(y 3)   

§ 5. A la influencia externa de las tres grandes potencias sobre la naciente República Dominicana (Inglaterra, Francia y los Estados Unidos), el Dr. Leonardo Conde, en su Historia de la nación dominicana, le agrega “un elemento adicional”: la existencia de Haití como nación y su afán por dominar toda la isla, afán que sirvió de excusa a la búsqueda de protectorado durante todo el siglo XIX por parte de los “caudillos”. Haití nunca ha sido un Estado nacional. 

§ 6. El Dr. Conde excluye a Juan Pablo Duarte de ese afán proteccionista, a quien considera fundador de la “nación dominicana”, sin ver que ese mismo fundador de la patria, todavía el 1 de junio de 1844 firmaba el  documento que reiteraba la solicitud a Francia de protectorado y reconocimiento de la independencia dominicana, enviado por la JUNTA CENTRAL GUBERNATIVA A MONSIEUR E. DE JUCHEREAU DE ST. DENYS, CÓNSUL DE S. M. EL REY DE LOS FRANCESES EN SANTO DOMINGO, un mes antes de que Santana le desterrara a perpetuidad a él y a los demás trinitarios y les condenara a la pena de muerte si osaran pisar territorio dominicano (véaselo en Documentos del primer Gobierno dominicano. Junta Central Gubernativa. Febrero-noviembre 1844. (Compilador Julio G. Campillo Pérez). Santo Domingo: Colección Sesquicentenario de la Independencia Nacional, vol. V. Santo Domingo: Taller, 1994, pp. 107-109). Ramón Lugo Lovatón reproduce también en su biografía de Sánchez el documento de marras.

§ 7. Bobadilla, presionado por un Santana ávido de poder, había negociado en secreto con el Cónsul francés, quien les apoyó, porque en ese momento ellos dos eran la fuerza militar y política mayoritaria y le garantizaban el Plan Levasseur original que incluía la cesión a perpetuidad de la península de Samaná y el nombramiento de un gobernador general francés investido de poderes ejecutivos durante diez años. Saint-Denys otorgó su apoyo a la Santa Boba o Pandora como le llamó Duarte al binomio Santana-Bobadilla cuando el hatero del Este dio el “golpe de Estado” del 16 de julio de 1844. El “alma de esclavo” que siempre poseyó Sánchez, y en el siglo XX Peña Gómez, explica que el futuro mártir de El Cercado formara parte de la junta “golpista” que encabezó Santana el 16 de julio de 1844 (Campillo Pérz, op. cit., pp. 122-123). Pero el hatero del Este se desembarazará muy pronto de Sánchez y sus amigos trinitarios.

A Sánchez y Duarte hay que juzgarles a la luz de las luchas clasistas entre pequeños burgueses urbanos (comerciantes, curas, abogados) y hateros sin fe en la república y analizar sus acciones como inseparables del único medio de acumulación de poder, riquezas y prestigio social que era el tambaleante Estado clientelista creado por el pensamiento de Duarte y llevado a cabo por los “encabezados” o “encomendados”, quienes debían, en su ausencia, realizar la separación de Haití y darle continuidad a la verdadera independencia dominicana de José Núñez de Cáceres en contra de España.

§ 8. El historiador Ramón Lugo Lovatón, en su biografía en dos tomos sobre Sánchez, califica como un absurdo la solicitud de protectorado firmada por Duarte, Sánchez y los demás miembros de la Junta Central Gubernativa (Ciudad Trujillo: Montalvo, I, 1947, pp. 241-285). Se formula el historiador varias preguntas al respecto y conjetura múltiples respuestas, de las que me parece más plausible la siguiente: El 26 de mayo de 1844 Bobadilla convoca a una reunión de personalidades de la vida pública (comerciantes, sacerdotes, funcionarios de la burocracia civil y militar y autoridades eclesiásticas) y conchabado con el vicario general y delegado apostólico Tomás de Portes e Infante, este pronuncia un discurso en el que solicita que se acepte el viejo Plan Levasseur formulado en 1843 por Buenaventura Báez y Manuel Joaquín Del Monte, constituyentes dominicanos residentes en Puerto Príncipe, con el cónsul francés André-Nicolas Levasseur, convenio que otorgaba a perpetuidad la península de Samaná a Francia, así como el nombramiento de un gobernador francés dotado de poderes ejecutivos durante diez años, a cambio de protección a la independencia dominicana.

