El titular estaba ahí, sacando al sol la mugre de una sociedad que lo acepta, que entiende que es así: los adultos pueden entablar relaciones sentimentales consensuadas con niños. Es más, como escuché decir a un compañero de trabajo, las niñas ahora “están en eso”, tapando con su moralina el repulsivo crimen de la pedofilia, tan rampante en nuestro país.
Así reseñaron el crimen Diario Libre (que luego corrigió el titular y la nota), Listín Diario y El Caribe. Porque en este país es lo más normal del mundo que hombres y niñas sean pareja. Es tan normal, que 41% de nuestras niñas menores de 18 años viven bajo unión marital, según estadísticas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), muy por encima del promedio de 29% de la región. Es necesario mencionar que también somos el tercer país con mayor tasa de feminicidios de la región. Como siempre, esforzándonos por ocupar los primeros lugares.
El asesinato de esta niña combina dos delitos horrendos: el primero la pederastia. Por más que queramos justificarlo, un menor de edad no puede dar el consentimiento legal (ni emocional ni sicológico) para tener una relación con un adulto. El segundo, el feminicidio.
Es imperiosoque nuestros medios de comunicación den un tratamiento periodístico adecuado a los feminicidios. Todavía se califican de“crímenes pasionales” estos asesinatos perpetrados desde la obnubilación del abusador que considera a la mujer su propiedad: “si hablas con otro hombre, te mato”, “si vas a la escuela, te mato”, “si la cena está fría, te mato”, “si me da la gana, te mato”.
O peor, la inconsciente crónica de un intento de asesinato en estemes de diciembre. “A ti te andaba buscando”, le grita el hombre a una joven antes de asestarle una puñalada. Y como la mujer sobrevivió, El Caribe publicó la dirección de su casa, para que pudiera ir a rematarla.
No son pasionales. Los celos tampoco son un atenuante. Los periodistas tienen acceso a un sinnúmero de herramientas a través de la Internet para aprender a tratar los casos de feminicidio respetando la dignidad de las víctimas (leerlas aquí). Si existe la agravante de que la víctima es menor de edad, hay pautas adicionales a tomar en cuenta (leerlas aquí). En ninguna cabeza con criterio una niña de 13 años es “novia” de un hombre de 35. Los periodistas no pueden dejarse arrullar por la desidia.
El tema del matrimonio infantil no está en la palestra pública, ni siquiera se le reconoce como tal. Somos una sociedad permisiva con el abusador, castigadora con la víctima, que no tiene ningún reparo en tratar como adulta y culpar de su situación a aquella a la que le han robado sus años de infancia, su futuro y hasta la vida, con pocas consecuencias legales o sociales para el victimario.
El abuso no nos ruboriza. No profundizamos en las consecuencias perniciosas que tiene en la sociedad el matrimonio infantil. Mucho menos mencionamos la epidemia de incesto.Es más fácil trancar al monstruo en el clóset que mirarnos al espejo. La complicidad terminará por tragarnos a todos si no hacemos frente a nuestros demonios.
Nos hacemosde la vista gorda, que normaliza niveles escandalosos de violencia, que revictimiza a los niños y niñas, ya sean víctimas de un nuncio apostólico que prometía entregar medicina para tratar la epilepsia a cambio de sexo, o de un adulto que se “junta” con una menor con o sin consentimiento de los padres.
Muchos preguntan dónde están los progenitores. Yo voy un poco más lejos, ¿dónde está la sociedad? ¿Dónde está el Estado? ¿Qué estamos haciendo para proteger a nuestros niños y niñas?
Apuntemos el dedo acusador hacia nosotros mismos.
Llamemos las cosas por su nombre: feminicidios, violaciones, pedofilia. Comencemos a despreciar estas acciones. Indignémonos visceralmente cuando leamos este tipo de titulares. Exprimamos el pus y exijamos a los medios, al Estado, a las instituciones, a los padres, pero sobre todo a nosotros mismos,no permitir bajo ningún concepto que una niña ahorcada por un hombre sea llamada “su novia”.
Hablemos claro, esa niña no era su novia. Él es un asesino y un pederasta.
El no reconocer que ella fue su víctima, en todos los sentidos, la mata dos veces.