Periodización, fuente de estudio y bibliografía en la historia del arte, suponen cardinales de trabajo que se abren a nuevas lecturas y productividades artísticas. Como dominio de estudio humanístico e interdisciplinario, la historia del arte se muestra hoy en tanto que campo de trabajo donde se reconocen los principales usos, tratamientos, técnicas, principios de análisis y métodos que conducen al conocedor o investigador a un proceso de comprensión de los productos artísticos.

El conocimiento de fuentes, el tratamiento de los materiales que han conformado todo lo que hoy llamamos métodos artísticos o literatura artística, apoyados ambos en la documentación de trabajo, producen una visión y disciplina de lo que son los estudios artísticos.(Ver, Julius Schlosser: La literatura artística. Manual de fuentes de la historia del arte moderno, Ed. Cátedra, Madrid, 1993).

El instrumento bibliográfico, así como la comparatística utilizada a favor del conocimiento del arte, nos llevan a establecer un marco de significación y trabajo mediante el cual lo artístico y lo cultural cobran significación para el establecimiento de una historia del arte basada en aprestos socio-culturales, productivos y epistémicos.

El valor de los productos artísticos se sitúa en este caso en una visión convergente de la significación artística, de tal manera que, tanto los usos técnicos como los usos estéticos y disciplinarios involucran la relación entre producto artístico, época, evolución, condición y situación artística.

En la historia del mundo, elaborada y pensada por Hegel, encontramos una historia de las formas culturales de los estados, espacios humanos e ideas que rigen el curso de la historia de la humanidad. Todo proceso artístico ha surgido, según Hegel, a partir de una idea de representación e imagen de lo real y lo espiritual. Es desde la vertiente de la historia del espíritu, como se va a constituir una historia ascendente o decadente del hombre que produce bienes artísticos y estéticos, siempre en un contexto temporal y espacial

Así, la historia del arte, la historia de las ideas, la historia de la sensibilidad o del pensamiento estético y la historia de los Estados, conforman según Hegel el saber del hombre universal.

Para el historiador del arte, la estética, la historia universal, la arqueología, la filología y la filosofía universal, entre otros dominios, constituyen las principales fuentes de estudio del arte, de donde provienen los conocimientos de la cronología,  las clasificaciones,  las producciones en tiempo y espacio que constituyen aspectos y tendencias importantes para el estudio de la historia del arte. Tanto la literatura artística como los diversos cuerpos de documentos utilizados en el marco de análisis de la historia de arte ayudan a situar, analizar, difundir, concebir el estudio de la historia de los archivos y modos de investigación del arte. (Véase, Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda: La investigación bibliográfica, archivística y documental. Su método.Eds. UNAM, México, 2008}.

El concepto del arte contemporáneo generó desde la primera mitad del siglo XX, una economía artística, histórica y simbólica. A partir de la primera década del siglo XX se fue conformando un espíritu de ruptura en algunas tendencias de la práctica artística. Esto produjo  en dicho contexto algunos manifiestos y declaraciones relativas a un nuevo modo de ver y de analizar diversas vertientes de la productividad artística.

El concepto de vanguardia que se empezó a manejar a partir de entonces, estuvo ligado a lo que se entendía como escuela, movimiento, ismo). Así las cosas, surgieron los ismos denominados dadaísmo, expresionismo, futurismo, suprematismo ,constructivismo  y otros que, aunque de corta duración como movimientos, fueron concebidos como tendencias estéticas y artísticas que no dejaron de tener influencias a todo lo largo de la producción artística y cultural del siglo XX.

Las diversas problemáticas surgidas a partir de los nuevos lenguajes artísticos en el siglo XX, constituyeron una visión plural y medial de las experiencias artísticas y estéticas, muchas veces confluyentes en el panorama cultural y artístico del siglo XX. (Ver, Julio Amador Bech: El significado de la obra de arte, Eds. UNAM, México, 2008).

Artistas y teóricos como: Tristán Tzara, Filippo Tommasso Marinetti, Hans Arp,  Man Ray, A. Breton, Pablo Picasso, Tz. Vertov, S. M. Eisenstein y otros constituyeron un espacio de creación, reflexión y ruptura, a partir de visiones utópicas cifradas en la negación, la revolución y la transformación sociales e ideológicas de la época.

La necesidad de una técnica artística y de una estética instruida por modos de concebir y modos de entender el arte, produjo una nueva lectura, así como diversos modos de comprensión de lo artístico. Lo que implica que el concepto de contemporaneidad ha sido entendido en la perspectiva de nuevas versiones y nuevas mediaciones artísticas. A partir de la década del 50 una nueva historia cultural y artística empezó a revelar diferentes tendencias pictóricas, fotográficas, escultóricas, arquitectónicas, urbanísticas, musicales, teatrales y cinematográficas que habrían de marcar nuevos aprestos estéticos y visionarios del arte contemporáneo.

Empieza a conformarse también cierta perspectiva postvanguardista, y a la vez se continúa la visión de la negación del arte dentro del arte. En lugar de creación, se empezó a creer que el arte era sólo producción. Dentro de las preocupaciones y concepciones postvanguardistas, surgieron los llamados “movimientos individuales” constituidos sobre la base de nuevos signos, manifestaciones instruidas a partir de la práctica estética misma del artista. Este hecho ha hecho posible que incluso en los comienzos del siglo XX, se justifiquen las ideas, términos y visiones de una nueva contemporaneidad basada en relaciones entre lenguajes artísticos.