§ 9. Duarte y su grupo, presentes en esa reunión convocada por Bobadilla, se oponen radicalmente a esas pretensiones. Bobadilla había enviado antes a sus secuaces (Félix Mercenario, Carlos Moreno, el Dr. José María Caminero, Mariano Echavarría, Juan Tomás Medrano y José Ramón Delorve o Delorbe) a sondear a las autoridades de las regiones del interior para que se pronunciaran a favor del protectorado, pero la misión fracasó y la Junta Central Gubernativa desestimó la idea del protectorado francés. A pesar de ese rechazo, Bobadilla decidió llevar adelante su plan, presionado por Santana, jefe del Ejército del Sur acampado en San Cristóbal, que estimaba perdida la guerra en contra de Haití mientras más duraran los combates (Lugo Lovatón, op. cit., p. 235). Al contravenir los postulados de la Manifestación del 16 de enero de 1844 que proclamó la separación de Haití (y que firmaron Bobadilla y Santana) y dejar de ser una “nación” independiente y soberana, los trinitarios se reunieron en la Fortaleza y con el apoyo de los militares decidieron ponerle coto a esa traición de Bobadilla y Santana. Eliminaron de su cargo a todos los afrancesados de la Junta Central Electoral y eligieron a Sánchez el 9 de junio de 1844 como presidente de la nueva Junta. Se ha hablado de “golpe de Estado”, pero no hubo tal, sino una lucha de clases a muerte en el seno de la nueva Junta y los trinitarios, que contaron con una relación de fuerza mayor, triunfaron, aunque no previeron las consecuencias o creyeron que podían convencer a Bobadilla y Santana y su grupo de traidores. Bobadilla, Santana y el Cónsul Saint-Denys tuvieron mejor estrategia que los trinitarios y ganaron e impusieron, sin atraso ni progreso, sus intereses objetivos desde 1844 hasta 1865.

Tampoco en esta lucha estrictamente política debe hablarse de “golpe y contragolpe”, sino de desplazamiento del poder de una fracción de clase por otra. En la nueva junta presidida por Sánchez, Duarte, era vocal de dicha Junta y entonces pasó a ocupar el importante puesto de Gobernador de la provincia de Santo Domingo, que ocupaba el futuro mártir de El Cercado. El desempeño de este cargo militar es un mentís a los antiduartistas del patio que dicen que Duarte no ejerció el poder.

§ 10. ¿Por qué si Duarte fue el creador de la idea de independencia total de los dominicanos y jefe indiscutido de ese partido, recae el 9 de junio de 1844 en Sánchez y no en él la presidencia de la nueva Junta? Esa es la pregunta del millón que hay que dilucidar, sobre todo si Sánchez afirmó en una carta famosa que para sí no quería nada y que Juan Pablo se lo merecía todo (Lugo Lovatón, op. cit., p. 213 y 252). Así respondió Sánchez a la imprudente acción de Mella de proclamar en el Cibao a Duarte como presidente de la República, proclamación que el ideólogo de la separación aceptó sin pensar que era un funcionario subalterno de la Junta que presidía Sánchez (Lugo Lovatón, op. cit., p. 250). Yo difiero de la opinión de algunos historiadores en el sentido de que este acto imprudente de Mella precipitó la acción de Santana de desconocer y desplazar del poder a la Junta presidida por Sánchez. Esta acción estratégica estaba decretada mucho antes y el apoyo del Cónsul francés Saint-Denys a Santana y Bobadilla es la prueba contundente (Lugo Lovatón, op. cit., p. 259).

Quienes afirman que el desplazamiento de Bobadilla y los traidores a la Manifestación del 16 de enero de 1844 fue ilegal, justifican explícita o implícitamente la acción de Santana de desplazar a Sánchez y los trinitarios del poder. Se amparan en un juridismo técnico inexistente. La independencia radical teorizada por Duarte es la salud pública de la recién fundada república: todas las alegaciones para justificar la acción de Santana y Bobadilla son un tecnicismo jurídico para no analizar estos dos desplazamientos del poder como la lucha de clase descarnada de las fracciones de la pequeña burguesía mercantil y profesional en contra de la pequeña burguesía hatera o terrateniente de mentalidad radicalmente proteccionista respecto a la independencia de la naciente república y, por lo tanto, partidarios de su anexión a una potencia extranjera. Quienes justifican las acciones proteccionistas o anexionistas de Santana y Bobadilla son los justificadores del proteccionismo y el anexionismo de ambos personajes, y de Buenaventura Báez, y deben ser considerados, por vía de consecuencia, como apoyadores de las intervenciones militares de los Estados Unidos a nuestro país en 1916 y 1965, aunque públicamente lo nieguen por vergüenza o por intereses de cualquier especie. La ideología consciente o inconsciente de estos contemporáneos dominicanos es la del plan Levasseur original y la del imperialismo norteamericano de los siglos XX y XXI.

