“La historia del Caribe es la historia de las luchas de los imperios contra los pueblos de la región para arrebatarles sus ricas tierras; es también la historia de las luchas de los imperios, unos contra otros, para arrebatarse porciones de lo que cada uno de ellos había conquistado; y por último la historia de los pueblos del Caribe para liberarse de sus amos imperiales”. (Juan Bosch: De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial, Eds. Fundación Juan Bosch, Santo Domingo, 2012, p. 8).
Bosch acentúa una línea que extiende un acento historiográfico de específico valor para la comprensión inmanente y trascendente del Caribe:
“Si no se estudia la historia del Caribe a partir de este criterio no será fácil comprender por qué ese mar americano ha tenido y tiene tanta importancia en el juego de la política mundial; por qué en esa región no ha habido paz durante siglos y por qué no va a haberla mientras no desaparezcan las condiciones que han provocado el desasosiego. En suma, si no vemos su historia como resultado de esas luchas no será posible comprender cuáles son las razones de lo que ha sucedido en el Caribe desde los días de Colón hasta los de Fidel Castro, ni será posible prever lo que va a suceder allí en los años por venir” (Ibídem. op. cit.).
He aquí un complemento de la trayectoria dramática, fantástica y hasta novelesca del Caribe en la modernidad o el modernariato. ¿Cuál ha sido el signo de la diferencia y cómo éste se pronuncia en su ocurrencia y temporalidad? Leyendas de colores. Historias vivas del hambre. Muchedumbres arbóreas. Tierras y caudales.
“La conquista del Caribe por parte de los muchos imperios que han caído sobre éste, causó la casi total desaparición de los indígenas en la región y la desaparición total de ellos en las islas, y causó, desde luego, las naturales sublevaciones de unos pueblos que se negaban a ser esclavizados y exterminados en sus propias tierras por extraños que habían llegado de países lejanos y desconocidos” (Ibíd. loc. cit.).
La comprensión de la historia social epocal, colonial y dieciochesca de América y de Santo Domingo en particular, se hace legible en la historiología asumida por Mir en un orden crítico, asumida también por Juan Bosch:
“Algunas de las revoluciones del Caribe, como la de Haití y Venezuela, dieron lugar a matanzas que asombran a los estudiosos de tales acontecimientos, y desataron fuerzas que operaron o se reflejaron en países lejanos. La violencia con que han luchado los pueblos del Caribe contra los imperios que los han gobernado da la medida de la fiereza de su odio a los opresores. Los pueblos del Caribe han llegado en el pasado, y sin duda están dispuestos a llegar en el porvenir, a todos los límites con tal de verse libres del sometimiento a que los han sujetado y los sujetan a los imperios…” (Op. cit. p. 9).
La esclavitud en La Española y la esclavitud en Santo Domingo, ha dejado una secuela de formas y modos de explotación utilizados también por los llamados gobiernos liberales que propician el abuso administrativo y las líneas de un colonialismo justificado por el modernariato y las vidas turbias de la democracia en sus diversos momentos de tensión y sinrazón.
Y así, la misma esclavitud a la que se refieren Pedro Mir y Juan Bosch se convierte en el poema-relato, el poema-signo y el poema-historia que re-crea Mir en sus diversas etapas poéticas y narrativas. Entre la leyenda poética y la historia que se extiende como vórtice y memoria, la agricultura, la flora, la fauna indígena que narra Mir en La bella historia… y en Tres leyendas… se necesita una reflexión desde el punto de vista de la filosofía de la historia insular y en nuestro caso focal.
Los tiempos basales de un discurso de la historia y del poema propician relatos, fuerzas influyentes y confluyentes de un dominio opresor que por desventuras históricas, han empoderado la visión extendida desde el Estado dominante en el trayecto de un capitalismo amorfo y luego en las cardinales del capitalismo premonopolista que acumuló riquezas sobre la base del neoesclavismo predominante. Esos tiempos económicos y sociales, esas conformaciones de empoderamiento sociojurídico, socioeconómico y socio-cultural Pedro Mir los narró en clave épica y geopoética.