En la década de los ochenta y la primera mitad de los noventa del siglo XX, había que tener las agallas de tiburón para salir a pelear por un hueco en el mercado de los consumidores de noticias de República Dominicana.

Los poderosos Radio Mil Informando, de Radio Mil (Manuel Pimentel); Noti Tiempo, de Radio Comercial (familia Brea Peña); y Noticiario Popular, de Radio Popular (Circuito Corporán), controlaban el grueso de la audiencia. Tanta era la dependencia que, por ejemplo, en boca de los oyentes resultaba común la frase: “Yo solo lo creo si lo dice Radio Mil Informando”. Y Hatuey De Camps, connotado político de oposición, fallecido en 2016, se esforzaba para que los reporteros de tal empresa no faltaran a sus “ruedas de prensa”, porque –comentaba a menudo–  “no sé, no sé, pero es la manera como leen las noticias, es diferente; no llega igual la misma noticia leída en otros medios”.

En aquel mundo de feroz competencia resurgía, sin embargo, HIZ Informativa, por la primera emisora AM de la República Dominicana: HIZ, 730 Kilociclos (1926). El noticiario ni en pesadilla rozaba la popularidad de aquellos “monstruos” en audiencia y facturación, pero lucía su estampa, su identidad, y la lució hasta que la insostenibilidad económica se lo llevó de paro.

SEMILLA FÉRTIL

Trabajar a diario, copado por una atmósfera de incertidumbre económica, es cosa para titanes dispuestos a vencer los recurrentes ataques de la desmotivación. Más si se trata de un mercado tan estrecho como el de los medios de comunicación. Pero, entre ceja y ceja, los locutores tenían el éxito como meta. Enfocados. Y el trampolín para lograrlo lo tenían a la mano: HIZ Informativa.

Así que resultaba mucho mejor obviar los sinsabores y enfrentar el gran desafío, echándole ganas al trabajo, dejarse oír “al aire”, con la esperanza de escuchar, en cualquier momento, la llamada telefónica de un algún ejecutivo de medios interesado en sus servicios.

Juan Francisco Verdía, el gigantón que parecía más pelotero de Grandes Ligas que locutor, se las ingeniaba para llegar cada día, temprano, sin mancar, desde la provincia oriental San Pedro de Macorís, con su eterno pan con mantequilla y el chocolate de agua resguardados en una bolsita; su desayuno, su almuerzo y su cena de siempre. 

A algunos les provocaba tristeza; a él, no. Como un bebé cuando intenta caminar, no se arrodillaba ante las adversidades. Insistía.

Con antelación a la emisión, él entraba solitario a la cabina de noticias, y allí  –con cualquier lápiz o bolígrafo cruzado en la boca, leía en voz alta: diez minutos, quince minutos, media hora… “horas muertas”.

Luego, repasaba los diarios de la mañana, o avanzaba en la lectura de una de las obras literarias que leíamos con fruición cada semana. El único hobby era agotar cada emisión del noticiario sin equivocarnos, y devorar novelas y cuentos. Nada de participar en la competencia por obtener el galardón de sucesivas noches de parranda para sumar historias de cueros, borracheras y cigarros. Nada de trapisondas ni desprecios.

La fiebre de todos era entrar a la nómina de los grandes de la época. Cada locutor (Verdía, Roberto Casado, Manuel Ferreras, Marcelo Rodríguez, Tony Pérez) andaba con un macuto de sueños al hombro, y los contaba día por día, como para no que no se les perdieran en el tiempo, ni los matara cualquier tentación de “vivir al buena vida”.

Algunos se burlaban del afanar de ellos; otros, los animaban a seguir. HIZ Informativa representaba “un campo de entrenamiento” previo al tramo final hacia la meta. Y la perseverancia era la clave. Jóvenes, muy jóvenes, tontos para algunos, pero conscientes de que tanto esfuerzo debía parir algo bueno algún día.

¿FARÁNDULA?

Después de la emisión matutina del noticiario, la conocida editora de la sección Temas del diario Hoy, Emely Tueni (La turca), realizaba su programa de comentarios artísticos, junto al periodista y locutor Reyes Guzmán, quien también laboraba en la sección Espectáculos del mismo rotativo, bajo la orientación del editor Agustín Martín. C.

Verdía siempre se quedaba en cabina luego de la primera emisión. Estaba obligado, su pueblo dista 77,4 kilómetros al este de la capital. Yo, cuando no recibía clases de Comunicación en la UASD, le acompañaba. Y allí, a través de las bocinas internas, escuchábamos “los chismes” de la farándula y los comentarios de arte. No nos imaginábamos en ese trabajo, solíamos comentar. La vocación –o la decisión– iba por otro carril.

Pero, una mañana, Reyes Guzmán hacía el programa solo. Sentía el vacío de su interlocutora de siempre, quien había viajado a Oriente Próximo, donde habitan sus ancestros. No estaba dispuesto a pasar un par de semanas con esa carga, y me invitó a que le acompañara. Insistió, y acepté a regañadientes. No encajaba con mi temperamento, ni era mi mundo; mas, allí quedé clavado durante 15 días. Los minutos me parecían interminables.

Tuve un gran respiro el día en que apareció La Turca, se reintegró y preguntó a Reyes: — “¿cómo te hiciste?”. Y él, ipso facto, le contestó: “Turca, con Tony, con Tony”.

Desde, entonces, ella, dueña de un temperamento enigmático, a ratos impenetrable, me miraba con ojos de ternura.

Un buen día, al término del programa, bajábamos las escaleras desde el segundo piso del edificio Copello, en el Conde. Mismo donde operaba el gobierno constitucionalista de Francisco Alberto Caamaño, cuyo ministro de Interior y Policía había sido Héctor Aristy Pereyra, paradójicamente el arrendatario de HIZ Informativa. 

Ella iría a su otro trabajo, en el periódico; Reyes y yo, a tomar un café. La Turca lucía preocupada. Le comentaba a él las dificultades en la sección. Una periodista se había ido y tenía que suplir esa vacante. Él le replicó: –“Turca, pero eso no es problema, tienes un periodista a tu lado…”. Y ella, sorprendida, reaccionó: — “¿Cómo así, porque Tony es locutor de noticias?”. Seguido, él le aclaró: –“Turca, él también es periodista”. Ella solo dijo: –“Bueno, pasa por allá mañana; yo te recomiendo, pero todo dependerá de tu trabajo”. Me quedé pasmado. Solo contaba con una buena teoría sobre periodismo impreso, en la cabeza, y una firme voluntad para vencer.

Asistí más temprano de la cuenta. No se habló mucho. Me encomendaron hacer una crónica de ambiente a la icónica Plaza Criolla, que luego la civilización eliminó,  en la 27 de Febrero, frente al Centro Olímpico.

Ese mismo día entregaba el texto en cuartilla y media, y quedaba designado con un muy buen salario cercano a los 500 pesos. Desde entonces, en Hoy hubo un derroche de halagos y confianza por parte de los directores Cuchito Álvarez y Virgilio Alcántara y la editora jodona, Emely Tueni. Comenzaba así mi carrera como reportajista y cronista de los periódicos nacionales.

HIZ Informativa salía del aire meses después. No pasó mucho tiempo sin que Verdía fuera contratado como locutor de Noti Tiempo, y Tony Pérez, de Radio Mil Informando.