§ 11. Pero Bobadilla, una vez rechazada su idea de validar el Plan Levasseur original, se reunió de nuevo con el Cónsul Saint-Denys y pactó el protectorado. Santana amenazó con ocupar la Capital, eliminar la nueva Junta y tomar el poder. Sánchez fue a San Cristóbal a tratar de convencerle de lo contrario. La presión del Cónsul francés y su amenaza de retirarse del país junto a los barcos franceses surtos en el puerto formó parte del teatro montado, manipulación que cayó como anillo al dedo, porque ya Sánchez tenía conocimiento de que Charles Hérard-Rivière se aprestaba a desencadenar una segunda invasión para reconquistar la parte Este que se había separado de Haití. Las armas dominicanas vencieron para sorpresa de todos a las haitianas el 19 y el 30 de marzo de 1844 en Azua y Santiago de los Caballeros, respectivamente. Estas acciones militares afianzaron nuestra independencia y, en consecuencia, la idea del protectorado francés reculó momentáneamente, razón por la que la petición de Bobadilla y Sánchez el 9 de junio de 1844 no contemplaba la cesión a perpetuidad de la península de Samaná ni el nombramiento de “un gobernador francés por diez años con funciones de Poder Ejecutivo, que indicaba a título de control extranjero el primitivo Plan Levasseur (Lugo Lovatón, op. cit., pp. 229-231).

§ 12. Ante la inminencia y el peligro de los tres factores que amenazaban al presidente de la Junta Central Gubernativa, luego del desplazamiento del poder de los afrancesados partidarios del primitivo Plan Levasseur, para contrarrestar la estrategia de Bobadilla, Santana y el Cónsul francés, Sánchez le propone a Saint-Denys la firma de un nuevo protectorado el 12 de junio de 1844, sin resultado positivo alguno. La solicitud la firmaron Félix Mercenario, José Ramón Delorbe, J. M. Ramírez, Carlos Moreno, Manuel Jimenes y el secretario Silvano. Pujol. (Lugo Lovatón, (op. cit., pp. 265-266).

Ante ese triple peligro, se consuma la estrategia de los afrancesados y Santana entra en la Capital, depone a la Junta y toma el poder para sí. El resto es historia. Constitución de San Cristóbal en noviembre de 1844, artículo 210 y elección de Santana como primer presidente de la naciente República Dominicana. Exilio perpetuo y condena a muerte de los trinitarios si pisaren suelo patrio. A las puertas del país, la dictadura que consumará la Anexión a España el 18 de marzo de 1861, el fusilamiento de José Contreras en Moca y el de Sánchez en El Cercado, el fusilamiento de su tía María Trinidad y de José Joaquín Puello el 27 de febrero de 1845. Y este Puello corrió esa suerte porque desobedeció la orden de Sánchez de enfrentar con las armas a Santana. Se dejó seducir por Bobadilla y Santana y pagó cara su traición, sin saber que ya el Cónsul Saint-Denys le había advertido a Bobadilla que el coronel Puello, por su casta, no era hombre de confiar y que debía ser exiliado o descartado (Lugo Lovatón, op. cit., 257). Parece que Puello no aprendió la lección de su jefe, Pablo Alí, ni la estrategia de Santiago Basora y la gente de Monte Grande, una vez liderados por el estratega antiesclavista Pablo Alí en contra de los españoles, en contra de Núñez de Cáceres y en contra de la naciente república de febrero de 1844. Y para asegurarle a Santiago Basora y la gente de Monte Grande, Mendoza y Mojarra que no habría restablecimiento de la esclavitud en la flamante república de 1844, por órdenes de Sánchez, presidente de la Junta Provisional, fueron comisionados Bobadilla y Manuel Jimenes el 28 de febrero a visitar aquellos predios, razón por la que Bobadilla no pudo firmar la capitulación de Desgrotte el 29 de febrero y el “mérito” se lo llevó su compadre Caminero, a quien le reprochó amargamente esta acción y le amenazó con abofetearle.

