En Estados Unidos los hispanounidenses constituyen de hecho la más grande minoría étnica o cultural del país y siguen creciendo en número, datos que son bien recibidos por algunos, pero que inevitablemente molestan a otros, como se ha comprobado en las recientes polémicas sobre inmigración e indocumentados.
Además de lo anterior, la lengua que nos llegó de España florece en el planeta y Norteamérica no es la excepción. Cuando defendemos la legalización de los indocumentados en Estados Unidos estamos también luchando a favor de nuestro idioma. La Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) sigue trabajando incansablemente a pesar de los retos que le presenta una sociedad en la que prevalece otra lengua. Curiosamente, la Academia Dominicana de la Lengua Española (ADL), trabaja en condiciones que no son del todo diferentes. No olvidemos el elevado número de residentes del país que hablan otro idioma.
Los académicos Don Gerardo Piña Rosales y Don Bruno Rosario Candelier, dos eruditos con gran prestigio, encabezan los esfuerzos de estas corporaciones. Son las dos academias que conozco mejor, pero las actividades de otras corporaciones similares, que también disfrutan de la condición de academias correspondientes de la Real Academia Española enriquecen culturalmente a una comunidad en crecimiento. Las academias de la lengua en otros países como México y Colombia, por citar dos ejemplos, acompañan desde lejos con sus constantes aportes la vida de sus compatriotas en el exterior. Un caso sobresaliente es el de la Academia Puertorriqueña, siempre cercana a su pueblo en la tarea de preservar una identidad que ha sobrevivido contra viento y marea.
Como los mexicanos, colombianos, centroamericanos, cubanos, etc., los dominicanos constituyen uno de los grupos más numerosos entre los hispanounidenses y, la reciente publicación del “Diccionario del Español Dominicano”, presentado oficialmente en ciudades norteamericanas como Miami y Nueva York, ha sido el aporte más reciente de la Academia Dominicana (ADL), que ahora trabaja en un “Diccionario Fraseológico del Español Dominicano”.
La Academia Norteamericana (ANLE), cuenta con grandes logros dentro del territorio continental estadounidense tales como la publicación de un buen número de materiales que facilitan el uso correcto de nuestra lengua en Estados Unidos y que al mismo tiempo promueven nuestra cultura. Mención especial merece “El español en Estados Unidos: E Pluribus Unum?” que reúne 17 estudios sobre diversos aspectos, entre ellos un análisis socio-demográfico de la población hispanounidense.
Tanto las academias correspondientes y la Real Academia Española (RAE), como la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) que dirige con gran talento y efectividad Don Humberto López Morales, integran una gran familia de luchadores por el idioma que se deja sentir con intensidad renovada.
Los que hablamos español tenemos una deuda de gratitud con la Real Academia Española (RAE), la cual no sólo “fija, limpia y da esplendor” al idioma que utilizamos en nuestros países sino que ha mantenido un contacto permanente y una magnífica colaboración con las academias correspondientes en los países donde se habla nuestra lengua. La labor civilizadora de España no ha terminado, como lo demuestra la larga vida de la RAE.
Entristece el saber que muchos desconocen la labor realizada por las academias de la lengua española. No sólo preservando y difundiendo el idioma y trabajando con nuevos vocablos procedentes de ese gigantesco universo sin fronteras de la hispanidad sino llevando a cabo una labor tan encomiable como la publicación actualizada del “Diccionario de la Real Academia Española (DRAE).”
Pues bien, de Madrid llega una noticia importante. La RAE, acaba de elegir un nuevo Director. Se trata de Don Darío Villanueva, hasta ahora Secretario de la RAE. Le corresponderá ocupar el cargo de otro extraordinario académico y filólogo, Don José Manuel Blecua, cuyos aportes al frente de la RAE han sido extraordinarios y ampliamente reconocidos. Y Don Darío Villanueva, el director electo, es Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Santiago (España) de la cual fue rector. Con una extensa obra publicada, es un verdadero humanista y un filólogo comprometido plenamente con la Academia, la cual trabaja ahora para la vigésimo cuarta edición del “Diccionario de la Lengua Española.”
Esa edición, como se señala en “El País”: “…significará una revolución en el modelo tradicional, ya que nacerá desde el entorno digital para migrar después a versiones impresas invirtiendo el flujo que ha marcado la gestación de la obra en los últimos tres siglos”. El director electo añade: “Es inevitable una refundación del “Diccionario” que es el tronco fundamental de la Academia desde su origen”.
Y es también inevitable el entender y promover el papel trascendental de nuestro idioma en la preservación de nuestra cultura e identidad. Trabajar por el español no debe ser sólo la prioridad de las academias sino también una meta de los que hablamos en español.
Nuestra lucha no debe limitarse a defender legítimos intereses de la región del planeta que casi todos identifican como América Latina, o a trabajar en favor de los derechos de los hispanohablantes que se radican en Norteamérica. Debe tener también una estrecha e inevitable relación con academias y con diccionarios.