En Santiago es común que la gente depresiva se lance del puente Hermanos Patiño (Puente Nuevo) cuando decide suicidarse. También es frecuente que unos vociferen mientras corren “me voy a tirar del puente, me voy a tirar del puente, me voy a tirar…”. La intención de la algarabía es que suceda lo de siempre, que la gente deje sus quehaceres y salgan despavoridas a impedir la desgracia.
Esa es la realidad que vive el PLD hoy. Luego de la huida de Leonel Fernández, se pensó que el Comité Central de los morados se iría casi completo con el León. Lo cierto es que los renunciantes del CC son menos de 50, de una matrícula de 600 integrantes. En el Comité Político morado pasa igual, con 35 miembros los renunciantes se pueden contar con los dedos de la mano y sobran dedos.
Es que la sabiduría colectiva suele ser premonitoria, sobre todo cuando cree que el burro piensa una cosa pero el que lo apareja razona diferente. Las sorpresas están a la derecha y a la izquierda. Otros le cogieron la seña al que apareja y siguen en el redil purpura sembrando la confusión adentro y afuera.
Muchos gritaron “me voy, me voy, sin marcha atrás” y siguen ahí. Otros vociferaron “nadie me saca de aquí, este es mi partido” y fueron los primeros en irse. Un tercer grupo guardó silencio y se mantiene en reflexión para tomar una decisión acorde con su interés y los acontecimientos.
La confusión, típica de los momentos convulsos, suele poner la gente a obrar diferente de su manera de pensar. Incluso, en muchas ocasiones contrario a sus propios intereses.
El barullo puede ser individual o colectivo. En el caso que nos ocupa parece que está en los dos ámbitos. Si bien es cierto que Leonel y Danilo lucen poco objetivos en sus acciones, es imposible negar que la clase media dominicana perdió su norte. La pérdida tiene la clase media atrapada entre los intereses de Leonel y Danilo. Quieren perjudicar a Medina pero con ello apuestan a más de lo mismo.
En su nublazón y animadversión, la clase media local se resiste a reconocer en Hipólito Mejía al gran demócrata de nuestro tiempo. Basta con ver su actitud antes sus derrotas recientes, en el 2016 y la de ahora, en ambos casos reconoció sin dilación el triunfo de su oponente.
Si se busca el pasado político del expresidente Mejía se verá que este comportamiento es producto de una práctica que viene de lejos. Se recuerda que el presidente Hipólito Mejía reconoció el triunfo a Leonel Fernández a pesar de que este último no superó el 50% de los voto requeridos.
“Sería una mezquindad someter el país a otra votación en segunda vuelta electoral por una diferencia tan ínfima”, sentenció en su momento Hipólito Mejía siendo candidato con opción a segunda vuelta electoral.
El día miércoles 22, recién pasado, Mejía dijo “La política hay que honrarla no explotarla” en su cuenta de Twitter. “El ejercicio de la política debe estar motivado por el interés público y no debe ser un medio para satisfacer intereses personales. La política hay que honrarla no explotarla”, decía el Twitter completo.
Queda clarito que estamos ante la presencia de un demócrata. Si se cree, de manera errónea, que para ser demócrata hay que ser un gurú de las ciencias sociales hay que revisarse urgente.
Por otro lado está el caso de Margarita Cedeño de Fernández. La actitud asumida por la vicepresidenta es digna de ser analizada al momento de considerar el relevo político.
Cuando Margarita dice "Me guía la voluntad de servir a mi país y el deseo de aportar a una política diferente, donde podamos sumar y aportar". Estas palabras hablan de una mujer con inteligencia política o como dice la moda de ahora, con inteligencia emocional.
Antes, ya la vicepresidenta había expresado algo que sacó de quicio a muchos supuestos anti-machistas. "En lo relativo a la situación política actual, quiero dejar claro que mis funciones como Vicepresidenta y confianza que he recibido de Danilo Medina no están en discusión alguna". Para la generalidad era claro que debía seguir sin ton ni son los pasos de su marido, ella entiende que puede tener su propia identidad.