"Vas a saber lo que es un hombre de pelo en pecho" era la frase más utilizada por Jack Veneno contra Relámpago Hernández cuando quería hacer lucir como intimidatorias sus palabras.

Para los niños que mirábamos la lucha libre Jack Veneno era esa especie de súper héroe humano a quien todos queríamos imitar y hasta escenificábamos sus palabras haciendo énfasis en el hombre de pelo en pecho. Lo que jamás imaginábamos es que detrás de esa palabra, aparentemente inofensiva, se escondía una cosmovisión del hombre, una construcción social que habría de cobrar grandes consecuencias.

El hombre de pelo en pecho no baraja pleitos, pelea hasta dentro de un saco y fuma debajo del agua. El hombre de pelo en pecho no se amilana porque quien lo busca lo encuentra, no le tiene miedo ni al diablo prendío en candela y se la va con cualquiera porque es un macho de hombre. El hombre de pelo en pecho es eso, una metáfora del no ser, porque a pesar del metro sexual, ese que se afeita todo tipo de pelos, al hombre de pelo en pecho no le afecta porque también es un león afeitao.

La clave de esa masculinidad sigue latente y se renueva en cada mujer que sufre en carne propia la filosofía de vida del hombre de pelo en pecho, de ese quien ha tenido el control, que no es mamita ni maricón, que se baña, aunque haya frío porque el hombre hombre desafío el frío y se baña, mea menos de siete veces y bebe a pico’e botella porque eso de vaso es pa’pajaro.

Se quita los zapatos en la sala y llama a la mujer para que los guarde. Lo que no consigue entender el hombre de pelo en pecho es que los tiempos son diferentes, porque, aunque gráficamente no exista, su comportamiento sigue intacto, por eso es una metáfora del no ser.

En estos tiempos el hombre de pelo en pecho quizás no haga la mayoría de las cosas que he mencionado, pero lo peor de él permanece y es esa manera de hacer sentir que solo con el autoritarismo se resuelven las cosas, ese hombre no ha muerto.