Leonel Fernández, en su acertada ponencia ante las Naciones Unidas el pasado miércoles, dijo que “un hombre hambriento es un hombre sangriento.” Sobre la base de esa declaración, Fernández apeló a la conciencia de los banqueros al criticar fuertemente la especulación en los mercados de contratos a futuro en el renglón que tiene que ver con los productos de la canasta básica.
Según lo que argumenta Fernández, el capitalismo de casino que se practica en los mercados a futuro en el referido renglón erosiona la calidad de vida en países emergentes. El porcentaje del ingreso per cápita utilizado para comprar alimentos supera el 20% en países en vías de desarrollo. En países ricos, en cambio, dicha cifra es de apenas un dígito.
De manera que la fluctuación en los precios de los alimentos a raíz de la especulación deteriora drásticamente la capacidad de subsistencia en países pobres. Dicho deterioro es irresponsable e innecesario en naturaleza ya que los precios que surgen a raíz de prácticas especulativas son artificiales pues no se corresponden fidedignamente con la realidad de oferta y demanda existente entre los productores y consumidores finales de los bienes en cuestión.
En lo que puede ser catalogado como una batalla existencial de carácter sanguinario, el hombre que carece de recursos para satisfacer sus primeras necesidades incurre, en ocasiones, al comportamiento antisocial para escapar de su miseria; comportamientos que de por sí deberían estar fuera del marco de lo posible en una sociedad civilizada, pero que lamentablemente toman forma conspicua y constituyen parte vergonzosa del diario vivir en nuestras calles.
Tráfico de drogas, homicidios, robos a mano armada, secuestros y prostitución son algunas de las acciones sanguinarias que acontecen en nuestra nación producto del hambre que arropa a decenas de miles de familias.
De acuerdo al extinto Profesor de Brandeis University, Abraham Maslow, las necesidades básicas del ser humano – alimento, sueño, seguridad, etc. – constituyen el fundamento intrínseco de su desarrollo personal ya que la ausencia de esos elementos ponen al hombre entre la espada de la muerte y la pared de la indigencia.
Los males sociales son producto de toda una amalgama de factores. La violencia, por su parte, se jacta de la hambruna, las injusticias, los complejos, frustraciones, falta de oportunidades e infidelidades como modo de justificar lo injustificable.
El voto del pueblo se vende a precio irrisorio y sobre un terreno desnivelado a favor de las barrigas bien alimentadas de los del grupito político-clientelar a expensas del bienestar y futuro de las grandes mayorías.
Un voto más, un voto menos. ¿Cuál es la diferencia? Ante esa interrogante me vienen a la memoria las palabras de aquel zorro de la política; palabras por todos recordadas; palabras que rezan de la manera siguiente:
“Un voto no es una cifra cualquiera; un voto representa una parte de la patria.”
Votemos, pues, de acuerdo a los principios sobre los cuales nuestros padres fundadores idearon nuestra nación; sobre los principios de Dios, de la Patria y de la Libertad.