Y AQUÍ ESTAMOS. O Donald Trump o Hillary Clinton será nuestro próximo presidente.

"¿Nuestro?” Bueno, no soy un ciudadano de Estados Unidos, y no tengo ningún deseo de serlo. Pero vivo en un mundo en el que EE.UU. es la única superpotencia, en el que cada decisión del gobierno de EE.UU. tiene un impacto en la vida de todo ser humano.

PARA MÍ, como ciudadano de Israel, este impacto es mucho mayor que para la mayoría, y mucho más inmediato. Acabo de ver una caricatura que muestra a Trump y a Hillary arrastrándose por el suelo y lamiendo las botas de un soldado israelí. Esto no es tan exagerado.

Ambos candidatos alegan ser firmes partidarios de "Israel". ¿Pero qué significa eso? ¿Realmente apoyan a todos los sectores de la sociedad israelí?

Seguro que no. Apoyan a una cierta parte de Israel: el gobierno de la ultra-derecha de Benjamín Netanyahu, que cuenta con el apoyo de los multimillonarios judíos estadounidenses que contribuyen a sus arcas.

Apoyar a Netanyahu y sus socios y aún más de derecha de la coalición significa actuar contra mí y millones de israelíes que pueden ver cómo Netanyahu está llevando a nuestro estado al desastre.

Pero no tengo derecho a votar. Es un caso claro de “no representación” que nos han impuesto a mí y a millones de seres humanos

DE CUALQUIER modo, tengo un interés claro en esta elección. Por eso quiero al menos expresar mi opinión.

Desde el comienzo, escribí que Donald Trump me recordaba en algunos aspectos a Adolfo Hitler.

Ahora, después de concluidas todas las primarias y convenciones, cuando la carrera asume su forma final, me temo que debo repetir esa terrible evaluación.

Por supuesto, hay diferencias enormes. El hombre tiene un aspecto diferente. Tiene el pelo color naranja. Su lenguaje corporal es diferente, y también lo es su forma de hablar.

Tiempos diferentes. Países diferentes. Diferentes circunstancias.

Y, en primer lugar, diferentes medios de comunicación. Hitler fue un producto de la radio. Era su voz, un instrumento único, lo que conquistó a las masas alemanas. Me han dicho que los jóvenes alemanes de hoy en día se echan a reír cuando ven viejos clips de los discursos de Hitler.

Trump es una creación de la era de la televisión. Él domina la pequeña pantalla. Venció a todos sus rivales en la televisión. Le ganaría fácilmente Hillary en la televisión. Esto es, si la batalla se librara sólo en la televisión, ya la campaña estaría decidida.

LA SIMILITUD entre Trump y Hitler existe en un nivel diferente.

En el centro de toda la campaña de Trump se alza una palabra, de hecho una letra: "I" (yo). No hay un “nosotros”. Ninguna ideología normal. Ningún programa real.

Es una cuestión de "I", todo sobre Trump. Trump vendrá. Trump va a arreglarlo todo.

Esa también fue la esencia del hitlerismo. Aquel hombre no tenía un programa real. (Sí, había algo que se llamaba “los 24 puntos”, elaborado por los ideólogos del partido, pero Hitler lo ignoró por completo. Una vez exclamó, desesperado: "¡Desearía no haber oído hablar de ellos nunca!”.)

Esto también era cierto en el caso del hombre que inventó el fascismo: Benito Mussolini. El dictador italiano, el maestro de Hitler en muchos aspectos, tampoco conocía la palabra “nosotros”. El primero de los "Diez Mandamientos" del fascismo fue: "Mussolini siempre tiene la razón". Igual con Trump.

La centralidad absoluta del líder es el sello distintivo del fascismo. El programa de Trump es Trump.

SIENDO ESTO así, todas las afirmaciones y declaraciones políticas de Trump carecen son totalmente de importancia. Expertos que las analizan, que les dan vueltas una y otra vez, que buscan significados ocultos, sólo están perdiendo el tiempo. No hay ningún significado real, ya sea abierto o disimulado.

Las declaraciones se hacen al calor del momento, porque le vienen bien a Trump en ese momento. Se olvidan al minuto siguiente, a veces para ser reemplazadas por lo contrario. Son un instrumento y nada más.

Es por esto que es tan fácil de atrapar a Trump diciendo mentiras. He visto listas de decenas de ellas, una más flagrante que la anterior.

También en este caso tenemos el ejemplo de Adolf Hitler. En su libro Mein Kampf (Mi lucha) habla de esto abiertamente. El libro en sí es bastante aburrido, el producto de una mente de tercera categoría, pero incluye varios capítulos sobre “propaganda” que son fascinantes.

(Muchas personas dan crédito a Joseph Goebbels por la invención de la propaganda nazi. Pero el “doctorcito” sólo fue un discípulo del propio Füehrer.)

