Los objetos en el cine, son elementos sincrónicos y diacrónicos que se observan en la llamada aparición de los diversos fenómenos imaginarios que, por lo regular, son activados por una acción y a la vez una prueba de unidad cinematográfica, por cuanto la misma experiencia de trabajo a lo interno del cine justifica la vida misma de las imágenes, los sonidos, los efectos, el relato, los objetos ideales y reales, pero sobretodo imaginarios en su historia y productividad.
Así lo hace visible el teórico, historiador y filósofo Edgar Morin en un libro que tuvo éxito en los años 60: El cine o el hombre imaginario (1956), donde se analizan los objetos civilizatorios, estructuras mecánicas, funciones de acceso, retroceso, velocidad, freno y choque, el automóvil, la bicicleta, trenes, motores y otros objetos comunicacionales que han cobrado valor desde 1895, a partir del experimento Lumière y más tarde, con la práctica integradora de Meliès. Los ritmos y las diversas posibilidades del cine como arte involucran cuerpos, gestos y armas fantásticas, como en Charles Nodier, Balzac, Verne y Bierce, entre otros soñadores de mundos fantásticos. Todo este proceso tiende a crear rupturas, proyectos, unidades internas y externas de narración y diseño fílmicos, así como los diversos movimientos intelectuales que proporciona la tecnología cinematográfica, la invención de la experiencia fílmica, literaria y utópica.
La tecnología, las diversas síntesis tecnológicas, los usos estéticos de la realización y la competencia fílmica implican todo un trayecto donde directores, guionistas, actores, productores, distribuidores, críticos, historiadores de cine, editores, construyen una coherencia discursiva y una cohesión sonoro-visual que harán posible y divulgable la experiencia cinematográfica como suma de tejidos y formas identitarias, propias de la misma productividad fílmica. Las consecuencias en el traslado y concepción del cine y los objetos reales e ideales nacen de la dirección, la producción, el lenguaje cinematográfico, el montaje y el estilo fílmicos. Lo que dará lugar a una visión integralista de estructuras y funciones que involucran la creación de los diversos oficios o experiencias cinematográficas.
Coherencia, experiencia y objeto de trabajo, facilitan un contexto de interés y continuidad, bajo la revisión misma de la historia y la industria del cine, que acogen la concepción de todos los involucrados en la praxis de la creación cinematográfica. De hecho, películas como El seductor (2017), de Sophia Coppolla; Out of Africa, escrita y dirigida por Sidney Pollack; Nacido el cuatro de Julio (1989), escrita y dirigida por Oliver Stone; El silencio del pantano (2019), dirigida por Marc Vigil; Las plagas de Breslavia (2018), y otras presentan, narran mundos sociales, políticos y fantásticos mediante objetos reales y discursivos.
Como fenómeno cruzado y de síntesis, el cine y la historia justifican su empresa y reproponen, en base a lo narrativo, toda una fenomenología del ojo doble que mira desde la cámara y la pantalla; que conserva la inscripción fílmica en el contexto mismo del movimiento estetizado históricamente por el director, quien a su vez hace coherente la función concurrente y definida por el fotógrafo y el editor.
Justo a partir de 1940, cuando ya el cine era una profesión que permitía industrializar y divulgar las imágenes en movimiento, por parte de un equipo económico y cinematográfico, se concatenan funciones y objetos organizados mediante criterios técnicos, composicionales, sincrónicos, semióticos y estéticos que darán cuerpo y lugar a la obra de arte cinematográfica. Más allá del siglo XX, la relación cine-historia-huella, construye fuerzas imaginarias basadas en experiencias oníricas y tecnoculturales posibles desde la creación fílmica.
Se debe tener en cuenta en este contexto, la posición y el hecho de facilitar la inversión de los pactos económicos entre el profesional de base y el profesional investigador. Ambos han conformado un bloque temático, estético, ideológico, formal y narrativo, por cuanto la concepción del cine conocida como suma de saberes técnicos y artísticos indican un trayecto estético e histórico que promete los distintos productos integrados como trabajo, percepción y comunicación.
Todo lo anterior dará lugar, entonces, a una reconstrucción del movimiento del objeto y del sentido en el contexto de producción de formas, sentidos, convicción, praxis y otros que explican el cine en tanto que industria de producción especificada de la mirada histórica y crítica, en la medida que se desarrollan los llamados complementarios, desde una experiencia académica y liberal traductora de las nuevas estructuras y posicionamientos propios de la actividad cinematográfica, tal y como se hace visible en películas como Tormenta de arena (2016), dirigida por Elite Zexer; Tiempo de caza (2020), del director coreano Yoon Sung-Nijum y Tan distinto como yo (2017), dirigida por Michael Carney.