§ 13. A Duarte, Sánchez y Mella solo les redime de esta ideología proteccionista la Restauración en la que combaten la Anexión entre 1861 y 1865. El proteccionismo de Duarte, Sánchez y Mella debe ser reevaluado a partir de un sesudo análisis político que tome en cuenta las relaciones de fuerza entre trinitarios y proteccionistas-anexionistas dentro del contexto histórico de aquel momento y dentro la teoría pragmática de lo posible e imposible de una acción política en el contexto económico, social y cultural de la lucha de clases por apoderarse del poder del flamante y tambaleante Estado dominicano. Frente al Plan Levasseur original, el mal menor para Sánchez y los trinitarios era un proteccionismo que no enajenara la península de Samaná y ni contemplara el nombramiento de un gobernador francés dotado de poderes ejecutivos, pero apoyado en la firma de un convenio o tratado comercial ventajoso para Francia como única salida airosa en medio de aquellos grandes peligros para la independencia tal como Duarte la concibió. En este contexto, Duarte, con sus errores, es el único padre de la Patria. Sánchez, Mella y los demás trinitarios son “encomendados” o “encabezados”, es decir, brazos ejecutores de la separación en contra de Haití. Ellos no crearon la ideología y la teoría de la separación: fueron sus secuaces pragmáticos en ausencia del exiliado Duarte.

Sánchez cayó en el Cercado en 1861 y Mella, el creador de la guerra de guerrillas, muere en 1864 en plena lucha y Duarte es un cadáver ambulante arrojado del país por unos mozos que desconocieron su hazaña entre 1838 y 1844, ávidos de gloria, heroísmos y protagonismos, como sucederá luego de ganada la guerra de la Restauración con la instauración del Partido Liberal o Azul en el poder durante casi veinte años, pero aun así fueron incapaces de fundar un Estado nacional verdadero.

§ 14. En el prólogo a su Historia de la nación dominicana, el Dr. Conde emplea, si no yerro, diez veces el término “nación”, para referirse a la República Dominicana y una vez para aludir a la haitiana. Pero como mostré en la entrega anterior, los analistas más lúcidos, de derechas, de izquierdas y del centro concuerdan en la inexistencia de la nación dominicana: Américo Lugo, Rafael Augusto Sánchez, Francisco Eugenio Moscoso Puello y Pedro Andrés Pérez Cabral. Y los otros que cité hablan de un Estado débil; un Jimenes Grullón y sus secuaces hablan de una “ficción” o de “arritmia histórica, esa ideología racionalista del progreso  y el atraso; un Juan Bosch habla de “arritmia”, al igual que Jimenes Grullón, pero también de “ausencia de conciencia nacional” en el pueblo dominicano, o de constitución defectuosa del Estado dominicano en Bonó, Emiliano Tejera y Mariano Cestero.

§ 15. Al estudiar las características del surgimiento de los Estados nacionales en Europa y los Estados Unidos en el siglo XIX, son los politólogos y sociólogos dominicanos de finales del siglo XX, inspirados en el marxismo y en el Bosch de Composición social dominicana (Santo Domingo: Arte y Cine,1970) quienes volcaron su mirada a la especificidad de nuestro Estado surgido en 1844 y, sin desdeñar el proceso de saqueo colonial español y el del imperialismo norteamericano que impidieron el proceso de acumulación originaria en las repúblicas oligárquicas latinoamericanas, tales investigadores (Max Puig, Miguel Cocco, Otto Fernández, Wilfredo Lozano, Pedro Catrain, José Oviedo, Vanna Ianni, André Corten, etc.) determinaron que la constitución del Estado en nuestro país fue clientelista y patrimonialista, es decir, “privatización del Estado y politización de lo privado como problema fundamental de la constitución del Estado capitalista.” (Ramonina Brea. Ensayo sobre la formación del Estado capitalista en la República Dominicana y Haití. SD: Taller, 1983, p. 203). Es lo mismo que ha dicho el Dr. Conde: “… la mayoría de los gobernantes que ha tenido la nación desde que Pedro Santana se apropió del poder por primera vez en 1844 han mostrado una actitud contraria a la anterior.” (I, 18). ¿Cuál fue esa actitud anterior? La del estadista “… que llega al poder para gobernar en provecho de la nación” opuesta a la del “… gobernante que solo alcanza el poder para satisfacer apetencias personales o enriquecerse a base de contemporizar con un determinado status quo sin pretender cambiarlo.” (I, p. 18).