Como soldado de primera línea a lo largo de los cuatro años de la Primera Guerra Mundial (sin embargo, nunca pasó del rango de cabo interino), Hitler quedó inmensamente impresionado por el esfuerzo de propaganda británica dirigida a las líneas alemanas. Hitler admiraba las consignas británicas, que para él eran una sarta de mentiras. Una de sus conclusiones fue que mientras más grande es la mentira, más grande son sus posibilidades de ser creída, ya que una persona sencilla no puede imaginarse que alguien se atrevería a mentir tanto.

(En realidad, Hitler sobreestimó la eficacia de la propaganda británica. Empezó a tener efecto sólo cuando las líneas alemanas ya se estaban desmoronando.)

No parece que ninguna mentira sea demasiado grande para Donald Trump. A sus seguidores eso no les importa. La verdad no significa nada para ellos. Trump triunfa sobre la verdad en todo momento.

HILLARY CLINTON es un buen político, de los corrientes. Su atributo más notable es que es mujer. Eso, por sí mismo, es muy importante. Si bien Golda Meir me enseñó que una mujer puede también ser tan catastrófica como un hombre.

Uno puede, con buena garantía, imaginar cómo sería una presidencia de Hillary Clinton. Ella es fiable, predecible. Más de lo mismo, pero sin el encanto de Barack (¡y de Michelle) Obama.

Nadie puede predecir una presidencia Trump. Todo pronóstico es un salto al vacío.

Una cosa parece real: su admiración por Vladimir Putin. A pesar de que él es todo lo contrario del frío, calculador, audaz pero prudente antiguo miembro del aparato de la KGB, Trump parece admirarlo.

No hay mucha evidencia de que la admiración sea mutua, pero parece cierto que los sucesores de hoy de la KGB están interfiriendo activamente en las elecciones de Estados Unidos, haciendo todo lo posible para ayudar a Trump y sabotear a Hillary.

Trump ya declaró que no iría automáticamente en ayuda de Letonia, [si] este antiguo país soviético y ahora miembro de la OTAN fuera atacada por Rusia. ¿Letonia ha pagado por su defensa?

(−“Señor Presidente, el ejército ruso acaba de invadir Letonia ¿Vamos a enviar a nuestras tropas?” – “Espera, espera. Primero verifique si los esos malditos letones han pagado sus cuotas a la OTAN!")

Un acercamiento entre Estados Unidos y Rusia pudiera ser algo positivo. La presente hostilidad visceral americana hacia todo lo ruso es un remanente de la Guerra Fría y es malo para el mundo en general. No veo por qué las dos potencias no pueden cooperar en muchos campos.

Hacia la tercera potencia, China, la actitud Trump es lo opuesto. Él quiere anular los acuerdos comerciales y traer de nuevo los puestos de trabajo a casa. Incluso yo, alguien que no es economista, puedo ver que esto no tiene sentido.

Y así por el estilo. Todo es como ponerse a ver a un hombre a punto de saltar del techo por pura curiosidad.

Los alemanes que votaron en abril de 1933 por Adolfo Hitler y su partido no soñaban con la Segunda Guerra Mundial, aunque Hitler ya estaba resuelto a conquistar Europa del Este y abrirla a la colonización alemana. Quedaron hipnotizados por la personalidad de Hitler. Y−a diferencia del Presidente de EE.UU.−, el Reichskanzler, el canciller del Reich alemán, no era el líder más importante del mundo.

DETESTO ELEGIR “el mal menor”. En veinte campañas electorales israelíes (excepto las cuatro en los que yo mismo era un candidato), he votado a favor de los partidos que no me gustaban mucho y por candidatos en los que no confiaba en absoluto.

Pero esto es un hecho: Si no hay un candidato con el que puedas arraigarte, eliges el único que puede causar el daño mínimo. En 1933, mi padre votó por un partido conservador alemán, porque creía que eran los únicos que tenían la oportunidad de detener a los nazis. Como dijo Pierre Mendes-France una vez: “Vivir es elegir”.

Quiero decir a todos mis amigos estadounidenses: Salgan a votar por Hillary, les guste o no. El gusto, en realidad, no cabe aquí.

No se queden en casa. No votar significa votar por Trump.

Un viejo chiste judío habla de un judío rico, que era detestado por todos en la comunidad. Cuando murió, nadie estaba preparado para hacer el discurso fúnebre, en el que a uno se le permite, por costumbre, decir solo cosas positivas. Por fin, una persona se presentó como voluntario.

“Todos sabemos que el querido fallecido era una persona horrible”, dijo. “Sin embargo, en comparación con su hijo, era un ángel!".

Bueno, Hillary Clinton no es “horrible”. Es una candidata aceptable. Pero en comparación con Donald Trump, ella también es un ángel.