¿Por qué en una obra sobre “corrientes literarias” nuestro autor discurre también sobre formas, estilos, productos artísticos, instituciones artísticas y contextos de gestación de obras de arte y artistas? Las vertientes de un ensayismo de cardinal estético-artísticA se orienta mediante una lección de escritura-pensamiento que tiende a explicar la obra de arte y su fundamento, en el contexto de la América hispánica y continental mediante esta inscripción en América podemos dar cuenta de cómo se gesta la obra en un contexto de identidad y cultura. Para Pedro Henríquez Ureña cada gesto de reconocimiento y pensamiento propio del fenómeno tradición, movimiento, creación artística y literaria, implica el producto y el proceso mismo de inversión de las “corrientes literarias” y la historia literaria en un marco de percepción de obras de arte, de tal manera que el objeto estético-sensible y el sujeto de la creación cultural se expresan como categoría y aptitud verbales.
Así las cosas, y, desde la lectura en contexto de la Historia de la cultura y la literatura, el artista y el escritor plasman una forma verbal y un contenido histórico ubicado en los núcleos dinámicos de la obra. Se trata, en este caso, y en el arqueado de Las corrientes literarias… de una visión y una mentalidad, constituida en la relación obra-contexto-valor.
Así, lo que el artista plasma en la historia es un ensayo-producto sobre la vida imaginaria reconocida en forma de impresión, creación y contexto visual y gráfico.
El siglo XVII en América hispánica y continental, la creación artística surgió desde un movimiento social y transicional. Según PHU:
“Pintura y escultura florecieron hasta el fin de la era colonial: Los mejores artistas pertenecieron en su mayoría, al siglo XVII: los pintorescos de las familias Echeave y Juárez, junto con el español Arteaga en México, Gregorio Vásquez (1638-1711) en Bogotá, Miguel de Santiago (m. en 1673) en Quito, Juan de Espinosa de los Monteros en Cuzco, y escultores como el Padre Carlos en el Ecuador y Alonso de la Paz (1605-1676) en Guatemala.” (Las corrientes literarias…, Edición Obras Completas, UNPHU, Santo Domingo, Tomo X, 1980, pp. 132-133).
Nuestro autor relata un contexto de producción artística donde las creaciones y los creadores surgen en tiempo y lugar de producción:
“Durante el siglo XVIII la producción artística de las colonias excedió a la de España y Portugal; la simple enumeración de las obras resulta asombrosa y, aun cuando la calidad es, por lo general, más baja que antes, no faltan los nombres más excepcionalmente dotados: el más grande es, sin duda, el aleijadinho, Antonio Francisco Lisboa (1730-1814), del Brasil, escultor y arquitecto. En los años que precedieron a las guerras de independencia, José Luis Rodríguez Alconedo, de México, captó un destello de la elegancia de Goya, y Francisco Javier Matiz (1774-1851), de Bogotá, era “el mejor pintor de flores del mundo”, en opinión de Humboldt” (Ibídem.)
Nuestro autor puntualiza en el contexto de esta historia literaria y artística los ritmos de la relación arte-arquitectura:
“Las mayores dotes creadoras se desplegaron en arquitectura. Pasada la conquista, hubo ciudades que construir a la manera europea, ya fuese, como en Lima, en lugares hasta entonces vacíos, ya, como en México, reemplazando gradualmente los asientos de población indígenas. Desde el primer momento esta enorme actividad fue un estímulo para la creación. En 1623, Gil González Dávila dice que se han levantado ya en la América hispánica (en aquella época, Portugal seguía unido a España)…setenta mil iglesias y quinientos conventos. La cifra setenta mil es, por supuesto, pura hipérbole, bien fácil de advertir si consideramos que muchos de los edificios que hoy quedan en pie pertenecen a épocas posteriores. Solamente en México, se dice, hay nueve mil iglesias de mérito desde el punto de vista arquitectónico, lo cual parece menos improbable” (Ibídem.)
La contabilidad histórica como método que surge del historicismo y de las tablas de calificaciones de obras de arte en un contexto geográfico (el de las Américas), pide por lo mismo un tipo histórico de estadística socio-artística apoyada en selecciones y clasificaciones artísticas. La historia cultural que orienta la obra crítica e historiográfica de PHU, contextualiza el surgimiento y el proceso de producción artística marcado por una visión sustentada en la producción literaria y visual.
De lo anterior podemos percibir que la historia del arte asumida como visión en la historia cultural demanda una lectura tempo-espacial basada en aportes, valores y cardinales que orientan una crítica a los diversos géneros artísticos. En el caso de los arquitectos del siglo XVII casi todos eran de origen europeo. Mientras que los indios fueron usados como mano de obra o asistentes en las grandes construcciones.
Nos dice PHU en tal sentido que:
“Al principio, los estilos siguieron las corrientes europeas, primero la transición isabelina del gótico al estilo renacentista, después el plateresco, luego las severas formas clásicas de Herrera y Siloe y, finalmente, el barroco, que se mantuvo durante dos siglos.” (Ibíd. loc. cit.)
Según Henríquez Ureña:
“El ornamento mudéjar se aplica a los detalles, tales como arcos, puertas, ventanas y techos, y la influencia morisca se manifiesta en el empleo de azulejos. Hacia fines del siglo XVI encontramos ya entre los maestros constructores hombres nacidos en el Nuevo Mundo. Al mismo tiempo surgen innovaciones arquitectónicas. Una de las primeras, aparte ciertos rasgos de influencia indígena, como lo vanos trapezoidales, es la transplantación de la columna salomónica, en la arquitectura religiosa, del altar a la fachada. Esta innovación ocurre en Quito, ciudad que parece también haber sido la cuna hispánica de la columna con éntasis que puede o no proceder de Asia. Y luego el barroco se convierte en el estilo característico de la América hispánica. Se desarrolla y crece cuando la inspiración arquitectónica va adelgazándose en España, cuando allá empieza a escasear la riqueza, lo mismo la de la Corona que la privada, en tanto que las colonias mantienen su opulencia o comienzan a alcanzarla.” (Ibídem. p. 134)