Decidir, analizar, clasificar y reconstruir desde el punto de vista crítico los rumbos de una obra como la de Emilio Rodríguez Demorizi (1904-1986), implica entender lo que ha sido en República Dominicana la narrativa histórica y sobre todo la investigación documental, la ciencia de la historia y el mundo histórico dominicano. El hecho de que un historiógrafo, compilador documental, bibliógrafo y erudito dominicano se haya propuesto la tarea de constituir un corpus histórico general y especial del país en todas sus vertientes, supone una empresa de investigación prefijada y sobre todo construida sobre la base de una búsqueda histórico-narrativa y particularmente documental.
¿Qué se propuso Emilio Rodríguez Demorizi desde sus comienzos como historiador e historiógrafo? La obra de este erudito admite como explicación las cardinales de una construcción que solicita no sólo atención cronológica y biográfica, sino también una atención especial particularizada en algunos textos donde nuestro intelectual recompone, mediante la muestra de documentos y el juicio histórico lo que es también el punctum historial e histórico de la textualidad clásica y moderna.
Emilio Rodríguez Demorizi es heredero de una tradición histórica hispanoamericana y universal fundamentada en la educación sociohistórica, entendida como proyecto intelectual. El humanismo practicado por toda una vertiente historicista, alcanza en el país un valor desde el cual la información, el documento, la relación, la compilación, la carta, la necrología, la biografía, los lugares históricos, las actas gubernamentales e institucionales, el elogio, el panegírico, la hoja de vida y servicio y el diario, entre otros géneros, elementos o tipos discursivo-textuales, implican una reflexión, una instrucción y un ordenamiento bio-biblio-gráfico, útiles para la pesquisa histórica.
En el caso de nuestro autor podemos observar que todo un proceso de progresión documental pretende legitimar y analizar el texto y el contexto de la historia nacional. Los vínculos que la historia crea con la diplomacia, la economía, la minería, el documento y las acciones del estado, la jurisprudencia, la literatura, el folklore, la cultura, la narrativa, la lengua, los estudios filológicos, la flora, la fauna, el clima y otros objetos y dominios de conocimiento de la sociedad, son suficientes para entender el discurso de la historia dominicana, o, más bien el discurso crítico de la historia dominicana justificado en todo lo que ha sido lo social y lo institucional en la vida del sujeto y las formas de vida en el mundo sociocultural dominicano.
En el caso de nuestra historia e historiografía encontramos que los casos, tipos, imágenes, desarrollos sectoriales, elementos críticos y modales, asisten a una prueba de términos, categorías e impresiones que sólo el historiógrafo y el historiador pueden reconocer, dependiendo de las fórmulas de escritura y justificación de un registro adquirido como tensión en el marco de la tradición y la traducción del documento o texto histórico.
En efecto, no podemos decir que en el caso de Emilio Rodríguez Demorizi existe una metodología histórica y crítica específica, llevada a cabo con un fundamento histórico y preceptivo. Tampoco se trata, en su caso, de elaborar o proponer una teoría de la historia y de los registros historiográficos o una narrativa monodireccional en cuyo funcionamiento advertimos el grado de intertextualidad de la inscripción o de la escritura historiográfica.
Lo que traduce y a lo que induce la obra de Emilio Rodríguez Demorizi es a un marco y a una cardinal de aspectos, momentos, contextos específicos, conflictos nacionales, tópicos literarios, folklóricos, humanísticos, biográficos, militares, artísticos y narrativos. La travesía histórico-literaria y ante todo, la travesía que enlaza con lo nacional, la nación y el nacionalismo se va concretizando en el historicismo y el liberalismo hispanoamericano como ejemplo, mención y determinación.
La tragedia de los pueblos hispanoamericanos está precisamente en los acuerdos “no acordados” por los pueblos, sino por sus representantes en base a fórmulas políticas dirigidas, conformadas y negociadas en foros intergubernamentales. Lo que demuestran las diversas cartas, relaciones, hojas militares, escritos diplomáticos, biografías e imágenes documentales de lugares, héroes, personajes, símbolos o reproducciones artísticas, es justamente que la historia social, cultural y material de República Dominicana tiene su base en lo diverso, lo político, lo documental, lo literario y lo económico, entre otros registros y tópicos especiales.
Así pues, la historia, la historiografía y la documentología dominicana se han fundado en los niveles, tipos, subtipos cualificados de narración, enunciación y demás fórmulas de relación textual reconocidas en historiadores e historiógrafos tales como: Antonio del Monte y Tejada, José Gabriel García, Luis E. Alemar, Ramón Marrero Aristy, Gustavo Adolfo Mejía Ricart, Bernardo Pichardo, Máximo Coiscou Henríquez, Vetilio Alfau Durán, Ramón Lugo Lovatón, J. Marino Incháustegui, Américo Lugo y Herrera, entre muchos otros.
La travesía histórica dominicana que como investigación está marcada por el hispanismo liberal del centro de Estudios históricos de Madrid dirigido en sus comienzos por Ramón Menéndez Pidal y otros, constituye una visión de la historia y los estudios geográficos, sociológicos, institucionales, lingüísticos, numismáticos, paleográficos, justificados por una base historiológica de fuerte arraigo en el ámbito español, y por influencia, en el ámbito continental americano.
Todo el proceso asumido por el historiador para describir, inscribir, argumentar, hacer la historia mediante, y, a partir del documento, el archivo, la ficha los diversos tipos de referencia y por último la conjunción de la escritura de la historia, debe ser asumido y aceptado como un compromiso del investigador. Estructuras, sujetos, coyunturas, relatos y fórmulas, van constituyendo la linealidad, la cardinal y la textualidad de un archivo-discurso y un espacio de representación de lo histórico.
Pero Emilio Rodríguez Demorizi no estudiaba, ni contribuía al estudio de la historia como lo hicieron Marc Bloch, Lucien Febvre o Fernand Braudel; la historiografía llevada a cabo por nuestro investigador se fundamentó en el documento para la historia de la República Dominicana, y todas las relaciones de actas, escritos, ensayos, glosarios, prosas históricas, relaciones e informes por él publicados, conforman un edificio intelectual necesario para cualquier investigador de la historia, la cultura, la literatura y otros espacios intelectuales, institucionales y artísticos dominicanos.
No podemos dejar de mencionar el hecho de que obras como Documentos para la historia de la República Dominicana (Vol. 1-4), Mapas y Planos de Santo Domingo (1979), Lugares y monumentos históricos de Santo Domingo (1980), Lengua y Folklore de Santo Domingo (1975-1979), Cronología de la Real y Pontificia Universidad de Santo Domingo (1535-1970); Los Dominicos y las Encomiendas de la isla Española (1971); Tradiciones y Cuentos Dominicanos (1969 a); Papeles de Rubén Darío (1969); Relaciones Geográficas de Santo Domingo (1970)1977, vols. 1-2); y otros, constituyen un cuerpo documental, histórico-literario y sobre todo temático de nuestra historia nacional.
En efecto, Emilio Rodríguez Demorizi ha sido el historiógrafo y compilador documental que más campos intelectuales y temáticos ha abarcado en la República Dominicana. Apelando a fuentes manuscritas, orales, textuales y editoriales, nuestro autor ha contribuido notablemente a enriquecer la bibliografía dominicana. La dinámica de este proceso bibliográfico y documental se ha afirmado cada vez más en las redes creadas a partir de una información específica de un tema específico, indicado por la pesquisa y el dato muchas veces seguro, y otras veces inseguro, debido a indeterminaciones contextuales y escriturarias.