Nuestras principales historias políticas, sociales y literarias coinciden en el uso de la cronología, pero también, en el tratamiento biográfico y en el acercamiento histórico y extraliterario. La historiografía literaria dominicana cuenta, entre sus principales fuentes, con el manuscrito o documento histórico que tiene relación con momentos, personajes, autoridades, acciones y espacios, así como con la formación misma de obras literarias de carácter moral, histórico, doctrinal, religioso, narrativo o poético.
Las fuentes históricas para el estudio de la literatura revelan un carácter formal y un carácter temático de fondo, que hacen de la explicación un canal directo o indirecto que sirve, a la vez, de base y superestructura a la crítica de textos y al establecimiento de escritos literarios.
La literatura dominicana se lee muchas veces como historia y la historia dominicana se lee muchas veces como literatura. Este fenómeno es observable en la formación de las historias generales y en el concepto mismo de formación historiográfica. En ese sentido las obras de Antonio del Monte y Tejada (Historia de Santo Domingo, Tres Tomos), José Gabriel García (Compendio de Historia de Santo. Domingo; Rasgos Biográficos de Dominicanos Célebres); Carlos Nouel (Historia Eclesiástica de la arquidiócesis de Sto. Domingo), instituyen una obra cuyo fundamento literario se expresa mediante lo narrativo, lo biográfico, lo novelesco y lo propiamente historiográfico.
La continuidad del pensamiento histórico dominicano es, en este sentido, deudora de este tipo de escritura, donde a través de la influencia latina, hispánica y francesa se imponen los modelos narrativos utilizados para las crónicas, relaciones, descripciones, biografías, historias y textos diplomáticos, entre otros.
La literatura dominicana de la primera República fue un fenómeno que se nutrió del sentimiento nacional, habida cuenta de los episodios que surgieron como fuerzas sociales internas con fines de creación de estrategias liberadoras que dieron lugar a la fundación del Estado nacional. Con la fundación del Estado nacional en 1844, la literatura dominicana será conocida y vinculada al concepto de patria, nación e identidad. Estos conceptos asumidos y leídos desde la perspectiva de la lengua funcional, justifican la productividad en verso y en prosa de los llamados “próceres escritores”. A través de la literatura se reconoce la lengua española como vehículo fundamental de cultura, desde la cual se construye la vivencia de patria y nación en la manifestatividad artística y literaria de los discursos patrióticos.
La literatura trinitaria y filantrópica de los patriotas escritores, había de reflejar el elemento biográfico, histórico, narrativo, discursivo y poético, en tanto que estos elementos aseguran los principales contenidos temáticos y literarios mediante una apertura romántico-liberal propia de la literatura independentista.
Los versos y prosas de Pedro Alejandro Pina, Juan Pablo Duarte, Rosa Duarte, Vicente Celestino Duarte, Juan Isidro Pérez y posteriormente Félix María del Monte y Emilio Prud’Homme, se hicieron eco de toda una tradición literaria y democrática cuya inscripción era deudora de las transformaciones ideológicas y estructurales de la América Hispánica.
En ese sentido, lo literario estuvo unido a lo histórico, habida cuenta de los contenidos y las formas manifestativas de la cultura dominicana. El acto de escribir fue entonces un acto de apertura patriótica nacional, cuyo fundamento fue la reacción antihaitiana a través de la escritura y la idea de separación.
Lengua, cultura y nación conformaron el proceso de constitución de la literatura en la Primera República, de tal manera que desde la oratoria, el verso y la narración tradicionales se instituyó un foco descriptivo de valores y temáticas unidos a la vocación del sujeto histórico. La oratoria de Meriño, la prosa de Penson, los versos de Félix Ma. Del Monte, la narrativa de Angulo Guridi y el relato popular tradicional, cubrieron la época unificando un nuevo concepto de literatura cuyo aporte principal fue la base de un discurso patriótico en el espacio real y sensible de la identidad.
En resumidas cuentas, la relación entre lengua y cultura, cultura y nación, escritura y poder, representación y discurso sustentada por un sujeto político abierto a ideas independentistas y renovadoras, dieron lugar a fuerzas epocales y a perspectivas de creación literaria en la visión de la primera República.