticas.

De paso podemos advertir que aquello que llamamos litografía, no lo es a partir de que se introdujo hace ya muchos años  el sistema Offset, que hasta donde sabemos ya está excluido

Es posible que el origen del nombre tenga que ver con la tradición de la técnica del grabado en que la plancha grabada, para hacer presión sobre  el soporte, es de piedra.

En cuanto a ese aspecto cromático que  trata  sobre la influencia que ejerció Tiziano en la obra  de El Greco cuando fue a Italia a conocer de las técnicas de los grandes de la pintura universal  que allí se habían conocido como  coloristas, podríamos referirnos entonces a la obra de un gran colorista dominicano.

Haciendo ahora un gran ejercicio de memoria,  recuerdo a propósito la obra realizada por un extraordinario colorista nuestro  en la década de los sesenta titulada Homenaje al Greco, quizás como demostración de la fascinación por esa tendencia colorista que se le atribuye a aquel maestro de la pintura española.

Recuerdo que la obra  pintada aquí, por nuestro gran colorista, como homenaje al Greco es abstracta y consiste en un esquema compuesto por una yuxtaposición de cuadrados  y  una sucesión de matices de rojos desde el bermellón hasta el carmín.

Algunas décadas cercanas al  nacimiento del Greco, nació en España  Diego Velázquez.  De este pintor que es icono de la pintura occidental, es el llamado Cristo de Velázquez, pintura que fue motivo  del poema, El  Cristo de Velázquez, del gran Unamuno.

En la sala de la modesta casa del Maestro Morel, en los años previos a su muerte, vi  dos copias  litográficas  de obras de dos grandes creadores.

Una,  la reproducción de El Estanque de Paul Cezanne.  Otra  sobre  El Cristo de Velázquez.  Ambas debían tener en los años sesenta  dos  décadas expuestas  en la sala del Maestro. Esto es  de deducir por la manera en que el color había perdido entonces intensidad.

Habrá que imaginarse la  conmoción de Morel  cuando recibió una reproducción de El Cristo de Velázquez que le entregué como  presente.

Aquella repetición  fue  realizada con las “modernas técnicas” de los años setenta. Se trataba de  una impresión sobre papel pegado a  una tela y con el  empleo de barnices pastosos sobre el papel que daba  indicio de una contextura en relieve.

Cuando recibí la  respuesta de mi amiga sobre el escrito del Entierro el Conde de Orgaz de El Greco, en la  que me dijo que al salir de la capilla en donde se expone la obra adquirió una imagen litográfica de una fotografía de la pintura, uno de los remates  a que pude llegar  en todos estos hilvanes fue que por muy anticuado que fueran los sistemas de impresión en que se realizó la impresión que adquirió mi amiga,  el color de aquella lámina debió parecer en su composición cromática a las gamas que todos conocemos de Doménikos Theotokópoulos.