§ 16. La Dra. Brea y el Dr. Conde llegan a la misma conclusión, pero a resultados analíticos diferentes. Las últimas dos citas del Dr. Conde son las que han impedido la formación de lo que él cree que existe: la nación dominicana. Y la Dra. Brea repasó a José Ramón López, Américo Lugo y a todos los que han analizado el problema del surgimiento del Estado dominicano y llega a este resultado: “… el no reconocimiento y la negación del pueblo como principio de poder, la reducida individualización, la persistencia de la violencia directa sobre el cuerpo, y, finalmente, el no establecimiento de las bases para una modificación de aquella en disciplina social condicionaron y limitaron la constitución del intercambio libre y, por la otra, acentuaron el movimiento de privatización del Estado y politización de lo privado como problema fundamental de la constitución del Estado capitalista (…) Así, el Estado capitalista [dominicano, DC] surge sin una unicidad del poder que posibilite una unificación de la sociedad en torno al pueblo-nación.” (obra citada, 203). Es esta unicidad la que estuvo ausente en el siglo XIX y sigue ausente en el siglo XXI, Dr. Conde, y por eso no tenemos en nuestro país Estado nacional verdadero, ni en América Latina tampoco.

§ 17. Esa ausencia del pueblo-nación fue la que permitió la existencia, hasta hoy, de un Estado clientelista y patrimonialista donde el Presidente de la República controla las Altas Cortes, la Legislatura, las iglesias, los militares, los municipios, la burocracia, la gran prensa, los inexistentes sindicatos representados por una camarilla que medra al amparo del gran CONEP, los partidos políticos grandes y pequeños y la cultura del partido del signo, la Junta Central Electoral y en este inmenso teatro del mundo, solo brillan como ejemplos paradigmáticos de cuasi-estadistas Espaillat, Billini, Bonó, Luperón, Hostos y, de estadista, Juan Bosch. Estamos hoy, Dr. Conde, como nos describió Lázaro Bejarano en el siglo XVII, a quien parodio, en estos versos cojos, de la siguiente manera:

También vide a Danilo Medina

Licenciado y presidente

Folgar al lado de una fuente

Y a la sombra de Odebré

Descuidado del cuidado

Que la Ley le dio de su gente.

Si ha existido en el país, desde 1843 hasta hoy, esa ideología del protectorado de una potencia extranjera a cambio de la enajenación de parte del territorio dominicano o de otras concesiones, lo prueban el hecho de la Anexión a España en 1861; el proyecto de Báez en 1871 de anexarnos a los Estados Unidos; la aquiescencia de los sectores oligárquicos a la ocupación militar norteamericana en 1916-24 y el llamado de Elías Wessin y Wessin a los Estados Unidos, por la interpósita persona de Pedro Bartolomé Benoit, para que ocuparan nuestro país en 1965, nada impide dentro de esa lógica, ante una “crisis metafísica” profunda del sistema político y económico dominicano en el siglo XXI,  que algunos dominicanos pertenecientes a los actuales partidos políticos y aliados ancilares del frente oligárquico, llamen de nuevo a los Estados Unidos para que salve la “democracia” en peligro. Ya no valdrá la excusa del comunismo. Quizá la de un inminente peligro de ataque terrorista patrocinado desde el exterior. Y todo esto debido a la falta de conciencia política y de conciencia nacional sin las que no es posible crear un Estado nacional verdadero.

La prueba de esta falta de conciencia política y de conciencia nacional del pueblo dominicano es la presencia de los restos de Pedro Santana en el Panteón de la Patria. Esta acción significa simple y llanamente la glorificación del protectorado francés, de la Anexión a España en 1861 y de las dos intervenciones militares norteamericanas a nuestro país. Esta es, lo repito por milésima vez, la prueba de que la creencia en la existencia de la nación dominicana es el gran negocio de los miembros del partido del signo.